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El lenguaje inclusivo acentúa lo “no dicho” en la comunicación

En el siglo XV, el uso del morfema libre “vos” en español se utilizaba tanto para referir a una persona como a un grupo de personas. La implementación del “vosotros” habría venido a resolver dicha ambigüedad. De manera similar, en el inglés norteamericano contemporáneo, las formas “y’all”, “yous” y “you guys” reubican al “you” como pronombre de segunda persona exclusivamente singular. En consonancia con este enfoque, investigaciones recientes sugieren que las formas inclusivas en español habrían surgido como una solución a la ambigüedad del masculino genérico. Este último es utilizado tanto para referir a grupos compuestos exclusivamente por entidades masculinas, como para referir a grupos mixtos. En un artículo publicado en Descentrada: Revista interdisciplinaria de feminismos y género, Carlos Gelormini Lezama, director de la Licenciatura en Ciencias del Comportamiento y profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés, pone en cuestión la explicación del surgimiento del lenguaje inclusivo como solución a la ambigüedad inherente al masculino genérico.  

Tras una revisión de los conceptos fundamentales de la psicolingüística del siglo XX, Gelormini Lezama argumenta que, si la ambigüedad fuera el factor central del cambio lingüístico, se esperaría que las lenguas evolucionaran para ser menos ambiguas. Además, dado que el lenguaje se genera en la mente humana, sería difícil comprender por qué crearía ambigüedades para luego resolverlas. De hecho, el investigador de UdeSA sostiene que la fortaleza del lenguaje inclusivo reside en su capacidad de ser más ambiguo, no menos. Las nuevas formas inclusivas —el morfema –e y los correspondientes grafemas “e”, “x” y “@”— permiten referir a grupos de personas de ambos géneros binarios, a grupos de personas que no se autoperciben en ninguno de los dos géneros, a grupos de diversas identidades sexo genéricas o a grupos formados por personas sin indicación de género. 

Desde una perspectiva psicoanalítica, Gelormini Lezama explora factores alternativos que expliquen la naturaleza del lenguaje inclusivo. Para ello, recupera el caso reciente de un diputado que al dirigirse a la presidenta de la Cámara de Diputados dijo “muchas gracias, señora presidente”, acentuando la –e final. Esta acentuación, que ningún hablante del español produciría de manera natural, adquiere sentido por oposición a la –a no dicha, destacando lo inaceptable para el diputado, como para varios sectores de la sociedad: una mujer que preside. “Las formas inclusivas hacen explícito que todos o las personas en general no dan cuenta de todas las posibles identidades. Hacen obvio que algo falta”, reflexiona el investigador. 

La discusión teórica sobre el lenguaje inclusivo desde la perspectiva de la psicología del lenguaje demuestra que el lenguaje inclusivo no tiene una única causa, pero puede ser concebido como parte de una causa lingüística, social y política y sus efectos son independientes de si el hablante en particular usa o no las formas inclusivas.

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