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El salto digital: cuando la cotidianidad se mudó a internet

“Durante los primeros meses de 2020, los habitantes de las ciudades de todo el mundo experimentaron algo que nunca había sucedido: una pandemia. Las medidas de cuarentena y aislamiento que se adoptaron para contenerla les hicieron trasladar aspectos importantes de su vida cotidiana de las calles a las pantallas. La vida no se detuvo, sino que se mudó a otro lugar”. Esa mudanza, de la que somos hoy mismo testigos privilegiados en tiempo real, es precisamente el tema de “El entorno digital”, un libro de dos investigadores argentinos publicado originalmente en Estados Unidos y presentado dìas atrás en nuestro país.


El trabajo, que lleva la firma de Pablo Boczkowski y Eugenia Mitchelstein, se propone como un “Breve manual para entender cómo vivimos, aprendemos, trabajamos y pasamos el tiempo libre hoy”. Y en él se cuenta algo que todos vivimos en los últimos dos años pero de la que muchos tal vez no somos conscientes: la transformación sin precedentes que desató en nuestra cotidianidad la pandemia de Covid.


De un día a otro, “las escuelas, los lugares de trabajo, los estadios deportivos, los teatros, las salas de baile, los lugares de culto, las tiendas, los centros comerciales y los gimnasios, entre otros tipos de locales, se vaciaron (...). A cambio de este abandono de los espacios urbanos hubo un tsunami de tiempo y energía dedicados a pantallas personales” que pasaron a concentrar la cotidianidad del estudio, el trabajo, el entretenimiento, la actividad física y hasta la socialización, rememora “El entorno digital”.


“En la pandemia vimos cómo la vida pasó a ser online, el trabajo, la educación, la vida social. Sin el entorno digital la pandemia habría sido muy distinta. Eso no dio impulso. Escribimos el libro en inglés (para el Instituto de Tecnología de Massachusetts, MIT) y ahora lo presentamos en nuestro país”, cuenta Mitchelstein, politóloga, docente y directora del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés.


Lo cierto es que, “aunque extraordinario en escala y alcance, este proceso no carecía de antecedentes -reconoce-. Por el contrario, se construyó sobre el avance constante hacia la digitalización de la vida cotidiana. De hecho, es en parte porque una proporción significativa de la población estaba tan acostumbrada a interactuar con amigos y familiares a través de mensajes de texto y redes sociales, a trabajar y estudiar en la computadora, a leer las noticias en formato digital y a ver películas en servicios de streaming, a encontrar pareja en aplicaciones de citas y a comprar en tiendas online, que el repentino cambio de la calle a la pantalla fue relativamente efectivo a pesar de su carácter radical y no planificado”.


“Si esta transformación no se hubiera empezado a construir desde hace décadas, la transición sorpresiva durante la pandemia no habría podido acontecer. Es decir que la pandemia acelera un proceso de transformación de décadas y genera que la gente empiece a aceptar como algo posible -e incluso a veces deseable- el relacionarse con los otros a través de las pantallas”, comenta por su parte Pablo Boczkowski.


Periodista, investigador y profesor de la Northwestern University, Boczkowski sostiene que si bien en los últimos dos años el foco con respecto a la pandemia estuvo puesto en sus efectos biológicos tiene una serie de implicancias sociológicas y psicológicas que todavía no logramos entender.


Más que tecnologías
Si desde antes de la pandemia las apps de citas revolucionaron el mundo de las relaciones al crear parejas más diversas, ya que la gente se conocía más allá de su ámbito social físico, habitado normalmente por personas similares, la vida familiar quedó definitivamente marcada por la escolarización en línea de los hijos y el trabajo remoto, que amenaza con transformar para siempre desde el criterio de oficina hasta los precios inmobiliarios en los centros de las ciudades.


“El entorno digital presenta oportunidades a los padres, como se vio en la posibilidad de continuar la escuela de manera remota a pesar del coronavirus, algo que no habría sucedido si la pandemia se hubiera adelantado 50 años. Pero también presenta desafíos: hoy los niños están inmersos en un mundo digital. Si hasta hace un tiempo los pediatras aconsejaban no exponerlos a las pantallas hoy es materialmente imposible que un bebé no juegue con el teléfono de su madre o su padre”, señala el investigador.


“La consecuencia principal del auge de lo digital en el mundo contemporáneo es que se ha vuelto un entorno, más que una serie de tecnologías individuales, que envuelven y dan forma a casi todas las facetas principales de la vida cotidiana”, agrega Mitchelstein señalando el hecho de que un solo dispositivo, como el teléfono, permite tanto ver las noticias, tomar una clase de gimnasia o participar de una reunión laboral.


“Aunque se distingan elementos diferentes como los teléfonos móviles, las plataformas sociales y el almacenamiento en la nube, por ejemplo, la mayoría de las personas los usan y los viven como un sistema abarcador de posibilidades técnicas y sociales interconectadas que penetran, directa o indirectamente, casi todas las facetas de la vida cotidiana”, afirman Boczkowski y Mitchelstein al plantear que las personas dejamos de usar los medios digitales para pasar a vivir en ellos.

Espejo de la sociedad
Especialista en medios digitales, para Boczkowski “el cambio mayor en la relación cotidiana con los medios quizás haya sido que, si antes la gente buscaba las noticias, al comprar un periódico, sintonizar una radio o elegir un programa, ahora las noticias persiguen a la gente en busca del clic con alertas, publicaciones en las redes sociales, mensajería...”.


Lo cierto es que lejos de victimas pasivas de las circunstancias, los autores sostienen que el entorno digital es un espejo de la propia sociedad. “Las tecnologías las usamos, las cambiamos nosotros, así como somos responsables por cómo se vive en la ciudad. La manera en que se usa la tecnología depende de nosotros mismos. Somos los ciudadanos del entorno digital, y tenemos que hacernos cargo de eso, porque si no parece que todo viene de afuera, que las tecnologías las traen paracaidistas del espacio exterior y después nosotros las usamos como están”, dice Mitchelstein.


Para la autora, “es importante pensar que, como actores sociales, nosotros tenemos la capacidad de modificar eso que va a pasar. Lo que suceda no será algo que esté más allá de nosotros ni sucederá de manera independiente de seres humanos que toman decisiones. Muchas veces se habla de los algoritmos como si fuera algo que bajó del monte Sinaí con la tabla de Moisés”.
Dado que el entorno digital es construido por la sociedad, “si la sociedad es inequitativa y desigual, el entorno digital lo será también. Lamentablemente, una situación de crisis como la actual -afirma-, más que profundizar revela las terribles desigualdades que existen en el mundo y dentro de cada país; porque no se trata solo de preguntarse si accedemos sino cómo accedemos a las tecnologías y, más precisamente, a la información”.

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