El sueño no es un lujo, es una necesidad
En 2017, Reed Hastings, el entonces director ejecutivo de Netflix, afirmó que el sueño es el principal competidor de la plataforma audiovisual. Tradicionalmente, la privación del sueño se asoció a una mayor eficiencia, pero sus consecuencias afectan no solo el descanso y la salud de las personas, sino también su productividad. Un estudio publicado en el Journal of Occupational and Environmental Medicine estima que la falta de sueño cuesta más de 130.000 millones de dólares al año en pérdidas de eficiencia. Durante el descanso, el cerebro se restaura, se consolidan los recuerdos y se regulan las emociones, lo que eventualmente potencia la productividad e innovación de las personas. En un reciente artículo publicado por The American Journal of Geriatric Psychiatry, Diego Golombek, Ignacio Spiousas y Leandro Casiraghi, investigadores del Laboratorio Interdisciplinario del Tiempo (LITERA) de la Universidad de San Andrés, junto a un equipo internacional de investigadores, proponen el concepto de “capital de sueño” para destacar la ganancia social, económica y de salud derivada de un descanso adecuado.
Los investigadores de LITERA exploran tres variables que influyen en el “capital de sueño”. La primera es la deuda de sueño, que puede reducir la productividad, aumentar el riesgo de accidentes y ser un factor predictivo de mortalidad. En contraste, el “crédito” de sueño, que supone superar las horas mínimas recomendadas de descanso, es fundamental para construir dicho capital. La segunda variable es la irregularidad del sueño, agravada por factores como el trabajo por turnos y el jetlag social, un concepto que se refiere a un desajuste entre el ritmo biológico y el social. Mejorar la regularidad del sueño podría fortalecer la salud y la productividad en las sociedades. En tercer lugar, destacan la importancia de la exposición a la luz diurna para un sueño nocturno saludable y un mayor estado de alerta durante el día, mientras que la exposición excesiva a luz artificial por la noche podría afectar negativamente el sueño.
Además, los investigadores sugieren intervenciones políticas para mejorar la salud del sueño y sus repercusiones económicas y sociales. Una de ellas, la “ciudad circadiana”, busca alinear la iluminación y los horarios urbanos con los ritmos biológicos. De la misma manera, en el sector de la salud, especialmente en áreas de terapia con iluminación constante y alta circulación de personas, proponen la noción de “hospital circadiano”, que busca crear entornos que respeten los ritmos biológicos. Esto ayudaría a acelerar la recuperación de los pacientes y reducir los costos hospitalarios. En el ámbito laboral, los investigadores destacan la necesidad de diseñar turnos de trabajo rotativos, para mejorar el bienestar de los empleados en industrias que operan durante la noche. Por último, en el campo educativo, sugieren ajustar los horarios escolares al reloj biológico de los adolescentes, que tienden a un reloj más tardío, buscando mejorar su rendimiento académico.
Golombek sostiene que reconocer el impacto económico del “capital de sueño” implica un cambio de paradigma en cómo entendemos el éxito y la productividad. Sin embargo, advierte que esta noción solo será efectiva si se apoya en campañas de concientización. “Al igual que la sociedad ya interiorizó el lema “si bebiste, no conduzcas”, deberíamos promover la idea de “si no dormiste bien, tampoco conduzcas”, dado que muchos accidentes están relacionados con la falta de sueño”, argumenta el investigador de LITERA.