Covid-19: hartazgo, rebeldía y falsa sensación de seguridad, los riesgosos comportamientos en la tercera ola
El jueves se registraron 138 muertos por coronavirus en una jornada y fue el primer día en superar la barrera de los 100 decesos diarios desde septiembre del año pasado. Los fallecimientos crecen a un ritmo sostenido y en las últimas dos semanas el aumento fue superior al 150%, una tendencia en alza que también se refleja en la curva de casos diarios que en el mismo período de tiempo creció más de 330% con días que superaron los 139.000 nuevos enfermos.
La llegada de ómicron y su diseminación por todo el país aceleraron la explosión de la tercera ola y rompió todas las marcas registradas desde hace casi dos años cuando el Covid-19 llegó a la Argentina. En este escenario, que no parece ser más grave que los anteriores rebrotes, principalmente, porque los sistemas sanitarios no están en tensión, las costumbres y hábitos están cada vez más alejados de los cuidados preventivos necesarios para evitar la propagación del virus, sobre todo en las ciudades más turísticas y en los grupos más jóvenes.
La comunidad científica de todo el mundo comienza a debatir si la nueva variante podría ser la transición hacia la endemia y en nuestro país se va actualizan los protocolos, sobre todo aquellos referidos al aislamiento de contactos estrechos de acuerdo a los esquemas de vacunación y dosis de refuerzo. En este contexto, ¿la sociedad ya comenzó a decretar el fin de la pandemia por su cuenta?
“Se ve una negación de la realidad vestida de rebeldía y cierta irresponsabilidad ante la situación, sobre todo en los más jóvenes. Estamos en una lucha de poder con el virus, una sensación de querer ganarle al virus y la vivencia de recuperar el poder ante un virus que llegó y dijo ‘soy más poderoso que ustedes’. Además, las personas ya saben que el peligro de llegar a terapia intensiva o morir, que aterrorizaba en los primeros meses, se aleja”, analiza el psiquiatra José Abadi.
El especialista, autor del libro Y el mundo se detuvo (Penguin Random House) sobre el impacto de la cuarentena en la vida de las personas, explica que en las primeras dos olas hubo un “síndrome pandemia” que consistió en hartazgo psíquico, agobio físico y vivencia de ausencia de futuro que generó angustia y depresión en niveles muy altos. “A la gente le resultó muy difícil de procesar, tuvo que salir y ahora se está notando una actitud prepandemia en plena pandemia, un deseo de retornar a lo anterior por el hartazgo provocado y el agobio de estar encerrado”, sostiene.
Los casos en la Argentina
Los últimos datos disponibles indican que hoy se registraron 96.652 nuevos contagios y 88 fallecidos. Tiempo atrás, durante la segunda ola y a mitad del año pasado hubo una combinación de factores en el peor momento de la pandemia, con una elevada cantidad de contagios y decesos y las Unidades de Terapia Intensiva (UTI) al límite, con ocupaciones que superaban el 90% de la disponibilidad de camas. En ese entonces el pico de casos diarios promedio llegó a 41.000 y los fallecimientos a 620.
La expansión de ómicron provocó una suba abrupta en el número de contagios aunque el impacto en los hospitales y clínicas de todo el país aún no se siente, principalmente en las salas de cuidados críticos. La ocupación en las UTI es del 41,7% en todo el país (la semana pasada era de 37,8%) con 2268 pacientes internados; en el área metropolitana la ocupación llega al 41,4% (38,8% la semana pasada) y en la ciudad, el sector público registra un 16,3% (9,8% el registro anterior) y en el privado del 23,2% (19,7% hace siete días).
“La de ómicron es una pandemia diferente por las características de las cepas, con una altísima transmisión y con cuadros de las vías respiratorias altas que no pone en riesgo el sistema de oxigenación, hay menos internaciones y las que hay son de personas no vacunadas. Hay una representación social de esta nueva ola que se basa en la idea de que todos nos vamos a contagiar, lo cual parece ser probable porque hay una realidad empírica”, opina el psicólogo y sociólogo Martín Wainstein, director de la carrera de Psicología Clínica de la Universidad de Buenos Aires.
Cantidad de fallecidos
“Frente a un enemigo incierto, como es el virus, uno escapa o se paraliza y se queda quieto. La actitud de la gente en la primera ola fue de parálisis, de encerrarse para adentro, y en esta ola, fue de escapar. El cambio en las conductas ocurrió porque la gente visualizó que el virus es menos mortal, el peligro es contagiarse, no morir. La mayor parte de los casos son portadores sanos y el efecto de la vacuna, ayuda”, explica.
Tanto Abadi como Wainstein coinciden en que la sociedad se está preparando para la transición de la pandemia a la endemia, a vivir definitivamente con el virus, aunque son cautelosos. “No creo que la gente haya decretado el fin de la pandemia. La sociedad se siente más fuerte por el factor tiempo, se acostumbró. A veces hay un comportamiento, una actuación que se da en función del deseo, como si la pandemia hubiese desaparecido, pero sigue estando ahí”, comparte Abadi.
Por su parte, para el sociólogo y profesor de la Universidad de San Andrés, Alejandro Artopoulos, lo que está ocurriendo con los comportamientos sociales corresponde a un efecto de inercia y la falta de adaptación a los cambios en plena pandemia, con resistencia y sobreactuación, según el momento.
“Las conductas ya fueron modificadas durante la pandemia y lo que sucede ahora es que se está construyendo una nueva normalidad, un nuevo encuadre, con cambios en el funcionamiento de la sociedad que antes de la pandemia no teníamos. Son cambios que ya quedaron firmes, aunque no están del todo asentados”, explica Artopoulos. “En los próximos meses veremos cuántos de esos cambios quedan firmes, son tendencias, y cuáles son resistidos. Son tensiones hacia dentro de la sociedad que se van a negociar, por ejemplo, con el teletrabajo. Esto es parte de la transición de pandemia a endemia”, agrega.
Qué opinan los infectólogos
Una de las diferencias importantes entre las diferentes olas es el despliegue de la campaña de vacunación. Actualmente el 74,8% de los argentinos cuentan con dos dosis (33.941.895 personas) y 20,1% tienen la dosis de refuerzo (9.123.779 personas), con el 85,9% con al menos una dosis (38.960.914 personas). El nuevo rebrote pone en mayor riesgo a quienes no tienen el esquema completo o aquellos que ni siquiera recibieron una aplicación. Para los especialistas en infectología, sin embargo, esta variable no debería indicar el fin de la pandemia ni de los cuidados preventivos.
“Hay un grupo social que considera que la pandemia ya se transformó en algo benigno y que las variantes en circulación dan enfermedad leve, además de que se sienten protegidos por estar vacunados y que las actividades al aire libre no contagian. Son todas lecturas incorrectas”, sostiene con énfasis Eduardo López. “Una parte de la sociedad piensa que la pandemia se terminó, no tengo dudas, si no, no veríamos la cantidad de personas que se ven en la playa. Hoy no hay ningún dato concreto que en el futuro inmediato se transite de pandemia a endemia”, agregó el jefe del Departamento de Medicina del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.
La vacunación en el país
El comportamiento social es, para Ricardo Teijeiro, la razón principal del aumento de la circulación viral en forma exponencial. “Estamos en plena pandemia y de ninguna manera se puede pensar en pasar a endemia tan rápidamente”, alerta. “Hay mucho contagio, pero no enfermedad que se complique. Mucha gente como ve que no hay riesgos de salud considera que no tiene riesgo. Seguramente los contagios caigan en una meseta y disminuyan durante febrero, pero no sabemos cómo se comportará el virus en un proceso de endemia”, agrega el infectólogo.
Ambos especialistas coindicen en pronosticar que durante las próximas dos semanas los contagios seguirían en niveles altos y comenzar a bajar el mes próximo, teniendo en cuenta que con una positividad de entre el 50% y 60% los casos no detectados por día superarían los 500.000. Recién en esos momentos, cuando se produzca una merma, se podría comenzar a hablar de transición hacia la endemia, aunque una parte de la sociedad ya lo esté haciendo.