El movimiento detrás del lenguaje
Ante el aumento de los niveles de sedentarismo en el mundo, surge la pregunta sobre la relación entre los movimientos que hacemos (o no) y nuestra actividad cerebral. Un trabajo liderado por el director del Centro de Neurociencias Cognitivas (CNC), Adolfo M. García, indaga sobre el tema desde una aproximación experimental. El paper, elaborado en conjunto por Sabrina Cervetto (Universidad de la República), Agustina Birba (Universidad de San Andrés), Gonzalo Pérez (Universidad de San Andrés y CONICET), Lucía Amoruso (Universidad de San Andrés y Basque Center on Cognition, Brain and Language) y García (UdeSA) representa una colaboración entre académicos de Argentina, España y Uruguay, y ha sido recientemente publicado en la revista Neuroscience.
En él, los investigadores examinan el vínculo entre los movimientos del cuerpo y la comprensión de textos. La idea que los motivó es, en palabras de Adolfo García, que “el lenguaje no está flotando en burbujas aisladas en nuestra cabeza, sino que está, como el resto de nuestra condición, enraizado fuertemente en nuestro cuerpo. Lo que hacés con el cuerpo frecuentemente impacta en cómo comprendés las palabras, las oraciones y los textos que describen los movimientos”. Según indica García, la mayoría de los estudios que han considerado este tópico presentan dos limitaciones claras: “el 99% ha utilizado un material lingüístico para nada natural, como palabras y oraciones sueltas, mientras que nuestro mundo lingüístico real es mucho menos una cuestión de elementos aislados, y mucho más una cuestión de grandes conformaciones discursivas y contextos”. Además, “las experiencias corporales que se han puesto en juego en el campo también son tremendamente artificiales y distan de captar la espontaneidad de nuestra quehacer corporal cotidiano”.
Los autores se propusieron entonces estudiar el modo en que los movimientos del cuerpo impactan en el procesamiento lingüístico en condiciones más naturales. En el experimento, diseñado por García y Cervetto, se recurrió al exergaming, que consiste en hacer ejercicio mediante videojuegos de inmersión corporal. En un primer momento, 32 participantes escucharon una historia breve que describía movimientos corporales y otra que no, y respondieron preguntas al respecto. Acto seguido, se registró su actividad cerebral mediante electroencefalografía. Luego, durante cuatro días consecutivos, la mitad de los participantes jugó diversos videojuegos de Nintendo Wii (que requieren múltiples movimientos corporales), y la otra mitad jugó videojuegos estáticos. Finalmente, todos los participantes volvieron a escuchar distintos textos que describían movimiento y otros que no, para luego completar otra sesión de registros electroencefalográficos. Los resultados indicaron que quienes activaron el cuerpo, a través del exergaming, tuvieron un decremento específico en su comprensión de los movimientos de los personajes en las historias, en comparación con quienes jugaron de manera estática. Además, este patrón se asoció con cambios específicos en la actividad cerebral: cuanto más se desacoplaban las redes motoras del cerebro a causa de la actividad corporal, peor era la comprensión de los movimientos en las historias.
“Comprendemos el lenguaje, no porque accedamos a definiciones de diccionario en nuestra cabeza, sino porque las palabras reactivan experiencias corporales humanas en tu cerebro”, explica García. “Si la forma en que movemos el cuerpo impacta en cómo comprendemos el lenguaje, podríamos aprovechar eso para pensar en nuevas formas de enseñarlo”. Este fue, de hecho, uno de los focos de su charla TEDx Río de la Plata, realizada en noviembre de este año.
Además, en esta conferencia anual de ideas, García llevó a cabo un experimento masivo en vivo para entender cómo el lenguaje puede impactar en las experiencias sociales. “Dividimos a las 12.000 personas que estaban presentes en dos bandas rivales. Hicimos que unas 6000 cantaran We Will Rock You y otras 6000 la coda de Hey Jude y que compitieran por hacerlo con más fuerza que la otra banda. Después les pedimos que completaran cuestionarios con preguntas sobre cómo creían que les había ido, si su desempeño había sido bueno o malo, si se habían sentido entretenidos o aburridos, o cómo juzgaban el desempeño del rival. El truco estaba en que no todos los cuestionarios eran iguales. La mitad hacía foco en la experiencia de comunión entre los miembros de la misma la banda, mientras que la otra mitad enfatizaba la relación de rivalidad y enfrentamiento que construyeron frente al otro grupo. Sabemos por estudios previos que el lenguaje tiene la capacidad de modular un montón de cosas que nos pasan, pero poco sabemos sobre su capacidad para influenciar experiencias sociales masivas e inmediatas, como la que generamos aquí”.
Estas iniciativas reflejan las misiones del CNC: construir ciencia de vanguardia multicéntrica y velar por que su comunicación no se restrinja a espacios académicos.
Imagen creada por Cervetto et al. (2022) para Neuroscience.