En Argentina, la inclusión educativa y la calidad evaluativa se plantean como la rivalidad de un superclásico River-Boca
Para múltiples líderes de política educativa, las agendas de la evaluación y la inclusión ocupan posiciones ideológicas antagónicas. La primera se concentra en la calidad educativa y los mecanismos evaluativos y la segunda en el acceso igualitario a la educación. “En Argentina, una orientación política de izquierda o derecha puede determinar si uno se define como defensor de la inclusión o de la evaluación. Paradójicamente, estos antagonismos no aparecen en las escuelas”, argumenta Ezequiel Gomez Caride, profesor e investigador de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés. Su nuevo libro, Educational Assessment and Inclusive Education. Paradoxes, Perspectives and Potentialities, en coautoría con Christian Ydesen, Alison L. Milner, Tali Aderet-German y Youjin Ruan (Aalborg University), presenta un estudio comparado en Argentina, China, Dinamarca, Inglaterra e Israel. Los investigadores visibilizan cómo se aborda la evaluación y la inclusión educativa en los distintos contextos locales, a partir de un análisis de políticas educativas y entrevistas a actores políticos y profesionales en educación.
Con respecto a la inclusión, los docentes de los cinco países estudiados coincidieron en que son convocados a cumplir el rol de “héroes de la inclusión”, sin tener formación en pedagogías inclusivas. A la vez, plantean la falta de recursos y tiempo para preparar sus aulas como entornos de enseñanza inclusiva para todos los estudiantes, aún si tuvieran necesidades especiales. Con relación a la evaluación, los docentes perciben que su saber experto se ve desplazado por los mecanismos “neutrales” de los exámenes estandarizados, que además afectan su posibilidad de elegir qué enseñar. Estas evaluaciones tienen una fuerte influencia en las trayectorias universitarias de los estudiantes, pero los docentes muestran cierto descreimiento de sus resultados al no lograr vincularlos con su práctica profesional cotidiana. Por lo tanto, transforman estos exámenes en oportunidades para que sus estudiantes desarrollen habilidades como la resiliencia o tolerancia a la frustración. En este aspecto, Argentina es la excepción ya que no tiene una política pública sostenida en exámenes estandarizados. “La agenda de evaluación se percibe como una agenda global y no local, que tiende a clasificar a las personas en lugar de incluirlas, y eso incomoda”, comenta Gomez Caride. Las Pruebas Aprender, actualmente vigentes, no tienen un impacto significativo en las escuelas ni en los estudiantes. Dado que estas pruebas miden competencias clave, como la resolución de problemas y análisis de información, se produce un desencuentro con el mundo del trabajo. Sumado a esto, la ausencia de una política sostenida sobre los resultados de aprendizaje dificulta la gobernanza y una eventual mejora del sistema educativo.
Desde una perspectiva comparativa, en Argentina se destaca la importancia de la agenda de la inclusión. Sin embargo, esto no se traduce necesariamente en igualdad efectiva. Según el Observatorio de Argentinos por la Educación, de cada 100 estudiantes que comenzaron primer grado en 2009, solo el 16% alcanzó el último año de la secundaria en el tiempo esperado y con conocimientos satisfactorios en Lengua y Matemática. “Existe el desafío de incorporar mecanismos de rendición de cuentas para mejorar aspectos fundamentales de la experiencia educativa, como la alineación con las competencias requeridas en el mundo laboral, los proyectos individuales de vida y los contextos comunitarios de las escuelas. La política educativa debe poder salir de la dicotomía River-Boca y ponderar ambas agendas como recursos para garantizar el derecho a la educación en Argentina”, comenta Gomez Caride.
Gomez Caride conversó sobre su libro en FreshEd, uno de los podcasts más escuchados a nivel mundial sobre temas de educación.