“Odio la popularidad, es algo pernicioso para los escritores”, dijo convencida de cada palabra en una entrevista de julio de 1976 a la revista argentina Crisis. Tampoco le gustaban las entrevistas, pero cuando lo hacía, Clarice Lispector daba cuenta de sus convicciones.
Sus respuestas eran algo así como un pequeño milagro, puesto que –según cita Crisis– tenía fama de ser desconfiada, dura, huidiza, de pocas palabras. Ella, quizás consciente de su impronta, lo reafirmó a la periodista que tenía la grabadora encendida frente a ella: “Todo lo que tengo que decir lo digo en mis libros. Sus colegas tienen razón”, amén de un carácter más bien introvertido: “Soy tímida, muy reservada”.
Aunque a su pesar, sobre todo tras su muerte en 1977, Clarice Lispector es una de las escritoras brasileñas más populares en Latinoamérica, comparable con otros nombres cruciales como Rubem Fonseca, Lygia Fagundes Telles o Machado de Assis. Novelista y cuentista, también se desempeñó como periodista en periódicos de Río de Janeiro lo cual era su principal fuente de ingresos. “De la literatura no se puede vivir en esta tierra”, apuntó a Crisis.
No nació en Brasil, sino que en Ucrania en 1920, aunque llegó con casi dos años de edad junto a sus padres, inmigrantes judío-ucranianos. Primero residieron en Recife, donde creció y adquirió el acento nordestino que la caracterizaba. Siempre se mostró orgullosa de haberse criado en esa zona. “El nordeste es más profundamente brasileño que el sur: Río o San Pablo. Está más ajeno a las influencias extranjeras”, dijo a Crisis.
Hoy, su trabajo literario se encuentra de vuelta en las librerías nacionales. La mexicana editorial Fondo de Cultura Económica (FCE) acaba de editar el volumen Novelas I, que reúne a Cerca del corazón salvaje (1944), El candil (1946) y La ciudad sitiada (1948), las tres primeras de su trayectoria. Esto se suma al volumen que el mismo sello editó el 2021, que compila todos sus cuentos, y al volumen que la española editorial Siruela sacó a las vitrinas titulado Todas las crónicas, que reunió su labor periodística, y que también se encuentra en Chile.
La escritora nacional Andrea Jeftanovic es una reconocida admiradora de Lispector, y comenta a Culto sus rasgos como novelista. “Es una autora absolutamente experimental, reticente a escribir novelas convencionales, en sus libros, que se ajustan más a tal categoría, la trama es mínima. Su obra se distingue por la exaltación de la vivencia interior y por el salto de lo psicológico a lo metafísico. Lo que se despliega es más una meditación existencial, es casi una lección de filosofía de la condición humana desde personajes cotidianos (mujeres, dueñas de casa, niños, jóvenes)”.
Por su lado, Florencia Garramuño, traductora y directora del Departamento de Humanidades de la Universidad de San Andrés de Argentina, y quien ha traducido a Lispector al castellano, explica a Culto. “Mientras que en las primeras novelas Clarice Lispector ejercita una indudable experimentación formal, concentrada sobre todo en el uso del lenguaje y en el adelgazamiento del acontecimiento para darle primacía a la subjetividad, en sus últimos textos, la debilitación de una trama narrativa y la incorporación de referencias biográficas tienden a construir una intriga que parece desnudarse de sus constricciones formales y ficcionales, como si se escribiera, como la misma Clarice lo propuso, ‘con un mínimo de trucos’”.
Jeftanovic agrega: “Creo que ha sido reconocida más tardíamente como novelista porque su profunda introspección y reflexión metafísica no entraba en sintonía con la euforia abarcadora y regionalista de las obras contemporáneas del Boom Latinoamericano (tampoco abierto a las autoras y disidencias), pero sí veo sintonía con el rupturismo de Rayuela, de Cortázar, o Tres Tristes Tigres, de Cabrera Infante. Y, claro, cabe decir que como cuentista o cronista también es excepcional. Se merecía un lugar protagónico desde siempre”.
La novela que impactó
Con sólo 21 años, Clarice Lispector publicó Cerca del corazón salvaje, su primera novela. Fue un éxito rotundo, y le valió recibir el importante premio Graça Aranha a la mejor novela. “Genera mucho impacto en la crítica en el momento de su aparición por la extrañeza que ocasiona en una literatura brasileña hasta entonces muy preocupada por una fuerte conciencia de nacionalidad concentrada en la descripción de acontecimientos y paisajes -señala Garramuño- En Cerca del corazón salvaje, en cambio, la lengua se expande y torsiona para darle intensidad a los momentos mínimos, a los objetos, al sonido de un reloj. Con esa lengua novedosa Lispector construye una historia en la que cada detalle de una experiencia vivida importa, muchas veces, más que el acontecimiento mismo que hilvana una biografía”.
“Es increíble que esa novela la haya escrito una veinteañera –señala Jeftanovic–. A Lispector, desde sus inicios, no le interesa contar solo los hechos, sino explorar la repercusión de éstos en los individuos, en un trabajo donde el lenguaje es materia moldeable en la experiencia del despliegue del ‘yo’, dentro de un pensamiento lleno de misterio sobre la existencia humana, que se hace más enigmático desde la perspectiva infantil de la protagonista Joana a quien vemos crecer hasta la adultez (tiene bastante de novela de formación) y adueñarse del oficio de escribir. El relato no sigue un desarrollo cronológico, sino que se estructura a partir de breves momentos epifánicos; es decir, de instantes significativos que se recrean porque revelan algo crucial en el ámbito emocional y psicológico”.
“Lispector va así construyendo una narrativa que privilegia los estados interiores por sobre los acontecimientos de una trama narrativa, da vida a objetos y situaciones mínimas, irrelevantes para cualquier trama, pero fundamentales en tanto narración de una vida. Creo que sin dudas la novela es importante por lo que inaugura en la ficción brasileña y latinoamericana en general, pero al menos a mí hay otros textos de Clarice que me interesan más”, añade Garramuño.
Escritura e inmigración
De algún modo, la condición de inmigrantes de sus padres fue algo que la siguió como una sombra toda su vida, pese a ser criada en Brasil desde muy pequeña. “Muchos lectores me escriben preguntando si soy rusa o brasileña. Soy brasileña, claro, sólo que no nací en Brasil”, explicó ella misma en la entrevista con Crisis.
Para Garramuño, eso es algo que terminó por colarse en su trabajo. “Había algo de la experiencia de sus padres como refugiados que fue impregnando su modo de mirar el mundo, pero la considero una escritora muy brasileña, quizás más brasileña aún en sus novelas y textos a partir de los años de 1960″.
Jeftanovic comenta: “La experiencia del desarraigo, que no es solo étnico-cultural, es muy poderosa. Además, su familia, de origen ucraniano, se muda a Brasil por un desplazamiento forzado, tras una experiencia traumática, en la época de progroms rusos que se perseguían a la población judía. Eso sin duda marca, además que ese hecho implicó la muerte temprana de la madre lo que la sume en una experiencia profunda de orfandad”.
Además, la autora de No aceptes caramelos de extraños rescata un punto crucial: “No hay que olvidar que Lispector recibió educación judía, y a mí me recuerda el modo cómo se estudia en tal tradición, en la que lectura es un acto de interpretación sobre interpretación, no hay valor en la lectura dogmática sino en la capacidad de la pregunta y de la exégesis”.
Asimismo, para ella es crucial “como muchos de los hijos de inmigrantes” una relación con la lengua adoptada, en su caso, el portugués brasileño. “En su proyecto literario es fundamental la reflexión sobre el lenguaje, ella elige usar palabras sencillas y conocidas para reflexionar sobre los límites del mismo para dar cuenta de la experiencia humana. Es consciente de que la creación es un acto de peligrosidad, pues se entra en contacto con otra realidad, mediatizándola, en consecuencia se construye una escritura que pueda fundir en palabras la iluminación del instante”.
Así y todo, Florencia Garramuño piensa: “No creo que haya otro escritor o escritora brasileña que nos haya dejado mejores relatos del Jardín Botánico en Río de Janeiro, o de la experiencia de los migrantes nordestinos en Río de Janeiro, o de los modos en que se han constituido subjetividades brasileñas en determinados momentos. Mineirinho, su texto favorito, sin dudas es un relato incomparable sobre la violencia policial carioca”.
Le consultamos además a Jeftanovic, de qué modo la obra de Lispector ha influenciado a su propio trabajo como autora, en la que ha publicado novelas como Escenario de guerra (2000) o Geografía de la lengua (2007). “No sé si podría decir de qué modo se ve tal influencia, pero la tengo muy en mente cada vez que escribo, por ejemplo, en la búsqueda de una sintaxis emocional de los personajes. Y, también, en un despliegue más circular de la trama donde hay frases que funcionan como mantras y se repiten una y otra vez asentando un ritmo”.
“Asimismo, me interesa la tensión que establece una ruptura del personaje y el mundo dando paso a una crisis y al espacio para la digresión –añade–. Y, también, en la búsqueda de imágenes plásticas que condensen una experiencia y su resonancia interna de modo sinestésico, con sabores, olores, texturas. Me inspira esa combinación entre densidad psicológica y la fuerza poética”.