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Cómo el smartphone modificó la manera de comunicarnos

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De qué hablamos cuando hablamos del smartphone. Uno de los libros más interesantes que aborda el tema, aún cuando tiene ciertos capítulos en los que cae en un conservadurismo desangelado, es El tercer cerebro, de Pierre-Marc de Biasi (Ed. Ampersand). El título, que es muy controversial, se debe a que el autor dice que hoy la comunidad científica parecería reconocer que el ser humano tiene dos cerebros: uno intelectual, que está en el cráneo, y otro emocional, que está en el vientre. Pero él, advierte, hay uno más: el smartphone.

Con este ensayo como marco, dos referentes como Silvia Ramírez Gelbes y Mora Matassi participaron en un diálogo moderado por Patricio Zunini en el auditorio de Ticmas y hablaron sobre el impacto que el teléfono celular provoca particularmente en las comunicaciones. Matassi, además, habló de otro teléfono: el teléfono de línea, ese al que Martín Kohan le escribe un réquiem en ¡Hola! (Ed. Godot), réquiem para el teléfono de línea. Una suerte de saludo, de despedida, de “sale el espectro” del viejo teléfono.

“El smartphone es la herramienta con la cual interactuamos en el mundo día a día, es la vía que canaliza todas nuestras necesidades”, decía Ramírez Gelbes, que es doctora en Lingüística, y profesora y licenciada en Letras por la UBA y profesora en la Universidad de San Andrés. Para ella, hay una creencia generalizada por la que cada aparición de una nueva tecnología, en lugar de colaborar con la humanidad, va a provocar algún tipo de deficiencia humana. Esto era lo que decía Sócrates sobre la escritura: que iba a provocar el maleficio del olvido. Lo paradójico, claro, es que sabemos que lo dijo porque lo escribió Platón en Fedro. “El smartphone aparece, ya no como un medio que habilita la comunicación entre dos personas, sino como un sujeto comunicativo él mismo”, decía Matassi. Profesora e investigadora en la Universidad de San Andrés, Matassi acaba de publicar por la editorial del MIT el estudio To know is to compare, en el que analiza el ecosistema de las redes sociales.

Se habla de un objeto comunicativo, pero a la vez implica nuevas relaciones y formas de comunicarse.

Silvia Ramírez Gelbes: Un fenómeno de nuestro tiempo es que se terminaron los tiempos muertos. Yo no sé si a ustedes les pasa, pero cuando llego al semáforo en el auto, miro a ver si tengo algún mensaje. Como si de semáforo a semáforo aparecieran muchos mensajes. Lo que quiero decir es que esta no es una conducta provocada por el smartphone. Sino que nosotros le aplicamos esta funcionalidad al smartphone. Es una necesidad de nuestra época.

Mora Matassi: Algo que me parece súper interesante del libro El tercer cerebro es el capítulo que trabaja sobre el tema de la distracción —un tema recurrente cuando se habla de los teléfonos—. Se suele pensar que el teléfono es lo que distrae y no que la persona es la que tiene ganas de distraerse. Por eso es interesante lo que dice De Biasi, que hace el planteo inverso y dice que hay conductas sociales por las cuales los sujetos necesitan ir a buscar distracciones. En ese sentido, el teléfono opera como el elemento perfecto.

¿Cómo interviene el smartphone en esta época en donde estamos comunicados todo el tiempo, pero cuando las piezas de comunicación son muy breves?

Silvia Ramírez Gelbes: La comunicación se está dando en la mayoría de los casos mediada por la escritura. En algunos casos por la oralidad, pero teniendo una característica que rompe el rasgo típico del diálogo, que turno – turno, porque muchas veces los turnos se superponen. Aún así, lo que han mostrado las investigaciones es que los diálogos, que pueden ser muy breves, tienden a dar paso al encuentro físico. No es cierto que los diálogos se queden todos en lo mediado por el smartphone.

Mora Matassi: Agregaría que suele haber un pánico moral sobre los smartphones, que sería que las personas están cada vez más solas porque están cada vez más tiempo solas con el teléfono, y, por lo tanto, intermedian sus vínculos y su contacto con el mundo a través de este dispositivo. Y es todo lo contrario. Los momentos de soledad con el teléfono coexisten con una gran multiplicación de los vínculos en un manejo conectado de las relaciones, donde lo que sucede en persona empieza a convivir en una especie de flujo indiferenciado con lo que sucede virtualmente. Ahí el teléfono es central justamente porque permite la multiplicación y la simultaneidad de las comunicaciones en las cuales intervenimos.

¿Qué efectos provoca la comunicación por WhatsApp, cuando el otro tilda el mensaje, pero tarda en responder?

Silvia Ramírez Gelbes: En este momento estoy dirigiendo una tesis que justamente habla de los tiempos de espera en relación con la respuesta, y lo que puedo decir es que los tiempos se ponderan distinto según el destinatario y la situación. No es lo mismo el tiempo de espera de la respuesta de un novio o novia cuando se sabe que en ese momento la pareja está libre, por ejemplo. Pero quien sabe muchísimo del tic azul es Mora, que habló de eso en su tesis de grado.

Mora Matassi: ¡Que dirigiste vos! El tema de la inmediatez en la comunicación mediada por pantallas me interesa hace un montón y, sobre todo, qué pasa con los puntos de quiebre de esa continuidad en las comunicaciones. Qué pasa cuando dos personas chatean y una deja de contestar y aparece el tic azul. Todo lo que pasa en la comunicación por pantalla se tiende a completar con muchos más sentidos que en persona, al revés de lo que se suele pensar. Entonces hay un montón de interpretaciones y usos sociales estratégicos sobre el visto de WhatsApp, que eventualmente hablan de la incomodidad de imaginar que algo de ese flujo comunicativo se puede llegar a romper. ¿Por qué? Porque si la persona se siente involucrada en ese diálogo, la lastima una ausencia del otro lado.

Silvia Ramírez Gelbes: Yo quisiera agregar que no solamente influye el tiempo de espera del destinatario, sino que —y esto es parte de lo que estudió Mora— empiezan a existir estrategias acerca de cómo comportarse ante espera. Me gustaría que cuentes la anécdota de la chica que se había peleado con su novio.

Mora Matassi: Sí, en los estudios de comunicación que tienen que ver con el uso de smartphones se ha hecho hincapié en qué hacen las personas para evitar dar respuesta, para generar un límite con los demás. Se suelen llamar estrategias de inatención: cómo hacés vos para escabullirte, para salirte del entorno digital. Pero se estudia mucho menos qué pasa con las personas que están en situación de espera: qué pasa cuando quieren una respuesta y no la reciben. Cuando estaba haciendo la tesis, encontré un montón de anécdotas sobre ese manejo activo —Porque yo planteo que hay una agencia en la espera— y una es la de esa chica. Ella estaba saliendo con un chico, y acercaba San Valentín y el chico no le habla, y ella, entonces, tomó la decisión de darle una señal: un viernes que él iba a salir, ella, que no tenía ningún plan se fue a dormir, pero puso la alarma a las tres o cuatro de la mañana, simplemente para despertarse, abrir WhatsApp y que marcara que se conectado a esa hora. Y la estrategia fue efectiva, porque al día siguiente el chico le preguntó si había salido y los hizo volver a hablar. Fue una estrategia efectiva para llamar la atención de este sujeto, que nos habla de cómo se configura nuestra presencia en estos entornos.

Antes, cuando a uno lo atendía un contestador, cortaba la mayoría de las veces. Pero ahora, ¿cómo cambia la comunicación con el mensaje de audio de WhatsApp?

Silvia Ramírez Gelbes: La verdad es que vivimos en una época en la cual hay mucho interés por el yo. Mucho interés por la propia individualidad. Dejar un mensaje para que alguien lo escuche —incluso de cuatro minutos, que es insoportable—le da satisfacción a la persona que lo deja. Yo no sé si hoy, ya bien adentrados en el siglo XXI, uno cortaría después de escuchar el contestador. Creo que hay un cierto regodeo en dejar la propia voz en algún lugar.

Mora Matassi: Una cosa más para cerrar este tema, es que el smartphone se usa muy poquito para las conversaciones telefónicas. Incluso hay algo como de fobia a las llamadas telefónicas. Por eso, me parece bien que el libro de Martín Kohan tenga como subtítulo un réquiem para el teléfono, un réquiem para esa forma del contacto con la voz del otro, despegado del cuerpo, etcétera.

Silvia Ramírez Gelbes: Como todos sabemos, tenemos el smartphone siempre encima, nos lo llevamos a todas partes —invito a cada quien a que piense a dónde se lleva el smartphone—. Entonces no llamamos directamente a una persona, sino que primero le preguntamos “¿Te puedo llamar?”. Porque podemos interrumpir cualquier actividad.

Antes hablaban de la distracción, pero ¿cómo se “combate”?

Mora Matassi: Yo lidio con eso. Es una pregunta que he pensado en algunos papers que he escrito y también en mi vida cotidiana: cómo hago para que este objeto, que es tan tentador, no deje de llamarme a mí. No que no me llamen otras personas, que me llame el teléfono mismo. He hecho entrevistas con personas tratando de entender sus vínculos con sus celulares y siempre hablan de que el momento de despegarse del celular es dificultoso. Nos vamos a dormir con los teléfonos; son los que nos cantan una canción de cuna. Nos despertamos y ahí está. Pero se suele pensar que es totalmente negativo, y no necesariamente. Muchas dudas uno las resuelve con el teléfono.

Silvia Ramírez Gelbes: Yo plantearía la cuestión a la inversa: ¿qué nos pasaría si durante un lapso extenso mirásemos el teléfono y no tuviéramos ninguna comunicación? ¡Qué momento de horror sería ese! “¡Ya no me quiere nadie!”

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