Desaprobación, descontento y potenciales sorpresas
Aprobación. La ultima encuesta de satisfacción política y opinión pública (@ESPOPok) registra una caída en la aprobación del gobierno. En la actualidad, según nuestra medición, la proporción de entrevistados que nos dice que aprueba mucho o aprueba algo al gobierno es del 18%. Para el desempeño del gobierno y el nivel de demandas insatisfechas de la sociedad argentina, el dato por si solo es una foto del humor social que, como ya describió Mora y Araujo en “La Argentina Bipolar”, es oscilante. Pero la foto del humor social es mejor entenderla si vemos la película, esto es: la serie de tiempo de la evolución de la aprobación presidencial. En enero de 2020, apenas un mes de asumir su mandato presidencial, Alberto Fernández reunía un 50% de aprobación y un 40% de desaprobación. Prácticamente las preferencias se mantenían congeladas desde la elección de octubre. Los que lo votaron lo aprobaban, los que habían votado a sus rivales lo desaprobaban. No tenía “luna de miel”, como se denomina al período de los primeros días de un gobierno recién elegido. En ese período, por lo general, las expectativas depositadas en un nuevo gobierno mejoran la disposición y las actitudes hacia los nuevos gobernantes y eso dispara los niveles de aprobación muy por encima de la votación recibida. Mauricio Macri, por ejemplo, en febrero de 2016 alcanzaba el 72% de la aprobación. No era el caso del presidente Alberto Fernández, en enero o febrero de 2020. Sin embargo, la llegada de la pandemia del sars-cov-2 obligó al gobierno a reaccionar, coordinar medidas y decisiones con otros niveles de gobierno. Y así fue que en abril de 2020 la aprobación del presidente Alberto Fernández trepó al 67%. Incluso quienes no lo habían votado, ahora aprobaban a un presidente diligente y presto a resolver los problemas sanitarios de los argentinos. El efecto de actitudes positivas hacia los gobernantes también elevó la aprobación del jefe de gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires.
Pero, pasaron cosas. Una larga lista de decisiones, acciones, omisiones y enunciaciones fueron erosionando la aprobación presidencial. Las idas y vueltas en torno a la empresa Vicentin, el conflicto con la policía bonaerense que detonó la quita de coparticipación a la CABA y la consecuente ruptura de la sociedad Fernández-Larreta, la liberación de presos, las declaraciones de la vicepresidente acerca de los “funcionarios que no funcionan”, y un largo etc. fueron mellando la imagen del gobierno y las actitudes positivas hacia este. Para fines de 2020 la aprobación llagaba al 32%. La aprobación siguió cayendo entrando el año electoral (2021), y se amesetó en 25%. Durante todo el 2021 nuestras estimaciones indicaban que 1 de cada 4 aprobaba al gobierno. El potencial repunte que podría haber supuesto los meses de campaña electoral rumbo a las elecciones fueron eclipsados por la divulgación de la foto del festejo del cumpleaños de la primera dama, y así los resultados de las elecciones de medio término ofrecieron la derrota electora del gobierno y la exposición de una interna a cielo a abierto que terminó de cristalizarse recientemente con la votación dividida en el congreso del acuerdo con el FMI. La ruptura del frente interno, a nuestro juicio, explica la perforación de lo que entendíamos era el piso o núcleo duro de aprobación del gobierno. Es notorio ya que incluso dentro de quienes votaron a la coalición gobernante en las elecciones de medio término haya un 36% de desaprobación. Desde luego, entre los votantes de las otras fuerzas la desaprobación es el doble o total ¿Podrá el gobierno remontar estas actitudes negativas que predominan en la opinión pública? Los que sostienen que el voto se explica mayormente por la economía, atan la suerte electoral del gobierno en las futuras elecciones al desempeño de la economía. El panorama no resulta de todos modos alentador. El descontento Los bajos niveles de aprobación presidencial son un indicador de fenómeno más general: el creciente descontento con todo el arco político. La insatisfacción social y política de la ciudadanía no se manifiesta en particular y exclusivamente con la actual coalición gobernante, está alcanzando a todos los dirigentes de las grandes coaliciones nacionales. Por su puesto, los dirigentes de la coalición gobernante son los más desgastados. NI Sergio Massa, ni Cristina Fernández, ni Axel Kicillof ni, por supuesto, el propio presidente, alcanzan siquiera el 20% de imagen positiva, cuando este ultimo supo llegar al 70% en abril de 2020. En todos los casos, la imagen negativa supera el 70%. En juntos por el cambio, las cosas están un poco mejor: Horacio Rodríguez Larreta alcanza un 40% de imagen positiva, seguido de Patricia Bullrich (38%). El descontento es generalizado con toda la dirigencia política. Solo dos dirigentes tienen más imagen positiva que negativa: Javier Milei y Facundo Manes. Dos dirigentes completamente diferentes tanto en lo programático como en sus formas de comunicar sus ideas. Milei, en nuestra ultima medición, llegó al 42% de imagen positiva. Cuando comenzamos a medir a Javier Milei como uno de los dirigentes nacional, allá por noviembre de 2020 su imagen era del 20% y su nivel de conocimiento apenas llegaba al 79%; desde entonces de manera paulatina y con una clara estrategia de posicionamiento que hasta ahora viene dando resultado, su nivel de conocimiento creció junto con su imagen positiva. Es el canalizador del descontento con la “casta política”, de algún modo. Diferente es el caso de Facundo Manes que se mantiene con un tercio de imagen positiva en forma estable desde decidió jugar en el escenario político, pero a la vez no canaliza actitudes negativas hacia él. Pesimismo, antipolítica e inflación Los argentinos tienen más opiniones negativas que positivas de todos los dirigentes políticos, del mismo modo que de la mayoría de los sectores, actores y organizaciones económicas y sociales. Ninguno supera el 50% de las opiniones positivas los medios de comunicación (37%), los periodistas (37%), La Polícía (30%), los empresarios (30%), la Iglesia Católica (27%), Los Bancos (25%), los sindicatos (16%), los jueces (9%) por citar solo alguno de los ítems que sometimos a evaluación en la ultima encuesta. Los datos son similares a la ultima medición que realizamos sobre estos grupos en mayo de 2021 (y que publicamos en perfil.com). En todos los casos el diferencial entre las actitudes positivas y negativas hacia esos grupos arroja saldo negativo. Los únicos sectores que presentan un diferencial positivo son los científicos (74%), las PyMES (65%), el Campo (54%), La Gendarmería y Prefectura (50%), Las Fuerzas Armadas (45%), Los industriales (42%). Pero, comprada con la misma medición de hace un año, también estos sectores están perdiendo entre 10 y 5 puntos en actitudes positivas. Es claro que rankean mejor en el humor social aquellos que no están vistos de manera directa vinculados con la política, pero también los alcanza lentamente el malhumor social. El diagnóstico es preocupante Hay mucha insatisfacción con la marcha general de las cosas (81%), habrá que prestar mayor atención acerca de quién sea percibido como capaz de atender esa demanda. El pesimismo predomina. El 78% de los entrevistados considera que está peor en la actualidad respecto de un año atrás (percepción retrospectiva), mientras que el 62% cree que la situación del país dentro de un año será peor (percepción prospectiva). El 50% de los entrevistados identifica la inflación como el principal problema de los argentinos, seguido de la corrupción y la Inseguridad (38%). No son preocupaciones nuevas, desde luego, pero la insatisfacción acumulada con la falta de resolución de los problemas y procesamiento de las demandas están erosionando la confianza en los dirigentes argentinos y pueden socavar las bases organizativas de la acción colectiva, como queda claro. Al respecto, un 28% de los entrevistados, en crecimiento, considera que “los políticos” son uno de los principales problemas de los argentinos. Cuando las instituciones dejan de procesar y canalizar las demandas, no generan satisfacción y no reducen la incertidumbre de la población, el orden político se pone en jaque y puede producir una espiral de desenlace impredecible. Sorpresas Los análisis de opinión pública son un insumo más para el análisis de tendencias que, digamos, constituyen el lado de la demanda. El otro insumo fundamental viene del lado de la oferta, esto es: las coaliciones políticas, sus dirigentes, la viabilidad de estas, etc. Es claro que hay un nivel de demandas e insatisfacción que el oficialismo, la coalición gobernante como un todo, no está atendiendo ni satisfaciendo; y todos los miembros de ese agrupamiento político están pagando el costo político de no hacerlo. Pese a las diferencias publicas que el sector que acompaña a la vicepresidenta manifiesta publica y legislativamente, los entrevistados en un 70% consideran que ella es la jefa política del oficialismo. Difícilmente pueda separar su suerte del desempeño general del gobierno. Pero también es claro que la principal coalición opositora, a medida que percibe que producto del malestar la ventana de oportunidad de regresar al gobierno se abre, ha entrado también en un proceso de fragmentación interna. Bajo condiciones normales de “presión y temperatura”, de allí podría surgir el dirigente con más chances competitivas de cara al 2023. No obstante, aún falta por recorrer mucho. Nadie puede descartar una recuperación, aunque leve, del gobierno, ayudado por una fragmentación de la oferta opositora. Tampoco se puede descartar que la coalición de gobierno finalmente formalice su ruptura y la tendencia siga a la baja. Tampoco se puede descartar que el hartazgo de la opinión pública se canaliza en las nuevas ofertas políticas consideradas hasta hoy una sorpresa.