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El sexismo sutil en el lenguaje revela una primacía masculina en la sociedad

sexismo linguistico

En distintos idiomas, la manera en la que se utiliza el lenguaje refuerza estereotipos. Colocar la lupa sobre categorías simplificadoras que circulan en las sociedades ilumina representaciones mentales inscriptas en nuestra lengua. La prueba más acabada sobre los estereotipos de género es la frecuencia con la que se le atribuyen propiedades que denotan fortaleza a los sustantivos masculinos que no aluden a seres sexuados, como “el sol”. Por el contrario, se suele recurrir a calificativos asociados a la belleza o delicadeza para caracterizar sustantivos femeninos, como “la luna”. Silvia Ramírez Gelbes, profesora de la Licenciatura en Comunicación y directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés, observa que la manifestación del sexismo en el lenguaje aparece como algo natural en nuestro discurso cotidiano: “Existen expresiones que, aún inadvertidas, están en la memoria ancestral de una lengua y forman parte de nuestro acervo lingüístico”.

Por medio de una revisión bibliográfica y análisis crítico de ejemplos publicado recientemente en la revista académica sobre feminismos y género, Descentrada, la investigadora de UdeSA identifica expresiones que, sutilmente, se orientan a la discriminación del género femenino. La primera reside en el empleo de pronombres neutros, como “lo”, que orientan la interpretación al género masculino. También reconoce la existencia de sintagmas que reproducen estereotipos de género. Cuando a “los juristas varones” comúnmente se le opone la frase “las mujeres juristas”, el sustantivo “varones” especifica al sustantivo “juristas”, pero el sustantivo “mujeres” ocupa el núcleo del sintagma y la profesión solo lo caracteriza. En tercer lugar, identifica definiciones de diccionario que refuerzan la interpretación del masculino genérico como masculino específico. Ejemplo de ello es la definición de “humano”, entendido como aquello “que tiene naturaleza de hombre (ser racional)”. Asimismo, nota que es habitual el uso de profesiones en masculino para mujeres. Al utilizar el sustantivo “presidente” para designar a una mujer que ejerce este cargo, no solo se profundizan estereotipos de género, sino que además el uso acarrea ambigüedad. En quinto lugar, Ramírez Gelbes examina que, con frecuencia, el opuesto positivo de un binomio antecede al negativo, como en “bueno y malo”, “justo e injusto”, o en el uso protocolar de la fórmula “hombre y mujer”. Por último, reflexiona sobre el hábito generalizado de que las hijas o hijos hereden el apellido paterno o la costumbre de que a los hombres se los reconozca por su apellido, destacando su histórica pertenencia al ámbito público, mientras que a las mujeres se estila llamarlas por su nombre de pila, perpetuando su asociación al ámbito privado.

Para Ramírez Gelbes, “la suma de evidencias sutiles contribuye a mostrar que nuestra sociedad presenta una primacía de los hombres. Esto no quiere decir que detrás de estas manifestaciones haya actitudes perversas y que quien usa estas formas tiene el objetivo deliberado de someter a las mujeres, sino que son usos que responden al desarrollo de la historia de nuestra civilización”. Ahora bien, estudios conducidos en lenguas sin género gramatical, como el turco, demostraron no estar libradas de la discriminación estereotípica, en tanto la representación mental que tienen sus hablantes es la de asociar sustantivos de persona con estereotipos de género. De la misma manera, en lenguas que utilizan la forma femenina como la forma inclusiva, la desigualdad de los géneros también se decanta en favor de los hombres. Por eso, la investigadora de UdeSA advierte que la evitación deliberada de las formas sutiles del sexismo en el lenguaje o el cambio morfológico en favor del femenino no traerán como correlato automático un cambio en el equilibrio de poder entre los géneros

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