El arte y la literatura iluminan la construcción de los próximos futuros
La pandemia de coronavirus transformó la manera en que experimentamos el tiempo y espacio. Durante el aislamiento, el tiempo nos atravesó de múltiples maneras e instaló la pregunta sobre cómo sería nuestro futuro. También evidenció la conexión espacial entre lo personal y lo público, en tanto la acción individual representó una amenaza manifiesta para lo colectivo. Luz Horne, profesora del Departamento de Humanidades y directora del Doctorado en Literatura Latinoamericana y Crítica Cultural de la Universidad de San Andrés, recompone este escenario: “Lo que hasta entonces nos parecía racional, como levantarse a la mañana, salir a la calle e ir a trabajar, ya no era conveniente. La suspensión de una cantidad de situaciones automatizadas me hizo pensar en la pertinencia de otras formas de imaginar”. En esta coyuntura, Horne concluyó su nuevo libro Futuros menores. Filosofías del tiempo y arquitecturas del mundo desde Brasil, en la cual recupera versiones de futuro en proyectos culturales, literarios y artísticos del siglo XX y XXI, a partir de distintas concepciones del tiempo y espacio.
El primer conjunto de obras que la profesora de UdeSA analizó se remonta a la segunda posguerra en América Latina, concebida como tierra del futuro frente a la decadencia europea. En esta época, la construcción de Brasilia fue encarnada como la superación del desierto, un proyecto modernista que traería progreso y felicidad a la población. Horne contrapone esta concepción del tiempo en su faceta evolutiva a la descripción que hace el escritor João Guimarães Rosa en un cuento sobre la destrucción de la naturaleza y la fauna, y la desaparición de las poblaciones indígenas que impulsó el desarrollismo brasileño. Para la profesora e investigadora, la crisis –política, social, económica, sanitaria y ecológica– que atravesamos cuestionan la idea de un futuro singular y monumental.
Un segundo grupo de obras, como los proyectos de arquitectura sustentable de Lina Bo Bardi, permiten imaginar futuros en donde la temporalidad no es pensada de manera evolutiva, sino como una acumulación temporal. En estos futuros menores, el pasado continúa viviendo de manera concomitante en un presente en el que quedan expuestos los restos de las concepciones modernas y homogéneas de futuro. “El diseño de ese espacio para habitar el mundo ya no cuenta con una naturaleza pasiva, con un territorio vacío o con una materia prima virgen y abierta a la intencionalidad de quien diseña y construye”, sostiene Horne en su libro. En cambio, la crisis ecológica a la que buscamos sobrevivir en la actualidad está compuesta por capas de residuos que permanecen de lo que fue un proyecto pensado en términos de modernidad, es decir, de una manera de pensar el tiempo.
“La filosofía que piensa a la naturaleza como recurso se ve amenazada por altas temperaturas, inundaciones y otras catástrofes naturales. El futuro solo podrá existir si dejamos de pensar la naturaleza como instrumento y el tiempo como algo que solo avanza hacia delante y deja atrás todo eso que descarta”, reflexiona Horne. El libro ha sido publicado por Ediciones Universidad Alberto Hurtado.