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El club de la diglosia (o la comunidad global de los cerebros bilingües)

adolfo-garcia

Si comprendés esta oración de principio a fin, despite the sudden shift into English (pese al repentino cambio al inglés), el guardia te verá con buenos ojos. Lo mismo si entendés esta otra, qui, contre toute attente, devient francophone (quien, contra todo pronóstico, se convirtió en francófono). También tendrás un pie adentro si この日本語の文章が読める (Puede leer este texto en japonés) o si pudieras leer enunciados que combinen cualquier par de lenguas. Se trata del club de la diglosia, la comunidad global de personas bilingües. Ahora bien, ¿cómo sabés si formás parte? ¿Qué tan selecto es el club? ¿Por qué siquiera existe? ¿Qué caracteriza a sus miembros? ¿Hay beneficios por pertenecer? Las respuestas, hier unten, lieber Leser (aquí abajo, querido lector).

Admisión

A diferencia de otras entidades, los guardias del club de la diglosia no son patovicas, sino intelectuales. Son estas figuras quienes, a lo largo del tiempo, han debatido qué condiciones debe reunir una persona para considerarse bilingüe. Hace unos 100 años, el ingreso era muy restringido. Hacia 1930, por ejemplo, Leonard Bloomfield afirmaba que solo puede denominarse bilingüe a aquella persona que maneja una segunda lengua al mismo nivel de competencia que sus hablantes nativos. Desde esa óptica, el club sería bastante elitista. De hecho, excluiría a personas que se comunican efectivamente en diversos idiomas con fallas gramaticales o acentos marcados,como el Papa Francisco (cuyos errores de concordancia no obstaculizan su prédica global) o el lingüista Roman Jakobson (de quien se decía que hablaba seis lenguas, pero todas en ruso...). Así, aun si cumplieras las condiciones del primer párrafo, tu membresía no estaría garantizada.

Hoy, las condiciones de admisión son más laxas. Si bien no hay acuerdo pleno, suele considerarse bilingüe a cualquier persona que maneje dos o más lenguas en cualquier nivel de competencia que le permita cumplir sus objetivos comunicativos. Por supuesto, bajo este criterio, el club es gigantesco. François Grosjean (psicolingüista francés ex Director del Laboratorio de Procesamiento del Lenguaje y del Habla de la Universidad de Neuchâtel) estima que una de cada dos personas es bilingüe. Y no exagera. En Argentina, informa el World Atlas, al menos un 30% de la población manejaría dos lenguas. En la Unión Europea, según datos oficiales, casi el 60% de la población puede conversar en más de un idioma. En África, indica el portal Ethnologue, es difícil hallar personas que no puedan hacerlo en al menos tres. Incluso a nivel global hay datos sorprendentes. Por ejemplo, Ethnologue revela que, de los 1.500 millones de personas que usan inglés cotidianamente, casi 70% son hablantes no nativos.

Estas cifras son notables, pero no del todo sorpresivas. En el mundo hay aproximadamente 200 estados soberanos y 7.000 lenguas vivas. Así, con una proporción de lenguas a estados de 35 a 1, es inevitable el contacto lingüístico dentro de los territorios nacionales. Más aún, casi todos los sistemas escolares incluyen clases de lengua extranjera en sus diseños curriculares, incluso desde antes de la educación primaria. A su vez, la exposición a distintos idiomas se ve maximizada por la globalización de la industria del entretenimiento, el turismo, las relaciones comerciales, la diplomacia, los cursos de idioma y, por supuesto, la existencia de Internet. Tantos factores confluyen a favor del club, que el desafío, en realidad, es encontrar personas que claramente queden afuera (léase, monolingües).

Miembros

Contar con la credencial presupone varias cosas. A diferencia de las personas monolingües, incontables miembros pueden ver series extranjeras en Netflix sin activar los subtítulos, o leer novelas importadas en versión original, o cantar (y no solo tararear) sus canciones favoritas del ránking Billboard. Además, varios deben al bilingüismo la ampliación de sus posibilidades laborales e interpersonales. Estas son obviedades, claro; pero lo que tal vez no es tan evidente es que las personas diglósicas poseen particularidades cognitivas.

Acaso la más llamativa sea la alta exigencia de su sistema inhibitorio, a saber, el conjunto de mecanismos neurocognitivos que nos permite suprimir acciones, estados o información irrelevante para los eventos en curso. Pongámoslo así: cuando una persona monolingüe ve un martillo y quiere referirse a él, no solo debe activar la palabra ‘martillo’ sino también inhibir varias otras palabras que podría haber dicho, como ‘herramienta’ o ‘maza’. Ahora bien, dicha carga inhibitoria aumenta en el caso de una persona bilingüe, quien, además, deberá suprimir posibles palabras de su otra lengua (como ‘hammer’, ‘tool’ y ‘mace’, en el caso del inglés). Así, un acto tan común como nombrar cosas entraña una carga cognitiva añadida para los miembros del club.

Obviamente, esto no siempre sucede. A veces, por decisiones deliberadas o por deslices ocasionales, se dan fenómenos que también son exclusivos del bilingüismo. Los más comunes son la mezcla de lenguas (como en la famosa “Hasta la vista, baby”) o el cambio de lenguas (cuando se alternan idiomas frase a frase, sin fusionarlos en un mismo enunciado). Asimismo, a diferencia de las personas monolingües, los miembros del club son capaces de traducir, es decir, enfrentarse a un enunciado en una de sus lenguas y reformularlo en la otra. Es más: estudios neurocientíficos han mostrado que, cuando alguien bilingüe procesa palabras en una de sus lenguas, inconscientemente las traduce a su otra lengua. Todo ello, claro está, no tiene cabida en una persona estrictamente monolingüe.

Además, en varios miembros también se han documentado particularidades cerebrales. Un alto porcentaje de bilingües, en comparación con monolingües, presentan diferencias en la cantidad de sustancia gris y la conectividad de regiones neurales implicadas en procesamiento del vocabulario y el control inhibitorio, entre otras funciones. Incluso se ha visto que, cuanto más rico es el vocabulario de la lengua extranjera, mayor es el volumen del lóbulo temporal, asociado al procesamiento léxico. Diríase que, para el momento en que ingresás al club, tu cabeza ya no es la misma que antes.

Vale aclarar que estos fenómenos no se dan con la misma magnitud o eficiencia en todos los casos. Sucede que, al cobijar unos 4.000 millones de personas, el club de la diglosia es bien heterogéneo. Hay miembros muy competentes en su segunda lengua, otros bastante duchos y otros con habilidades básicas. Hay miembros que comulgan con ella desde el nacimiento y otros que la incorporaron más tarde. Hay miembros que la usan mucho para hablar y poco para leer, mientras que otros presentan el patrón opuesto. Hay miembros que manejan dos lenguas similares (como el español y el francés) y otros que navegan entre lenguas disímiles (como el español y el chino mandarín). Cada uno de estos factores influye en cuánto difiere el cerebro de un afiliado del de un outsider.

Beneficios

La membresía, al menos en algunos casos, traería beneficios. En miles de diglósicos se han reportado ventajas cognitivas. Algunas de ellas se observarían en las capacidades inhibitorias que mencionábamos antes. Así como un músculo se fortalece cuando un atleta lo exige en el gimnasio, el sistema inhibitorio se robustecería cuando alguien bilingüe lo exige durante el habla cotidiana. Ello aumentaría el rendimiento en otras tareas, no lingüísticas, que emplean tal sistema. Por ejemplo, diversos grupos de bilingües superan a sus pares monolingües en tareas que requieren inhibir emociones negativas o distracciones perceptivas. También se han documentado ventajas en otros sistemas cognitivos, como el de flexibilidad cognitiva. Esto sucedería porque la necesidad de alternar lenguas en el día a día potenciaría la capacidad general de “saltar” entre esquemas mentales (por ejemplo, dejar de pensar en ciertos estímulos en términos de color y concebirlos según su forma). En suma, el bilingüismo potenciaría habilidades que participan del habla diaria pero que exceden dicha conducta.

Asimismo, parecería que el constante deambular entre dos lenguas podría favorecer la salud cerebral. Así lo sugieren varias investigaciones sobre la llamada “reserva cognitiva”, es decir, la resiliencia del cerebro ante el declive funcional que supone el envejecimiento y que se ve exacerbado por ciertas enfermedades, como el Alzheimer. Algunos estudios indican que los miembros del club, en comparación con monolingües, presentarían un retraso de cuatro años en el desarrollo de síntomas de demencia. Asimismo, otros estudios han mostrado que ciertos bilingües con demencia exhibirían igual capacidad cognitiva que sus pares monolingües a pesar de un mayor avance de la enfermedad. Junto con el ejercicio moderado, la alimentación balanceada y la higiene de sueño, el bilingüismo sería, pues, un factor neuroprotector. He allí uno de los incentivos más publicitados para sumarse al club.

Ahora bien, habrás notado que toda esta sección está redactada, mayormente, en condicional. Eso es así porque por cada estudio que ha mostrado una ventaja cognitiva del bilingüismo, hay otro que no arroja diferencias entre bilingües y monolingües. ¿Cuáles son ciertos, entonces? ¿Los que muestran beneficios del bilingüismo o los que no? Posiblemente, ambos. Como apuntábamos antes, el club es tan vasto que sus miembros difieren en cuándo y cómo adquirieron su segunda lengua, qué tan hábiles son en ella, qué tan frecuentemente la usan y así… Estos factores no han sido abordados sistemáticamente en la literatura científica y es probable que expliquen buena parte de la heterogeneidad de los resultados. Así, bien puede que el club de la diglosia conlleve beneficios, pero aún no sabemos exactamente para cuáles de sus miembros.

Afiliate

Es muy probable que ya pertenezcas al club; pero, si no fuera así, sobran los motivos para afiliarse. El bilingüismo amplía las avenidas laborales, recreativas, educativas y sociales. Abre las puertas a historias y culturas que, de otro modo, tal vez te resulten esquivas. Incluso, hasta podría beneficiar tu desempeño cognitivo y tu salud cerebral. Nunca es tarde para sumarse y nunca antes ha habido tantos recursos para hacerlo. As portas estão abertas. Você vai passar? (Las puertas están abiertas. ¿Quieres pasar?)

 

Adolfo García dirige el Centro de Neurociencias Cognitivas (Universidad de San Andrés) y es investigador del Global Brain Health Institute (University of California) y del Dep. de Lingüística y Literatura (Facultad de Humanidades, Univ.de Santiago de Chile)

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