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Un campo de fuerza

La gestión cultural es eso que sucede entre límites y desbordes. Límites y necesidades que impone la precariedad, la burocratización, e incluso los que trae aparejada la profesionalización. Desbordes que emergen del deseo de construir nuevos imaginarios, de hacer cosas con otrxs. Es en ese campo de fuerzas que lxs gestorxs culturalxs conectan prácticas y saberes, entendiendo que algo de esa experiencia tiene que dar lugar a nuevos intersticios reflexivos y a fabricar nuevas formas de encuentro.

Salir a la calle y mirar el cielo

Chiqui González dijo el año pasado en la Maestría: “Si yo salgo a la calle a mirar el cielo, veo las estrellas de anteayer (...) El futuro es algo que construimos hoy y construimos con el pasado”. Porque pasado, presente y futuro se co-constituyen, la cultura nos exige una memoria político-poética de la contingencia: el uso de micro-técnicas de resistencia a los vaciamientos del presente; el ensayo de dispositivos periféricos para desarrollar nuevos acercamientos a los testimonios, los archivos, los registros del pasado y, sobre todo, la apertura de espacios de encuentro e intercambio para pensar otros futuros posibles.

Un glosario para aproximarnos a la noción de horizontal



 
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Colaborativo. Horizontal. Participativo. Inclusivo. Son palabras empleadas para proponer un trabajo con unx otrx. Se presentan como un medio y, al mismo tiempo, como un fin. Llevar a la práctica herramientas horizontales y colaborativas suele ser mucho más difícil de lo que es decirlo o imaginarlo. Porque no hay tanto escrito sobre los modelos de gestión de esas experiencias en cultura y porque son menos las que lo hacen sin reducirlas a las categorías de “éxitos” o “fracasos” es que recomiendo la lectura del Glosario Imposible, publicado en 2018 por hablarenarte.

<a href="https://www.hablarenarte.com/catalogos/doc_glosario_ed2/PDF/glosario2018_es.pdf">¡Conocé el glosario!</a>

Modos de estar en el mundo

“Pensar las curadurías no ya de obras, ni procesos, ni proyectos sino de modos de estar en el mundo, quizás sea lo más interesante de estos momentos potentes de las prácticas artísticas, curatoriales y museísticas como lugares donde soñar (...) La curaduría como un ejercicio y ensayo de habitar nuestras prácticas en el cual nos inventamos otras condiciones de posibilidad y de activación”. 
Kekena Corvalán en Curadurías del fin del mundo

Fabricar el encuentro, por Carla Gebetsberger

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Cultura y lazo social

Gestionar lo común, lo que nos hace parte de un todo. Gestionar cultura es intervenir en la reconstrucción del lazo social con nuestra comunidad. Como gestor cultural creo en la capacidad y la potencia de la cultura con base territorial y anclada en su comunidad para encabezar los procesos de cambio necesarios para un buen vivir. Nuestro andar en esta tierra, como personas y como comunidad, nos hace únicos e irrepetibles. Hagamos que eso valga la pena. Gestionar no sirve para nada si de eso no salimos mejores, si no nos facilitamos la vida, si no somos un poco más felices.

 

Cultura y calidad de vida

 

En el newsletter anterior, Bárbara Talazac nos hablaba de que, ante una realidad injusta y desigual, es importante pensar la cultura como un factor de inclusión social y de que es necesario garantizar los derechos culturales para lograr una participación plena de las personas en la vida cultural de la comunidad. En mi caso, no solo adhiero, sino que también sumo lo siguiente. Son necesarias políticas integrales donde el pleno goce de derechos culturales sea un aspecto fundamental. Es preciso comprender a la cultura como una dimensión transversal a todas las demás y que se despliega más allá del retorno económico. Y en este punto es fundamental considerar a la cultura como una salida. Cultura como motor de las transformaciones que la sociedad necesita. El gran reto, hoy, de la gestión cultural es que la ciudadanía valore la cultura, no como un “curro”, sino como un sector que aporta valor y mejora la calidad de vida.

Cultura y audiencias: Mavita llena eres de gracia, de Candela Vetrano



 
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Esta es la primera película de Candela Vetrano que fue estrenada este 22 de abril en el BAFICI. La recomendación se debe no solo por su cálida, sentida y espontánea mirada acerca de su familia y de su abuela en especial, sino también porque mientras asistí a verla me di cuenta que quizás haya sido mi última vez en el Gaumont. O por lo menos, tal como lo conocemos hoy. No puedo además, sino emparentarla con aquellas clases de Cine de Edgardo Dieleke en las que tuvimos la posibilidad de dialogar con directores como Agustina Comedi y su película El silencio es un cuerpo que se cae, o también con aquellos extensos debates y preguntas en torno al acto de ir a ver cine. Y pienso en todas las decisiones que se tuvieron que tomar para que yo esté ahí viendo, a un precio accesible, la película que deseo realizar mi amiga, y que tiene una estética y un trabajo de edición, que vale por creces, no solo verla, sino sobre todo, financiarla. La película no se termina de consumar sino la ve otro. Y ese otro, no la puede ver sino tiene cómo.

 

Cultura y democracia

 

“(...) estamos ante una crisis general de Estado, cuya resolución solo puede transitar por dos vías: por una restauración de las viejas creencias o relaciones de fuerzas, o por unas nuevas relaciones de fuerza, creencias movilizadoras y modos de participación, es decir, por una nueva forma estatal, cuyo grado de democratización social dependerá de la propia capacidad con la que los subalternos sean capaces de sostener, en las calles y en las instituciones, la participación en la gestión de lo común”. 
Alvaro García Linera

El valor de la cultura, por Dante Lotito

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El gestor como nexo

a definición que más me gusta de la gestión cultural es, quizás, la más sencilla: hacer cosas con otros. Esa idea refiere a hacer el trabajo con otros, pero también a la necesidad de pensar siempre en el público que va a recibir nuestro trabajo. La tarea del gestor cultural puede pensarse como un nexo entre los artistas o la propuesta cultural, y el público. El gestor cultural tiene la posibilidad de darle escenario a ciertas propuestas, para que desde allí surjan nuevos sentidos, otras lecturas posibles. Lo que más disfruto de mi trabajo en gestión cultural es estar siempre en contacto con lo nuevo, con lo que pasó y lo que pasa hoy. Y obsesionarse con el detalle, para darle lugar a lo inesperado.

Cultura e inclusión social

Pensar a la cultura como factor de inclusión social es una de las visiones más interesantes del trabajo del gestor cultural, ya que pone en primer plano una función social indelegable. Esta idea reconoce los derechos culturales como derechos humanos que apuntan a asegurar la plena participación de las personas en la vida cultural de la comunidad (Bayardo García, 2008). El análisis de las barreras de acceso a la cultura (materiales, simbólicas, etc) y los modos de asegurar la mayor participación posible de las personas en el entramado cultural de la comunidad son tareas imprescindibles de los gestores culturales.

Una recomendación: lectura y subjetividad



 
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Para llevar adelante mi trabajo en la promoción de la lectura en espacios no formales fue fundamental leer a la antropóloga Michèle Petit. La autora conceptualiza el rol de la lectura en la construcción de la propia subjetividad, y desde lo social, lo plantea como un eje a partir del cual se puede trabajar el acceso a los bienes culturales en un sentido amplio.La participación en y el acceso a la vida cultural de la comunidad tiene consecuencias positivas para las personas como la generación de herramientas que mejoran las habilidades sociales que se requieren para la vida cotidiana (el ejercicio del pensamiento crítico, el conocimiento sobre los derechos, el mejor uso de tecnologías, entre otros). El libro Lecturas: del espacio íntimo al espacio público (2001) desarrolla estos temas e invita a pensar el trabajo del mediador cultural desde el lector (y no al revés), de un modo horizontal y atento.

Contra las injusticias y las desigualdades

““(...) La lucha de los sujetos a favor de su emancipación y en contra de las injusticias y desigualdades solo puede librarse como una lucha contra la apropiación diferencial del conjunto de bienes y materiales simbólicos de la sociedad, contra la distribución desigual de los papeles que jugamos en el juego de esa sociedad injusta, y eso implica discutir y combatir, entre otras cosas, el hiato que hoy separa a quienes gozan de la prerrogativa del acceso a los libros, de la posibilidad de la lectura (y del placer, los beneficios y el poder que otorga esa posibilidad de lectura), de quienes, por todo tipo de razones, ven retaceada esa posibilidad. (...) Hay un derecho a la lectura como atributo de la ciudadanía (...) y por eso mismo, el Estado tiene la responsabilidad, el deber, de garantizar a todos los ciudadanos la posibilidad del ejercicio efectivo de ese derecho universal”. 
Eduardo Rinesi, del libro Basta de anécdotas. Bases para la sistematización de políticas públicas de promoción de la lectura, editado por la Universidad Nacional de General Sarmiento.

Hacer cosas con otros, por Bárbara Talazac

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Lo que no se oye

Crear es hacer que algo aparezca, dar vida, o algo similar a la vida, a un mundo previamente inexistente. Gestionar es generar las condiciones para que ese mundo nazca. A veces inaudito, a veces redundante, a veces reñido con lo que llamamos nuestro mundo, los mundos que surgen a través de la práctica artística, estética o docente, amplían la visión de las cosas circundantes, dan versiones innecesarias pero urgentes de la cultura y del convivir. El teatro plantea dos discursos, un discurso primario, que es el habla de los personajes en escena, y un discurso secundario, que son las didascalias, también llamadas acotaciones o indicaciones escénicas. Ese discurso secundario no se ve ni se oye, pero construye la obra y la define en sus cimientos, aún cuando las didascalias de una obra sean muy poquitas, o invisibles. La gestión cultural construye así también las condiciones para que algo sea dicho. Para que algo nuevo crezca en un hueco nuevo del viejo mundo.

 

Entre la casa y el mundo

Cursé el primer año de la Maestría en Gestión de la Cultura en 2019, entre museos, salidas pedagógicas, bares con los colegas y reuniones en una terraza al sol. Cursé el segundo año de la maestría en 2020, en casa, en casa, en casa. Frente a la computadora viendo a profesores y colegas en riguroso cuadradito-foto carnet. ¿Cómo gestionar una epidemia, la catástrofe, su después? ¿Cómo salir y tejer lazos, redes, caminos? ¿De qué modo enfrentar el desaliento? En mi tesis me pregunto ¿por qué el público va al teatro? ¿Qué los mueve? ¿Cómo eso se convierte en un gesto renovado desde hace tantos siglos? Gestionar es mostrar el camino de ida y vuelta entre casa y mundo, mundo y casa.

 

Un desvío fugaz



 
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Recomiendo un libro de reciente aparición que me acompañó en el verano y se llama, precisamente, El hechizo del verano, de Virginia Higa, editorial Sigilo. Tiene el tono de una conversación en la que la autora nos cuenta su mudanza a Suecia y nos hace ver con asombro, estupor y fascinación la llegada a un lugar de costumbres, idioma, ¡y luz!, tan diferentes a su país de origen, Argentina. “La vida tiene dos momentos muy claros: los meses de luz y los meses de oscuridad. Y para sobrevivir, hay que olvidar. Los suecos entrenan su memoria en una especie de amnesia estacional”. Me encantan sus reflexiones sobre las estaciones y los días largos y cortos, y esa idea de que para sobrevivir hay que olvidar. Para recordar también hay que olvidar, como nos señaló Borges. Olvidar el desaliento, la pereza, la fatiga, para salir de la noria y pensarnos en un espacio menos rutinario, un desvío fugaz y nutricio, alguna creación como este libro, una obra de teatro o un paseo contrarreloj.

 

Hacer que algo exista



 
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“Creo que las nuevas historias son hijas de las historias que existieron. En el teatro siempre estamos dialogando con los muertos. Necesitamos una presencia física (el público) pero en diálogo con los ausentes, los que escribieron lo que decimos, lo que nos inspiró. El presente será pasado muy pronto. Yo no me reconozco en la idea de la originalidad que obsesiona a muchos desde el modernismo, desde el inicio del siglo XX. Me reconozco en la cuestión de la creatividad pero como el punto que lleva a mirar hacia algo. Es la capacidad de manipular. De decir “Acá donde estamos hay dos sillas pero si somos cómplices en la imaginación, muy rápido ya no serán sillas”. Para mí, la creatividad está en esa otra mirada sobre lo que existe.” Esta cita pertenece a una entrevista a Tiago Rodrígues, director y performer portugués, que estuvo en el Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires el año pasado con su obra By heart. 
Crear es hacer que algo exista. Crear es mirar lo existente y pintarlo nuevo con esa sola mirada.

Contra el desaliento, por Laura Garaglia

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Desafíos: una invitación a hacer política

Fui al diccionario y busqué sinónimos de desafío y encontré: reto, provocación, incitación, apuesta. Todos encajan de una u otra manera en cómo hacemos gestión cultural hoy en Argentina. Pero sin duda el desafío más interesante y más adecuado para hacer nuestro trabajo, es la posibilidad de aportar y construir experiencias creativas que, en apariencia, muchas veces parecen ser individuales pero son indefectible y afortunadamente acciones colectivas. Hacer gestión cultural es definitivamente una invitación a hacer política, a descubrir, irrumpir, acompañar y sacudir las escenas del arte y la cultura, actuando fuerte y directamente en el entramado social de este presente.

 

Una oportunidad para construir

Durante mas de 30 años como gestora cultural, fui entendiendo que casi todo tiene que ver con palabras: oportunidad, lazos, comunidad, relaciones, estrategias para saldar deudas pendientes concretas y encontrar modalidades singulares para construir hechos artístico-políticos en el campo del arte y la cultura. Ser docente de la Maestría de Gestión de la Cultura me lleva en cada clase a ser mas fuerte, me renueva, me sorprende, me interpela y me hace feliz. 
¿La pregunta es por qué me hace feliz? Creo que la respuesta esta en los alumnos, docentes y autoridades. Todos nos ubicamos en el punto exacto de celebrar las ideas. Estamos ahí para construir rebeldía, mística y esperanza para un nuevo futuro colectivo.

 

Dos recomendaciones: época, gestión, investigación y acción



 
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Para mi hay dos libros que marcan época, gestión, investigación, acción y sobre todo de qué hablamos cuando nos proponemos pensar en arte y política.

GAC, Pensamientos, prácticas, acciones. Así como Longoni dice en el final de su introducción: “escribir este libro nos ha transformado”. Acompañemos esta transformación como lectores activos. El caso Ferrari : arte, censura y libertad de expresión en la retrospectiva de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta 2004-2005 es un libro que reúne un hecho de carácter inédito y uno de los mayores debates producidos en la historia del arte argentino. La compilación de Andrea Giunta da cuenta de la polémica, la libertad de expresión en democracia y la transversalidad de las complejas relaciones entre el arte, la cultura y la sociedad.

 

¿Qué nos convoca y qué nos provoca?

Para estos tiempos que corren vamos con la gran Lucrecia Martel. “Vamos a tener que pensar en las horas de insomnio (…) como hacemos para escribir una historia posible que de cuenta de todos los sufrimientos y de todos los deseos profundos de felicidad que existen”. Su reflexión nos convoca a generar respuestas sensibles y creativas, ya que ser gestor cultural es básicamente transitar entre el insomnio intermitente y la felicidad que nos provoca el arte.

Un nuevo futuro colectivo, por Nora Hochbaum

Test Maestría gestión cultura

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Un trabajo cambiante, misceláneo, relacional y colectivo

Pienso en el fin último de la gestión cultural como la puesta en común de un trabajo de múltiples aristas. Cada gestorx, en tanto administrador de recursos: investiga, produce, relaciona, pone en valor, discute, agenda, escucha, visita, conoce. La existencia de todo proyecto cultural requiere de un trabajo previo siempre cambiante, misceláneo, relacional, colectivo. Algo similar a estar siempre en la búsqueda de que algo suceda: la activación de una pieza, el rescate de un archivo, la financiación de un programa, la expansión de una idea.

 

Emergencia y resistencia

Me pregunto si alguna vez en nuestro país la cultura no estuvo en estado de emergencia. Si se leyó en un boletín de una institución que reflexiona sobre las artes y la educación, que ¡qué buen momento para la cultura!; qué gran año, qué buenas decisiones, qué bien patrocinado y qué inaudita repercusión. Seguramente estos casos sean muy pocos. Porque en nuestro país la cultura es sinónimo de resistencia. Y así como en el primer contacto con la maestría se leía una y otra vez “la cultura es algo ordinario”, es esa voluntad ordinaria y cotidiana la que define la identidad de nuestra cultura.

 

Arte y vida: Una imagen para soñar



 
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El último libro que leí es Una imagen para soñar de Victoria Verlichak publicado por ArtexArte. Es un libro pequeño, una lectura de un día. Verlichak propone una reflexión acerca de la pintura La isla de los muertos de Arnold Böcklin, en continuo cruce con su vida personal. Es decir, la autora hilvana a la perfección los puntos de contacto entre esa obra por la que se ve afectada y nos comparte sus acercamientos y distancias. Me siento muy identificada con ese modo de entender el proceso: por momentos mi vida fue acompañante de las artes y por otros, las artes fueron acompañantes de mi vida. Como en “Una imagen para soñar”, no me imagino un mundo donde no vayan juntas.

 

Una paleta para inmortalizar la ausencia

La crónica de Verlichak comienza así: “Desde hace casi treinta años la postal berlinesa de La isla de los muertos permanece clavada con una chinche en el borde de una biblioteca junto a mi escritorio, en la cual también se apoyan los últimos bastones que usaron en vida mis padres”. La nostalgia condensada de esta primera cita me hace pensar que la escena bien podría representarse exactamente con la misma paleta con la que Böcklin se dedicó a inmortalizar la ausencia. 
Victoria Verlichak en Una imagen para soñar.

Una voluntad  (ordinaria y cotidiana), por Maite Paramio

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Crisis y el nacimiento de un campo

Las transformaciones de las políticas públicas y culturales en las ciudades contemporáneas y la aparición del gestor/a cultural como técnico/a profesional y la gestión cultural como campo específico no resultaría comprensible si no nos remitimos al contexto económico y social que las generó: la crisis de los centros urbanos de Inglaterra durante las últimas décadas del siglo XX, desencadenó la crisis del modelo urbano de producción industrial. Para muchas ciudades europeas, en principio, supuso la construcción de una utopía: la de reconvertirse en centros productores de bienes y servicios culturales y turísticos de excelencia.

 

La evolución del término gestor/a cultural

 

Barcelona compra este modelo que toma a la política cultural, el turismo y a la recreación, como ejes de la regeneración urbana y el desarrollo económico, con magníficas instituciones culturales y grandes eventos. Existe una línea de tiempo que va desde los Juegos Olímpicos de 1992 al Fórum Universal de las Culturas en 2004, en la cual la ciudad ganó enorme centralidad y se convirtió en un ejemplo a seguir. En Argentina la reforma constitucional de 1994 creó un nuevo modelo jurídico administrativo, financieramente sólido, en un polígono de enorme concentración económica: la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Su primer Jefe de Gobierno toma este modelo de Ciudad y lo hace propio. En los años siguientes, Barcelona se transformó en el espejo de desarrollo y de políticas publicas a seguir y en la meca de la gestión y la formación en políticas culturales. Gestor/a cultural es un título con cierto brillo que acompaña este cambio de paradigma. 
Entrado el siglo XXI, el término gestor/a cultural se ha legitimado, desplazando otras expresiones como mediador/a, animador/a, hasta el punto que la gestión cultural se ha convertido en un campo específico que requiere de personas idóneas y con niveles de formación. El gestor/a cultural tiene su campo de acción en el Estado, en el sector privado o en el sector asociativo y su desarrollo laboral, es principalmente, la creación o transformación de bienes y servicios culturales. En tanto el desarrollo disciplinar estimuló la aparición de carreras de posgrados, especializaciones y maestrías, esto permitió sumar gestores/as con carreras universitarias previas, ampliando el campo de intervención a la investigación, a la comunicación, a la planificación, etc.

 

Centro Cultural Parque España



 
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Este modelo de ciudad reconvertida en prestadoras de servicios culturales y turísticos tiene otro ejemplo a considerar en Argentina: Rosario. El proceso de desindustrialización de la ciudad y el aumento del desempleo no impidieron la efervescencia cultural que se dio en la década del 90. En 1992, como parte de las celebraciones del 500º aniversario de la colonización del Reino de España, el gobierno peninsular tomó la iniciativa de construir un complejo cultural y educativo sobre las márgenes del Paraná, en tierras cedidas por la Municipalidad. Con la firma del arquitecto de moda en los años 90, el catalán Oriol Bohigas el CCPE irrumpe en el empobrecido paisaje portuario aportando una propuesta cultural innovadora.

 

Política cultural y desarrollo local

 

Recomiendo el artículo “Modelo Barcelona y política cultural: usos y abusos de la cultura por parte de un modelo emprendedor de desarrollo local”, escrito por J. Ruis y M.V. Sánchez-Belando. 
El artículo trabaja y problematiza el Modelo Barcelona de desarrollo local. A partir de un análisis de diversos casos, se estudia el modelo de desarrollo local y la manera en la que el caso de Barcelona ha intentado responder, con incoherencias y contradicciones, a una potenciación endógena de la creatividad local.

Políticas públicas y  gestión cultural, por Pedro Delheye

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Sentidos, memorias y afectos 

Gestionar es conectar, abrir caminos, despertar sentidos. Gestionar en cultura es construir comunidad, organizar redes de afecto, circular saberes, poner en valor el trabajo, poner en valor nuestras historias, conservar nuestras memorias, preguntarnos por el pasado y lanzar proyectos al futuro, hacer posible lo imposible. Gestionar en cultura es una puesta en valor de la vida, de las vidas de los que nos precedieron, de los que ya no están, de las vidas de los que vendrán. Gestionar en cultura es poner en valor nuestra ciudadanía y nuestro valor como comunidad.

Una apuesta al pensamiento

En la Maestría en Gestión de la Cultura creemos que el contacto del campo de la investigación académica, el de las disciplinas artísticas y el de la gestión, transforma. Cuanto más profundos, más fundamentados, más informados, investigados y pensados sean nuestros proyectos culturales, más impacto van a tener en la comunidad. Para lograr eso, invitamos investigadores, artistas, gestores, a enseñar y pensar. Del cruce de esos caminos, buscamos potenciar el campo de la cultura de nuestro país.

Perspectivas poscoloniales



 
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Quiero recomendar tres libros a partir de los cuales se pueden abordar perspectivas poscoloniales: Beloved de la gran Toni Morrison Autobiografía de mi madre de Jamaica Kincaid El africano de Jean Marie Gustave Le Clézio 
La imposibilidad de habitar un territorio y la desposesión cotidiana de la identidad atraviesan estos relatos de una manera tan contundente, que nadie sale igual de esas lecturas. 
Unhomely es la noción que Homi Bhabha define en El lugar de la cultura, uno de sus textos fundamentales, como ese “estar fuera del propio hogar estando en el hogar”. Dice Bhabha que los rincones íntimos del espacio doméstico se convierten en sitios de las invasiones más intrincadas de la historia. 
En estas novelas, esos territorios en los que el mundo y el hogar se solapan, son protagonistas, y el lenguaje literario se transforma en una poderosa herramienta de emancipación.

La teoría es urgente

“Hay que continuar insistiendo en que las ideas son importantes, que pensar sigue siendo indispensable y que la teoría resulta urgente. La teoría es un instrumento muy útil para identificar los problemas, hacerlos más visibles y comenzar a comprenderlos mejor a fin de intervenir en ellos. No se puede trabajar en la elaboración de políticas culturales si antes no se tiene claro en qué tipo de sociedad se va a intervenir, qué cambios se han producido en ella, qué poderes siguen en curso, qué instituciones resguardan a los objetos simbólicos, quienes los desafían y qué tipo de exclusiones generan o reproducen los propios objetos culturales”. 
Victor Vich en Desculturizar la cultura

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