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Aprender una segunda lengua podría modificar la configuración del cerebro

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En la actualidad, más de la mitad de la población mundial es bilingüe. En Argentina, la enseñanza de lenguas extranjeras forma parte de la currícula nacional y provincial desde el nivel primario. La dinámica social bilingüe atraviesa múltiples ámbitos de nuestra vida cotidiana, en tanto amplía las oportunidades de recreación, empleo y movilidad social. Al mismo tiempo, estudios recientes han demostrado que la activación cerebral de personas bilingües y monolingües es distinta cuando realizan las mismas tareas. “Considerando el papel central del lenguaje en la comunicación diaria, no sorprende que la experiencia bilingüe conduzca a adaptaciones neuroplásticas en el cerebro”, sostienen Adolfo García, director del Centro de Neurociencias Cognitivas (CNC) de la Universidad de San Andrés y profesor de la Licenciatura en Ciencias del Comportamiento, y Lucía Amoruso, co-directora científica del CNC e investigadora del Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL). En una nueva publicación de la revista Annals of the New York Academy of Sciences, Amoruso, García y colegas estudiaron si también existen diferencias en la configuración intrínseca del cerebro bilingüe y el cerebro monolingüe. Es decir, si el aprendizaje de una segunda lengua impacta en cómo se organizan y comunican las distintas áreas del cerebro cuando no estamos realizando ninguna tarea

A partir de la técnica de magnetoencefalografía, los investigadores registraron la actividad cerebral de un grupo de bilingües con alto dominio del castellano y del Euskera, y un grupo de monolingües hablantes de castellano. “Al analizar los cerebros bilingües y monolingües en estado de reposo encontramos diferencias en la comunicación de las áreas de la red del lenguaje y otra red ‘madre’, encargada de integrar información cerebral a gran escala, más allá del lenguaje. Esto sugiere que el bilingüismo produce cambios en las redes cerebrales que trascienden los circuitos encargados de procesar el lenguaje”, explica Amoruso. En otras palabras, el estudio muestra que la experiencia a largo plazo con una segunda lengua genera patrones de conectividad cerebral diferentes a los de las personas que hablan una sola lengua. Además, mediante un análisis con machine learning mostraron que dichas medidas en estado de reposo predicen si una persona es bilingüe o monolingüe con 91% de precisión. 

Las actividades a las que nos exponemos en la vida cotidiana no son triviales para nuestro cerebro. Acá mostramos que nuestra experiencia lingüística deja huellas cerebrales que se advierten aún cuando no estamos realizando tareas verbales. Así como la exposición sostenida a una segunda lengua te puede ampliar los horizontes sociales y recreativos, también puede tener un impacto en la organización de tu cerebro”, reflexiona García y añade: “Lo fascinante es el ida y vuelta entre nuestra biología y nuestra experiencia. El cerebro influye en nuestras capacidades lingüísticas tanto como estas influyen en el cerebro”.

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