El federalismo y la creatividad en materia educativa no dejan de sorprendernos. Semanas atrás, el Consejo General de Educación entrerriano dispuso que los estudiantes secundarios no podrían recibir una calificación inferior a 4 puntos en el primer trimestre “para no obturar a los jóvenes” con el impacto negativo de una nota entre 1 y 3. Justificaron la decisión como consecuencia de la situación planteada por la pandemia a raíz de las nuevas propuestas curriculares, pero tamaño disparate solo condujo a que debieran dar marcha atrás con la normativa.
El Consejo Provincial de Santa Cruz determinó que todos los alumnos secundarios pasarían de año sin importar cuántas materias hubieran aprobado. En Santa Fe, los beneficiados fueron quienes cursaron el primer año, que promocionaron automáticamente su ingreso al segundo con mayor cantidad de materias previas que las permitidas originalmente. Recientemente, en Formosa, se dispuso que los estudiantes secundarios puedan cursar con hasta 19 materias previas.
Cuando la tragedia educativa golpea en todo el territorio, la provincia de Río Negro agitó aún más el avispero con el anuncio de la eliminación de los tradicionales boletines de calificaciones como instrumento de evaluación del nivel primario. Su reemplazo por “evaluaciones de la trayectoria escolar” que incluían cambios en el sistema de calificaciones no logró sobrevivir, como tampoco los cortes de evaluación propuestos, que eran bimestrales o cuatrimestrales según las materias.
Las críticas arreciaron y tensaron aún más las relaciones ya deterioradas entre la gobernadora Arabela Carreras (de Juntos Somos Río Negro), quien debió explicar que nunca hubo intención de abandonar los boletines, y la ministra de Educación, Mercedes Jara Tracchia. Desde la Unión de Trabajadores de la Educación de Río Negro rechazaron la decisión de dar de baja los boletines por inconsulta. El legislador provincial Juan Martín (Juntos por el Cambio), también absolutamente contrario a la resolución, había publicado que Río Negro “eligió el camino de la mediocrización educativa”, relegando a la educación de “manera escandalosa”.
Las autoridades debieron rever la decisión. Una nueva resolución del Consejo Provincial de Educación dejó sin efecto la anterior y dispuso “establecer un tiempo para la recepción de aportes”. Por su parte, la gobernadora agradeció los servicios de su ministra y resolvió reemplazarla por Pablo Núñez a partir del 1º de junio próximo.
Desde el ministerio provincial, se trabaja ahora en la modificación del formato, diseño y manera de comunicar las evaluaciones del nivel primario. A la escala conceptual de SO (sobresaliente), MSA (muy satisfactorio) o PSA (poco satisfactorio) se sumará ahora una descripción que dé cuenta del proceso educativo, un detalle mayor sobre el comportamiento académico de cada alumno para su familia que contemple los aprendizajes en cada contenido, según explicó el secretario de educación provincial, Adrián Carrizo. También se optaría por unificar los cortes evaluativos circunscribiéndolos a tres meses para todas las materias sin distinción de áreas de especialidad.
Expertos como Mariano Narodowski celebraron que un instrumento como el tradicional boletín, que ha permanecido sin cambios por 100 años, plantee ahora sumar mayor precisión y transparencia. Axel Rivas, de la Universidad de San Andrés, ponderó la labor de los equipos técnicos rionegrinos, al tiempo que señaló que la medida va en la dirección correcta, dotando de mayor fuerza a la retroalimentación evaluativa, convirtiéndola en una “evaluación formativa”, valiosa para alcanzar mejoras en el rendimiento académico por sumar comentarios a las simples notas.
La evaluación de los aprendizajes constituye ciertamente un elemento fundamental de la enseñanza. Adherimos a la necesidad de acompañar las trayectorias educativas promoviendo el esfuerzo de los alumnos, premiando su trabajo y progreso. Pretender imponer un sistema que relaje las exigencias con distintos justificativos del tipo de evitar “estigmatizar” a los estudiantes constituye una forma más de nivelar hacia abajo que en nada contribuye a las mejoras que sin más demoras debemos promover. Trabajar en la actualización de instrumentos claves como los boletines de calificaciones no ha de ser una tarea apresurada, mucho menos objeto de anuncios intempestivos. Mejorar los indicadores educativos plantea un desafío ciclópeo que demanda el compromiso y el esfuerzo de quienes por su capacidad técnica están mejor preparados. No hay futuro sin educación.