China frente a la guerra en Ucrania: ¿cuál es el rol del gigante asiático?
El conflicto bélico entre Europa está por cumplir un mes. Con más de tres millones de desplazados y una feroz crisis económica como dramáticas consecuencias, amenaza el equilibrio que intenta mantener Beijing entre Moscú y Occidente. La posición de China frente al conflicto viene siendo tema de profundo debate entre los analistas. En lo que va de la guerra, Beijing se ha mostrado ambiguo. Inicialmente ha apoyado las preocupaciones de seguridad de Moscú y también la integridad territorial de Kiev. Ha criticado las sanciones de occidente a Rusia, pero no ha salido a su rescate financiero. Ha cuestionado el rol de la OTAN y defendido la narrativa rusa sobre la existencia de laboratorio biológicos estadounidenses en suelo ucraniano, pero en una conversación de Xi Jinping con Emmanuel Macron y Olaf Scholz China se comprometió a una iniciativa humanitaria para ayudar a Ucrania.
En los últimos días, sin embargo, China parece estar dando señales de mayor preocupación. El pasado 14 de marzo en la ciudad de Roma se reunieron el Consejero de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Jake Sullivan, y el experimentado diplomático chino, el Consejero de Estado Yang Jiechi. La extensión del comunicado de prensa, de un solo párrafo, fue inversamente proporcional a la duración del encuentro, que llevó siete horas. Al otro día, el 15 de marzo, el embajador chino en Estados Unidos, Qin Gang, publicó un artículo en el Washington Post afirmando que el ‘conflicto entre Rusia y Ucrania no le hace bien a China'' y que si ‘China hubiera sabido acerca de la crisis inminente'' hubiera ‘intentado lo mejor para prevenirla''.
El juego chino parece entonces cuidar el largo plazo (evitando irritar a Occidente) y el corto plazo (evitando irritar a Rusia). Xi parece atravesar un ‘momento Den Xiaoping'', cuya guía de política exterior supo ser ‘esconde tu fuerza y espera tu momento''. Esta ambigüedad, sin embargo, era posible y viable en un escenario de guerra corta. La extensión temporal del conflicto es un claro dolor de cabeza para China porque la obliga a un mayor involucramiento político, demanda más exigencias de Moscú (asistencia, inclusive militar) y eleva los costos económicos del gigante asiático. Distintas voces, como la de Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, comenzaron a exigir mayor responsabilidad de China en el conflicto. Seguramente Sullivan haya transmitido ese mensaje a su par chino. Para China la guerra no era un problema, su extensión temporal sí. En los zapatos de Xi, el principal enojo con Putin quizás no sea la decisión de invadir Ucrania sino su incapacidad para ganarla en los primeros días.
Para entender los intereses de China en relación a la guerra ruso-ucraniana, sus dilemas y posibles opciones hay que entender dos planos temporales atravesados transversalmente por la ruta que transita China en el orden internacional. En relación a esto último, Beijing no es un actor geopolíticamente satisfecho con la distribución del poder en la estructura internacional, pero a diferencia de Moscú se comporta como un actor más responsable. En otras palabras, China viene buscando reformar “con características chinas” -no revisionar- el orden internacional y la globalización para eventualmente poder liderarlo. Como observó Rush Doshi en The Long Game, el juego chino consiste en trabajar dentro del sistema, primero, para luego desplazar la hegemonía americana.
Así, en el largo plazo las ganancias estratégicas de esta guerra parecen ser importantes para China. Las sanciones y el aislamiento de Rusia con occidente le llevan a Moscú inexorablemente al área de influencia de China, pero ahora desde una posición de mayor asimetría en el vínculo. A su vez, la desconexión energética que propone Europa le permite a China (dependiente de energía) incorporar a Rusia en su débil y poca diversificada matriz energética. La diferencia, sin embargo, sería aún sustantiva. En 2021, Europa importó de Rusia quince veces más de gas natural que China. En un plano más global, el comercio de China con Estados Unidos y la Unión Europea es diez veces el comercio con Rusia, un país que sigue teniendo poder militar (aunque menos del que suponíamos) pero tiene un PBI menor al de Italia o Brasil.
En otro orden de cosas, Washington y Bruselas no pueden pensar en aislar y desacoplar simultáneamente a Rusia y China. Mientras el problema sea Rusia y la geografía euroasiática, menos lo será China y la región del Indo Pacífico. En relación a este punto, la guerra ya trajo dividendos para Beijing: India se vuelve a poner el saco de los BRICS para dejar en el perchero el de QUAD (diálogo cuadrilateral entre Estados Unidos, Japón, Australia e India que tiene al ascenso de China como principal preocupación). Por último, las fuertes sanciones económicas y financieras a Rusia logran consolidar mayores lazos comerciales entre China y distintos actores, como Arabia Saudita, bajo la intermediación de la moneda china, el yuan.
Ahora bien, en el corto plazo la prolongación de la guerra es costosa. Desde lo estratégico profundiza las tensiones geopolíticas y genera inestabilidad en su periferia más próxima. A río revuelto, ganancia de pescadores parece ser el razonamiento de muchos: bloqueo del acuerdo nuclear de Irán; reclamo de Japón a Rusia por las islas Kuriles y nueva prueba misilística de Corea del Norte. Asimismo, en materia económica y financiera, China es la segunda economía del mundo y está expuesta a la incertidumbre global. Las guerras suelen ser inflacionarias, pero también inducen el estancamiento. Un escenario de estanflación a nivel global derrumbaría las proyecciones de crecimiento, en un contexto donde China enfrenta cierres por el rebrote del Covid. En febrero han salido importantes inversiones de no residentes en China -alrededor de seis mil millones de dólares- siendo el dato de marzo seguramente mayor. El rumor de que Rusia pidió asistencia militar a China provocó una fuerte venta de activos chinos en los distintos mercados derrumbando las cotizaciones de sus multinacionales solo comparables con la crisis del 2008. Por último, empresas con fuerte exposición en el mercado de Rusia, como Huawei, Oppo o Xiaomi, han visto caer dramáticamente las ventas dado la caída estrepitosa del rublo.
En síntesis, China tiene la opción de seguir jugando un juego largo o verse involucrada en un juego corto. El primero supone desacelerar la relación con Rusia, manteniendo una retórica pro-Moscú, pero buscando que el conflicto termine lo antes posible y ser parte de la reconstrucción de Ucrania, país en donde tiene también importantes inversiones en marcha. El riesgo de este juego es quedar del lado de Occidente. De ahí que China juega a ser oposición de la oposición, esto es criticando a Occidente. El segundo juego, ponerse abiertamente del lado de Moscú y apoyar materialmente, supone abrir un frente de enorme riesgo geopolítico y económico. Tendemos a pensar que China no sacrificará su relación de largo plazo con Occidente para salvar a Moscú.