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FuenteLa Nación

El desafío de repensar los nuevos horarios y modalidades laborales

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Trabajar y descansar son dos componentes vitales de nuestra salud, tanto personal como social. Los nuevos horarios y modalidades híbridas laborales que impuso la pandemia Covid-19, abrieron la posibilidad de repensar el trabajo, los ratos de ocio y los posibles modos de sincronizarlos.

Cómo trabajamos, desde dónde, cuándo trabajar y cuándo descansar; cuándo se hacen ambas a la vez, y qué oportunidades de cambiar y mejorar nuestro bienestar tenemos. Estas son algunas de las inquietudes que estallaron durante el aislamiento y se instalaron entre nosotros, como un nuevo virus, buscando nuevas respuestas de viejos dilemas.

En términos de medida y control del trabajo, la pandemia demostró que ya no es suficiente pensar el trabajo solo en términos horarios, que cronometrar las horas y los días poco nos dice de la dimensión socio-cultural del trabajo. El modelo del triángulo de 24 horas (8 para descansar, 8 para trabajar, 8 para el ocio) ha sido jaqueado por el diamante de 4 lados que agrega las horas del cuidado a terceros, y desdibuja que sea tan lineal y secuencial dividir el día en 3 acciones correlativas sin considerar el cuidado de personas a cargo.

El trabajo multitarea, usualmente llamado “multi-tasking”, como práctica laboral característica de nuestra época, es un claro ejemplo de las limitaciones del sistema de cómputo lineal. El día dividido en 24 horas, diseñado e impuesto como instrumento de mensura en el Siglo XVIII, estableció que el trabajo se reducía precisamente a una única práctica fabril excluyente de cualquier otra que pueda hacerse en simultáneo. Hoy, cada ventana del navegador digital, o cada pantalla frente a nosotros, supone una actividad diferente a la cual dedicarse, simultáneamente.

De hecho, la simultaneidad que genera la actividad en línea, la virtualidad propia de los dispositivos electrónicos conectados a Internet, produce una limitación en el cálculo de las horas ya que las estadísticas de usos del tiempo concluyen que en días que superan las 24 horas al contabilizar las horas en las cuales se hacen al menos dos actividades a la vez (mandar mails mientras cuidamos a alguien por ejemplo). ¿Hasta dónde vamos a llevar esta obsesión por el trabajo y las arritmias sociales que se producen sin un descanso adecuado?

La socióloga Heegung Chung expone en su libro “La Paradoja de la Flexibilidad”, que el “trabajo-centrismo” es la sensación de que estar ocupado es el centro de la vida, que todo gira en torno a trabajar, e incluso se llega a asociar a una pasión. Las personas que dicen ser “apasionadas de su trabajo” llegan a considerarse, en su estudio, como casos de “auto-explotación” que no logran poner en valor la remuneración que obtienen o las innumerables horas dedicadas al trabajo que dificultan descansar, sin poder dimensionar, en definitiva, el impacto en la salud que tal “pasión” produce.

Ante tal situación extrema es pertinente considerar si, en lugar de redefinir los “horarios de trabajo” aisladamente -como ocurre en las reformas legislativas parciales o en los convenios colectivos-, no es momento de considerar la sincronización entre nuestra vida diurna y nocturna. Esto es, articulando las rítmicas laborales y sociales del día tomando en cuenta todo lo que ya sabemos sobre los biorritmos del descanso.

Como claramente lo indican los estudios sobre ciclos de sueño y vigilia de Diego Golombek y el equipo LITERA de la Universidad de San Andrés, con el afán de cumplir nuestros “sueños personales”, estamos “adictos a la vigilia” por el consumo de luz artificial que hacemos al acostarnos, a través de los dispositivos electrónicos. Pero no dormir bien, condiciona directamente la efectividad de poder cumplir estos sueños, ya que el déficit de descanso es el desencadenante de muchas enfermedades y del cansancio crónico, y por lo tanto, tienen un impacto directo en el rendimiento laboral y en todas nuestras actividades diurnas.

Igualdad de género en el acceso a la flexibilidad horaria y al “home office”, licencias igualitarias de maternidad y paternidad, derecho a la desconexión cuando seguimos trabajando desde el hogar, regímenes amplios de modalidad híbrida, semanas de 4 días con sueldos completos, leyes que establecen jornadas de menos de 40 horas. Estas temáticas son solo la punta de un iceberg llamado “políticas del tiempo” que comienza a aparecer en los albores de una discusión planetaria sobre el llamado “derecho al tiempo”, el derecho a disponer y hacer uso de la propia experiencia del tiempo, nuestra temporalidad.

En resumen, todas estas iniciativas ejemplifican que es necesario repensar la sincronización entre trabajo y descanso, considerando una mayor apertura a temporalidades no-lineales como el multi-tasking, sin dejar de lado la vitalidad de descansar, respetando nuestro biorritmo.

La simultaneidad de actividades nos lleva a formular modelos alternativos de trabajo y repensar el impacto antropológico que nuestras prácticas laborales tienen en nuestra salud personal y social.

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