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Alejandro Piscitelli: “Necesitamos una tercera cultura, más allá de la grieta entre ciencia y humanidades”

Alejandro Piscitelli

Filósofo especializado en tecnología, educación y diseño, Alejandro Piscitelli acaba de presentar Polímatas: el perfil antidisciplinario del trabajador del futuro, el documento que enmarcará los debates del Foro Latinoamericano de Educación organizado por Fundación Santillana, que empieza mañana en Buenos Aires y girará en torno al trabajo y la educación en la era de la inteligencia artificial.

Piscitelli es profesor de la Universidad de San Andrés: allí dicta desde 2020 una materia que se llama “Construcción de Escenarios Futuros”, donde la propuesta es “mirar más allá del horizonte de nosotros mismos y de nuestras propias creaciones para vislumbrar otros tipos de inteligencia que han estado aquí justo frente a nosotros todo el tiempo, y en muchos casos nos han precedido”. Más recientemente, llevó también su propuesta a Misiones, convocado por el Ministerio de Educación.

En diálogo con Infobae, Piscitelli afirma que los tiempos actuales requieren la vuelta de perfiles profesionales más generalistas y menos especializados (“polímatas”), aboga por el fin de la “grieta” entre humanidades y ciencias, y postula que debemos ampliar nuestra noción de inteligencia, para poder aprender también de la inteligencia animal y vegetal.

–¿Qué es un polímata? ¿Por qué considerás que la vuelta a perfiles generalistas, casi renacentistas, resulta vital en esta época?

 

–Yo estudié Filosofía hace medio siglo. Para mí lo interesante de la filosofía era esta visión más abarcativa, más contextual; estudiar historia de la filosofía te daba cierta perspectiva, te sacaba del presente. Enseguida me especialicé en filosofía de la tecnología y también me gustaba mucho la ciencia experimental, entonces tenía la suerte de estar yendo y viniendo entre la ciencia y las humanidades.

La idea de los polímatas surge preparando la materia Construcción de Escenarios Futuros para la carrera de Diseño de la Universidad de San Andrés, junto con Julio Alonso, un profesor de la UBA. Queríamos que los chicos estudiaran una suerte de biografías práctico intelectuales de gente que hacía cosas poco convencionales. Queríamos mostrar gente que tuviera como dos cerebros, una doble o triple formación, que fuera experta en ambas, y que las hubiera combinado de una manera creativa.

Nos interesaba por ejemplo mostrarles a los chicos quién era David Bowie, que cambió de personalidad musical como cinco veces. O John Cage, uno de los inventores de la música experimental, experto en hongos, que usaba el I Ching para hacer sus composiciones y tenía intereses budistas. O Hedy Lamarr, una actriz famosísima que tuvo que ver con la invención del wifi; o Robert Oppenheimer –el de la película–, que tenía una formación física y de gestión, armó la bomba atómica pero tuvo sus pruritos y terminó acusado de enemigo de la nación. Personas que se diferencian por cómo trabajan, cómo tratan a la gente, cómo ven la realidad.

La idea de los polímatas tiene que ver con denunciar la división nefasta entre ciencia y artes –por un lado, la ciencia que transforma el mundo pero no sabe para qué; por el otro, las humanidades que se la pasan criticando pero no salen de la impotencia–; y buscar una “tercera cultura”, que encontramos encarnada en estos polímatas.

Los polímatas son personajes que han cruzado fronteras, investigan permanentemente, tienen aspiraciones fuera de lo común y las concretan. Hay un lema que usamos mucho: “Ideas are cheap, execution is everything”las ideas son baratas, pero lo importante es ejecutarlas de manera magistral. Estos polímatas son gente que tiene muy buenas ideas, que provienen de fuentes muchas veces contradictorias, complejas, y que las ejecutan de manera espectacular.

Muchos de los polímatas hacen cosas con las manos o con el cuerpo. Para nosotros esto se junta con la idea del artesano. Nos parece que los polímatas son la encarnación de lo que tendrían que ser los buenos trabajadores del futuro: gente que trabaja con las manos y con la cabeza, fuera de la escala chaplinesca de Tiempos modernos. Vos podés apretar tuercas en el taller o en la programación, donde los trabajadores son prácticamente otro ladrillo en la pared, como en la canción de Pink Floyd. De hecho, la amenaza más grande que trae ChatGPT no es a la creatividad, sino a la programación y a los trabajadores del software.

–¿Es necesario ampliar la noción de inteligencias múltiples? ¿En qué sentido podemos aprender de la inteligencia animal y vegetal?

–La noción de Howard Gardner, que fue brillante hace 30 años, trataba de mostrar que la escuela había exiliado otras inteligencias que están en todos los seres humanos, y se había quedado con dos nada más: la lógico matemática y la lingüística. Él hablaba de la inteligencia visual, la inteligencia emocional, la interpersonal. Primero fueron siete, después ocho, después escribió su libro Las cinco mentes del futuro. Pero eran todas inteligencias antropocéntricas, que tenían que ver con los seres humanos. Es reduccionista, porque esa noción de inteligencia solo aplica a los humanos, que somos apenas un pequeño eslabón en la gran cadena de los vivientes.

La civilización occidental se presenta como la conquista de la naturaleza por parte de los humanos: ahí hay una oposición entre humano y naturaleza. Pero los humanos somos productos evolutivos, tenemos un origen prehumano. Hay gente que hace una filogenia de la inteligencia y dice que hay inteligencia en lugares donde antes no la veíamos, por ejemplo en los pulpos, y entonces estudian la personalidad y el problem solving de los pulpos.

A nosotros nos interesa mucho la historia de largo plazo: haciendo historia descubrimos que las plantas son inteligentes, los animales y las máquinas también; hasta los extraterrestres pueden ser inteligentes. Ahí ampliamos la noción de inteligencia. La vemos como una capacidad adaptativa y creemos que la definición humana es muy reductiva; te impide imaginar opciones.

En su libro Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal, Stefano Mancuso y Alessandra Viola dicen por ejemplo que la arquitectura de las plantas es totalmente distinta a la animal: es una arquitectura descentralizada, no tienen órganos específicos pero trabajan en conjunto. Internet tiene una arquitectura vegetal; es el rizoma del que hablaba Gilles Deleuze. Esa topología hizo posible la existencia de internet como la conocemos hoy.

Por otro lado, sabemos que si desaparecieran las plantas, en más o menos 15 días se moriría todo el mundo, pero si desaparecieran todos los seres humanos del planeta, las plantas recolonizarían todo en un período de entre 50 y 100 años y no quedaría ningún testimonio de los humanos.

–En educación suele hablarse de las habilidades del siglo XXI. ¿Qué habilidades resultan críticas para desenvolverse en el mundo actual?

–La Unesco, el World Economic Forum, la OIT han armado sus listas; hay una especie de desesperación por saber cuáles son esas súper habilidades. A mí me parece que en este momento necesitás sobre todo dos.

Una tiene que ver con el desbloqueo psicológico. ¿Cómo pensar la confusión, este futuro con sorpresas: el COVID, la guerra de Ucrania, Milei en Argentina? ¿Cómo te parás frente a eso sin quedar paralizado? Necesitás una competencia de desbloqueo psicológico para poder reaccionar frente a lo sorprendente. Estamos demasiado abroquelados en el futuro sin sorpresas previo al COVID: el mundo que iba hacia la súper tecnología y el hipercapitalismo, donde todos los problemas se iban a arreglar con tecnología y todo iba a estar cada vez más automatizado. Era un futuro sin sorpresas.

El problema es que hoy la gente está viviendo post COVID como si fuera pre COVID. Estamos armados para no ver la sorpresa, para no asombrarnos, para seguir la vida como antes. Entonces creo que una habilidad fundamental es evitar estos bloqueos psicológicos, que son sesgos emocionales, y que te hacen creer que todo seguirá como antes. Esto requiere armar una personalidad mucho más flexible, más dúctil, más abierta a registrar los cambios y procesarlos.

Por eso hablamos también de la auto reinvención y de la capacidad de leer la realidad en múltiples claves, que no te la da la formación disciplinaria. Se dice que la gente que tiene un tenedor cree que todo se puede arreglar con un tenedor. Entonces si sos ingeniero, creés que todo lo podés arreglar con ingeniería; si sos programador, con programación; si sos político o economista, lo mismo. Pero no es así; por eso me parece tan interesante esto de lo antidisciplinario. Aclaro que yo no estoy en contra de las disciplinas, sino a favor de las antidisciplinas: tener una, dos o tres formaciones profundas, pero interconectadas.

Las humanidades critican, pero se sienten impotentes; la ciencia transforma todo, pero no sabe para qué lo está haciendo y destruye el planeta. Necesitamos científicos que sean críticos y críticos que sean científicos: la doble formación. Por eso hablamos de la tercera cultura, más allá de la grieta entre ciencia y humanidades.

Vos podés llevar la tercera cultura a la escuela trabajando por aprendizaje basado en proyectos, pero mucho más si hacés escenarios de futuro desde que los chicos tienen seis años. Entonces les preguntás a los chicos cómo creen que va a ser el mundo, porque ellos son muy buenos futuristas, no tienen todos los bloqueos psicológicos y culturales que tenemos nosotros. Después viene la escuela, como decía Ken Robinson, y mata la creatividad, y a los chicos los ponés en un mundo sin sorpresas. Mitchel Resnick, del MIT, dice que tenemos que tener un “lifelong kindergarten”: la escuela en todos los niveles tiene que ser como el jardín de infantes.

–Hablás de “expandir alfabetismos”: ¿cómo abordar esto en el marco de un déficit tan marcado en la alfabetización?

–Para mí, educación disruptiva es que los chicos aprendan a leer y escribir. Como dijo Andrés Malamud hace poco, si vos querés tener una sociedad democrática, necesitás una conversación democrática, y por lo tanto una alfabetización masiva de la ciudadanía: que pueda entender lo que está pasando. Me parece prioritario enseñar bien Matemática y Lengua. Eso no pasa en casi ningún lado, pero en Argentina es un desastre. Se sabe cómo hay que hacerlo, pero no se hace.

Respecto de la alfabetización expandida o aumentada: ¿qué quiere decir estar educado en el siglo XXI? Tener cuatro competencias básicas. La primera es literacy, alfabetismos, pero no alfabetismos elementales: ser capaz de leer la ideología, la ciencia, la complejidad; leer entre líneas, en profundidad.

La segunda es numeracy: la alfabetización en cuestiones numéricas, no solo las operaciones elementales: tiene que ver con la capacidad de ver la realidad en números, estadísticas, gráficos; saber por ejemplo cuál es el PBI de Argentina, cuál era hace 10 años, qué pasa con el PBI per cápita, el consumo, el crecimiento demográfico. La mayoría de la gente no sabe la diferencia entre media, mediana, promedio: eso es un analfabetismo numérico gravísimo, porque entonces todo es opinión.

La tercera es articulacy, storytelling: la capacidad de articular las ideas en relatos que sean convincentes, llamativos, como los que tenemos desde el principio de la historia de la humanidad. Hoy nadie presta atención más de 10 minutos a nada. Y en algunos casos pueden ser 10 segundos, si sos tiktoker o según dónde estás parado. ¿Quién tiene esta habilidad? Los actores, los narradores, los vendedores, los que hacen shows en la calle. En este momento Milei es el rey de la articulacy.

Y falta una cuarta: la graphicacy, la capacidad de visualizar la información a través de dibujos e infografías. En algunos casos una imagen vale más que mil palabras: cuando la gráfica es potente, te permite ver relaciones causales y multicausales, conexiones.

Hoy también te diría, por ejemplo, prompt literacy: alfabetización en prompts (indicaciones) para ChatGPT. Uno tiene que alfabetizarse para saber cómo preguntarle al ChatGPT.

A los alumnos les decimos “show, don’t tell”, no me pongas un Power Point lleno de texto, poné una imagen llamativa, actuá, decilo vos, modulá, exponete, hacé el pitch. ¿Cómo vas a conseguir un trabajo hoy si no te vendés? Y te vendés porque leés bien la realidad, porque podés articular los números, porque sos capaz de hacer un chiste en el momento que corresponde, porque podés dibujar un gráfico con conexiones que de otra manera no se ven.

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