¿Dónde, cómo y cuándo surge la creatividad? ¿Cuál es el momento exacto en el que se genera una idea innovadora? Abordar el origen, detectar esta semilla en las artes y los oficios es una de las obsesiones que persiguen a filósofos, ensayistas y escritores. Si es innata, si se entrena, si es producto de la casualidad o la inspiración. En 1940 el escritor austríaco Stefan Zweig dictó una conferencia en Buenos Aires que después se transformó en el libro El misterio de la creación artística (Editorial Sequitur), recopilación de relatos sobre procesos interiores, búsquedas maníacas y experimentos varios. Allí Zweig expone distintos argumentos para tratar de explicar qué es una obra de arte, cómo llega su autor a idearla y cómo se procesa la incomodidad que genera alcanzar la perfección. Zweig repasa las cualidades y habilidades de Van Gogh, Rembrandt, Rimbaud y Edgar Allan Poe, entre otras mentes creativas.
Para Paul Matussek, psicólogo alemán, autor de La Creatividad desde una perspectiva psicodinámica (1984), el acto creativo y la inteligencia no tienen una relación causal por sí misma. Matussek adhiere a la teoría que indica que la creatividad se manifiesta gracias a la necesidad de crear algo nuevo como solución a un problema.
Derivada del latín creare, la palabra creatividad alude justamente a hacer algo que antes no existía. Con cientos de definiciones asociadas al concepto, en la nube de palabras se destacan: originalidad, capacidad inventiva, flexibilidad, descubrimiento, cosa extraordinaria, inteligencia.
Exploraciones argentinas
“La creatividad se da cuando descubrís un sapo de otro pozo”, dispara Julieta Ulanovsky, diseñadora gráfica, autora de la tipografía Montserrat y los libros Divino Barolo y Extraordinario Planetario, entre otros. Para Ulanovsky hay una forma de atravesar ese proceso: “Estar atenta, en alerta. Sufrir presión pero con la cabeza suelta”.
El anhelo de la rutina que pone en orden las agendas diarias se contrapone con la liviandad de prescindir de rituales, según confiesa Hernán Casciari, editor de la revista Orsai y autor de Más respeto que soy tu madre, entre otros libros. El realizador Tomás García, en tanto, juega con límites: Lidiar con la frustración, comprender las herramientas y definir el rabbit hole –la madriguera del conejo que lleva a Alicia a un mundo nuevo, en la novela de Lewis Carroll-”, apunta el director de arte, creador de Mamá Lucchetti, entre otras perlas audiovisuales.
Estos testimonios integran una selección de 23 entrevistas a profesionales del diseño, la arquitectura, la literatura y las artes visuales, reunidos en el libro Conversaciones sobre Diseño y Creatividad (Editorial Capitular). Este repertorio de reflexiones sobre el lado B del diseño funciona como plataforma catártica para los referentes, creadores y creadoras, que se sinceran sobre sus mañas, contradicciones, fantasmas y pesadillas.
“El desarrollo de conductas no imitativas es la clave de la creatividad”, sugiere Bea Sauret, diseñadora, Directora de la licenciatura en Diseño de la Universidad de San Andrés. En este sentido, el lugar de las intersecciones que plantea Turquesa Topper, Directora de Diseño y Gestión de Estéticas para la Moda en UADE, aventura un panorama de encuentros y uniones, de nuevos abordajes académicos donde el diseño asume diversidad de abordajes. “Reelaborar el presente, romper la inercia y pasar a la acción” es la invitación del diseñador y docente Fabián Carrere, en pos de impulsar el diseño prospectivo.
La idea del libro es de los diseñadores Ezequiel Cafaro, Natalia Pano y Pablo Acuña, y está dirigida a colegas de la gráfica, alumnos y curiosos que, como ellos, buscan los indicios de la creatividad. ¿Cómo es el clic, el momento exacto donde surge una idea innovadora? La pregunta es el disparador que también involucra a Alejandro Ros, diseñador de varias portadas de discos emblemáticos del rock nacional (Fito Páez, Soda Stereo, Divididos, Babasónicos). Para él la clave está en “encontrar elementos transformadores para cambiar la percepción del mundo”. Ros confiesa que las ideas se le ocurren “en una pista de baile” y que “a la primera pavada que surge la miro desde otro lado, la doy vuelta. Son clics que no tienen explicación”, dispara.
Viajar, por otra parte, es la estrategia de Fernando Trocca, el chef que encara cada restaurante de manera integral: “Qué le vas a contar, cómo querés que esté decorado el espacio, qué música querés que suene, cómo querés que sean los uniformes de los camareros y el diseño de la vajilla. También cómo querés que sea el menú y, tal vez al final, cómo querés que sean los platos”.
La búsqueda de la diseñadora de indumentaria Juliana García Bello cruza la tradición y la innovación a través de la mirada antropológica. Para ella el diseño “no es solo una persona, es una red”. Correr el ego al costado y “diseñar en conversación” es otra de las capas que acerca Lucía Ardissone, desde la planificación y el diseño del paisaje.
La pulsión por crear, el cruce interdisciplinario, la adrenalina, el trabajo solitario o en equipo son las problemáticas que también encaran Turquesa Topper (Directora de Diseño y Gestión de Estéticas para la Moda en UADE), Andrea Saltzman (arquitecta, titular de su cátedra en FADU-UBA), Cristian Turdera (ilustrador), Anabella Rondina (diseñadora industrial y docente), Fabián Carrere (diseñador y artista visual), Wustavo Quiroga (diseñador industrial y gestor cultural) y Alexis Schätchter (arquitecto), entre otros.
“Odio la palabra creatividad. Siempre la detesté y lo curioso es que terminé haciendo tres libros sobre el tema. Prefiero otros conceptos, como el de frescura que para mí define lo que yo considero creatividad. Si algo se produce de manera espontánea, se mantiene fresco en el tiempo”, señala Ezequiel Cafaro, diseñador y uno de los autores del libro. Y agrega: “El humor es la clave de todo, permite que crezcan las ideas, que tienen que ser híbridas. Si hay alguna idea elegante, necesita su contrapartida vulgar. A lo puro le falta lo bastardo. A lo muy cuidado le queda bien algo descuidado. Es en esos cruces aparece lo que me interesa en el diseño”, afirma.
En tanto, Pablo Acuña, otro de los autores, confiesa que difiere con muchos de los entrevistados que plantean que la creatividad se busca, se ejercita, que es un proceso y parte del trabajo. “Las ideas que más valoro se me ocurren sin buscarlas. Necesito que en mi proceso creativo haya entusiasmo. Si tengo una idea y me interesa, desarrollarla necesariamente me tiene que divertir… Y la tengo que contar, y se tiene que entusiasmar el otro para retroalimentarla y seguir expandiéndola. Después nunca es tan fantástica como parecía y, entonces llega el ejercicio más difícil: dejar que la idea cambie o muera. O surja otra que la supere”..
Natalia Pano, en tanto, sugiere que proyectar –crear– es mirar hacia el futuro. La diseñadora, también autora de Conversaciones, cree que este ejercicio ayuda a entender cómo se cocina, se pinta, se cose y se escribe una idea. “Cómo pateando un barrio porteño se construye una tipografía, cómo una vegetación en la ciudad habla de colibríes, cómo se piensa en agua en una Buenos Aires seca”. Formas de explorar el viaje hacia la intimidad de la creatividad.