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Daniel Aromí: “Mucha atención sobre inflación genera inflación, es una profecía autocumplida”

El doctor en Economía analiza los mensajes en redes sociales y su impacto en el aumento del índice de precios. La psicología y el comportamiento social al servicio de la investigación sobre procesos económicos. Y los aprendizajes de los argentinos contra la inflación.

  Doctor en Economía, investigador del Centro Analítica Económica y Empresarial de la Universidad Católica Argentina (UCA) y del Instituto Interdisciplinario de Economía Política de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Daniel Aromí se especializa en economía conductual y esta semana participó de la “Agenda Académica” de Perfil Educación. “Lo que vemos, luego de analizar millones y millones de mensajes en Twitter en Argentina, es que mucha atención sobre inflación genera inflación, es una profecía autocumplida. De esa forma, todo se vuelve más inestable, porque cualquier shock es retransmitido y multiplicado”, sostuvo.   Docente del Doctorado en Economía en la UCA, y de “Tópicos de Microeconomía” en la UBA, de “Economía y Psicología” en la Universidad de San Andrés (UdeSA) y de “Economía Conductual” en la Universidad Nacional de La Plata, Aromi es autor de diferentes papers que analizan el comportamiento social y su efecto en la economía, como “Medición de incertidumbre económica en redes sociales en base a modelos de procesamiento de lenguaje natural”; “Palabras links en el discurso económico: implicaciones para los pronósticos macroeconómicos”; y “Previsiones de crecimiento del PIB y flujos de información: ¿existe evidencia de reacciones exageradas?”; y es coautor de “Pronóstico de la inflación con twitter”. “Hace veinte años se pensaba que no había que prestarle atención a la psicología para entender la economía, que solo había que ver variables duras, entender qué pasaba con las cosechas o con el precio del petróleo. Pero ese consenso hoy cambió”, destacó.   En “Pronóstico de la inflación con twitter” usted ha investigado el comportamiento de esa red social en relación a las menciones sobre inflación en Argentina entre 2012 y 2019. Su conclusión es que “la evidencia indica que los mensajes de Twitter brindan información valiosa sobre la inflación esperada y la incertidumbre”, por lo que ese trabajo permite pronosticar índices inflacionarios. En base a ese estudio, ¿cómo podría definir los patrones de conducta de los argentinos en relación a la inflación?   —Siempre estuve muy interesado en entender la psicología de los agentes y mi agenda de investigación evolucionó hacia concentrarme en medir los elementos psicológicos y las expectativas vinculadas a cuestiones macroeconómicas, lo que sería aplicar elementos de psicología para entender la macroeconomía. Buena parte de esa tarea tiene que ver con cómo medir esta problemática, por lo que se suma lo que hoy se llama Big Data, modelo de aprendizaje computacional o procesamiento automático. Desde esa perspectiva, mi interés es tratar de medir las creencias de los agentes económicos y el nivel de atención que se le presta a distintos temas. En ese marco, nosotros medimos el nivel de atención que se le asigna a la inflación en Twitter. Buena parte de nuestro trabajo tiene que ver con medir mensajes en redes sociales y ahí advertimos que en Argentina se le asigna mucha importancia a la problemática de la inflación. A partir del análisis automático de millones de mensajes en redes sociales, obtenemos un nivel promedio y las fluctuaciones mensuales del nivel de atención que se le asigna a la inflación. Así observamos que es un tema importante de cómo funciona la economía argentina y cómo los argentinos ven la macroeconomía. La inflación lleva muchos años y tiene impacto sobre nuestros aprendizajes, nuestra memoria y nuestros actos reflejos a la hora de tomar decisiones económicas. Argentina está en un régimen de mucha volatilidad e inestabilidad y uno de los aspectos que caracteriza a los argentinos es que hay una enorme reacción a noticias adversas sobre el tipo de cambio, que se refleja en el aumento del nivel de precios. Esto es algo que no ocurre en otros países. El comportamiento de los agentes económicos argentinos está coordinado de forma tal que ante un shock en el tipo de cambio, rápidamente los precios responden. Y nosotros lo vemos en nuestros hallazgos sobre las menciones que hay en Twitter sobre inflación. En cambio, los pronósticos recolectados por el Banco Central no logran prestarle atención a ese aspecto, que es discutido por los agentes económicos. Lo que vemos, luego de analizar millones y millones de mensajes en redes sociales en Argentina, sugiere que mucha atención sobre inflación genera inflación, es una profecía autocumplida. De esa forma, todo se vuelve más inestable, porque cualquier shock es retransmitido y multiplicado.   —Usted estudia la economía conductual, que tiene como objetivo mejorar la comprensión de los procesos ecómicos a través del análisis del comportamiento de los actores sociales. ¿Qué diferencias encuentra en el comportamiento de los argentinos con ciudadanos de otros países?   —Mi investigación no tuvo que ver con estudios comparativos con otros países. Pero tengo métricas duras y cuando procesamos la información en Twitter vemos que la cantidad de veces que la gente discute inflación en Argentina es el doble o el cuádruple de lo que se observa en otros países. Comparaciones con Inglaterra, Chile o Brasil demuestran que las menciones con la palabra inflación están mucho más arriba en Argentina. Uno puede especular con cómo la historia nos marcó, porque cuando se comparan niveles de inflación a través de las décadas se entiende porque hay pocos países que han experimentado estos niveles de inflación en los últimos veinte años. Nosotros estamos entusiasmados porque creemos que logramos ver un fenómeno social a través de las redes sociales. Estos son ejercicios de pronósticos, no es que vamos a acertar el nivel de inflación. Pero esa información ayuda a tener pronósticos más precisos y es información que no está siendo incorporada por los que analizan este proceso. A medida que pase el tiempo, se van a incorporar estas herramientas, que son útiles porque cada vez más usamos las redes sociales y cada vez más podemos interpretar la información que aparece en las redes sociales. Estos avances en el procesamiento de datos han ido mejorando y nos permiten entender fenómenos sociales. Es la forma en la que vamos a ir haciendo cada vez más ciencias sociales. Medimos menciones de inflación y también medimos menciones de salario y de dólar. Hicimos esos ejercicios y obtuvimos resultados muy similares. El argentino no solo está pensando en inflación sino también se preocupa por qué va a pasar con su salario, con el dólar. Nosotros estamos escuchando qué pasa con la inflación en Twitter como si fueran millones de cafés. Así  estamos escuchando millones de cafés hablando sobre la inflación en Argentina.   —En la Universidad Católica Argentina usted ha elaborado el Índice de Incertidumbre Económico. ¿Cuáles son los aportes de este indicador basado en el estudio de redes sociales?   —En Argentina, cuando vemos una devaluación rápidamente anticipamos que la inflación se va a disparar y entonces se produce una disparada de precios. Y eso se puede observar en la reacción de la gente en Twitter, que es un indicador muy informado de lo que puede hacer el Gobierno, como un cambio de la tasa de devaluación. La política tampoco está generando las condiciones para que se controle la inflación, pero es una tragedia colectiva y la estamos construyendo día a día. Cada uno toma decisiones que son convenientes en términos individuales pero en términos colectivos, no lo son. En nuestro estudio podemos demostrar que las variaciones que se le prestan al nivel de atención en Twitter, a través de un índice que logramos extraer de millones de twits, sirven para mostrar que la inflación es un elemento de un proceso complejo, que es la macroeconomía, y un elemento que tiene grados de libertad. Aun si la política económica trata de restringir el comportamiento del nivel general de precios, hay un elemento independiente, que tiene que ver con cómo los agentes coordinan sus comportamientos y que pueden darle el brazo a torcer a la política económica. El Gobierno quizá quiere marcar un sendero, y sin embargo, los agentes van para un lado distinto y la política económica se tiene que adaptar por millones y millones de argentinos que establecen a qué precio vender en forma minorista, a qué precio venden en las grandes industrias, o cómo los trabajadores negocian salarios. Es un marco de mucha inestabilidad y pocas anclas. En Argentina están faltando esas anclas que son las que limitan estos procesos que empiezan a independizarse y que pueden atentar contra el aumento inflacionario.   —Sus investigaciones basadas en la observación de redes sociales demostraron que es posible pronosticar índices futuros de inflación. ¿Cómo operan en esos pronósticos los procesos psicológicos que usted incorpora al estudio económico?   —Nosotros tenemos una medida estandarizada y nuestros ejercicios de pronóstico muestran que cuando se incrementan las menciones a la inflación en las redes sociales, la inflación esperada del siguiente mes aumenta un 0,4% y los errores de pronóstico también aumentan el 0,4% el próximo mes. Eso nos permite anticipar aumentos en los niveles de la inflación. Establecimos una relación dinámica, pero no podemos afirmar que es una relación causal. Yo me inclino a pensar que no es Twitter, sino un fenómeno de psicología social. El dólar como refugio de valor es claramente el principal mecanismo que observamos frente a la protección de valor, pero es un aprendizaje distinto al de la hiperinflación de 1989 cuando uno cobraba su salario y rápidamente iba a comprar al supermercado para no perder valor. No hace falta hablar mucho de mecanismos psicológicos para entender que el argentino va al dólar como reserva de valor, es una respuesta individualmente racional. A mí me interesa la psicología y en escenario de crisis está determinado cómo nos imaginamos el futuro o qué aspectos préstamos más atención pero hay otros escenarios, como el de persistente inflación alta que ya no depende de elementos psicológicos. Cuando uno piensa en psicología, aparece un mecanismo de análisis que es el nivel de atención que se le asigna a un tema, y la inflación está presente en nuestra memoria y nuestra vida cotidiana, es parte de la psicología que tiene presente el argentino. También está el aprendizaje de las experiencias en las que se perdió frente a la inflación, que la riqueza cayó, o el poder adquisitivo se redujo o fue dañada por la inflación. Ese aprendizaje sugiere que convenientemente es necesario proteger los activos usando otro tipo de formas de cuidar al valor, como activos externos como el dólar o ahora las criptomonedas. Pero también aparecen las negociaciones salariales, entre empleados y empleadores, que muchas veces están teñidas por preocupaciones frente a la imposibilidad de reducir los índices de inflación. Uno piensa en los mecanismo que hacen que los precios sigan subiendo y uno de esos mecanismos es la negociación salarial y la historia lleva a negociaciones dificultosas para que los precios se estabilicen.   —Es interesante esta reflexión sobre la lectura de aprendizajes en el comportamiento social aplicado a la economía. ¿Qué otros aprendizajes se puede haber logrado en la Argentina sobre inflación a lo largo de la historia reciente?   —En teoría macroeconómica hay bastantes contribuciones que hablan de estos escenarios de múltiples equilibrios, en los que el rol de la política macroeconómica se magnifica, porque en un buen escenario la política económica debe marcar el sendero. Y esta historia de autoprofecías cumplidas en relación a la inflación en la Argentina, es una historia de psicología social, de cómo nuestra sociedad va transmitiendo creencias y construyendo un sentido colectivo. Hay un aprendizaje en los argentinos, porque la historia inflacionaria argentina marca la respuesta que manifestamos en el presente. Si nos paramos en el 2002 en Argentina, la inflación se aceleró en un momento, luego se mitigó y unos meses después se vio un franco proceso de desinflación. No hubo hiperinflación. Siguiendo a Daniel Heymann, que es un profesor de la UBA, con el que tuve mucha interacción en todos estos años, uno se imagina que ahí tuvimos una cuestión de aprendizaje durante los años previos de la Convertibilidad. Uno puede pensar que los años de la Convertibilidad sirvieron para aprender ciertas reacciones frente a las noticias. Hay una parte que es racional, otra es intuitiva. Aquello del Sistema Uno, basado en lógica y racionamientos explícitos, y el Sistema Dos, asociado a intuiciones. Nuestra actitud frente al comportamiento inflacionario está asociada a pensamientos lógicos e intuitivos. Los aprendizajes adquiridos durante los años de la Convertibilidad habrían permitido que en 2002 el proceso inflacionario no se haya desbordado. Cuando nos paramos en 2022 y miramos los últimos 15 años, vemos un aprendizaje y a medida que fueron acumulándose los datos estamos adquiriendo actitudes que magnifican los shocks y, de esta manera, cada vez es más difícil domar este proceso de inflación. Por la experiencia acumulada, los argentinos respondemos severamente al aumento de precios y así se alimenta el proceso inflacionario. En la mayoría de los países del mundo son pocos los que saben quién es el ministro de Economía, pero en Argentina casi todo el mundo lo sabe. Y eso es un indicador de cómo nuestra historia y nuestras dificultadas han capturado la atención del ciudadano promedio, que le presta mucha atención a los eventos económicos.   —Esta sección se llama “Agenda Académica”, porque propone brindarle espacio en los medios masivos de comunicación a investigadores y docentes universitarios que se especializan en distintos temas. La última pregunta tiene que ver, precisamente, con ese objeto de estudio: ¿por qué se especializó en comportamientos psicológicos para estudiar la economía?   —Mi sendero de investigación tuvo que ver con algo de resignación, porque nuestra psicología es tan compleja que no la podemos descifrar, pero podemos medir día a día qué estamos manifestando. Es difícil descifrar cómo piensa el ser humano y como investigador arranqué por investigar sesgos específicos pero hoy estoy más preocupado en medir qué estamos manifestando día a día. Hace veinte años se pensaba que no había que prestarle atención a la psicología para entender la economía, había que ver variables duras, entender qué pasaba con las cosechas o con el precio del petróleo. Pero ese consenso hoy cambió. Yo fui parte de ese proceso de cambio de gente que estudia la macroeconomía prestándole mucha atención a cuestiones de creencias de distintos tipos de actores. El análisis macroeconómico se transformó y la psicología es aceptada en países como Argentina que enfrente grandes dificultades, pero también en economías avanzadas.

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