¿Las escuelas matan la creatividad? El educador británico Ken Robinson, profesor de educación artística fallecido en 2020, viralizó la pregunta en una charla TED que desde 2006 acumula 77 millones de vistas (y otros 23 millones en Youtube). Allí Robinson cuestiona la jerarquía de las materias en el diseño curricular, plantea que las artes no deberían ser menos importantes que la alfabetización y la matemática, y advierte que la escolarización “nos hace menos creativos”.
Robinson fue nombrado “caballero” en 2003 por la reina Isabel II por su aporte al fomento de las artes. En su planteo resuenan los ecos de la película The Wall (1982) de Pink Floyd, donde la escuela es vista como un dispositivo de estandarización, una fábrica que produce individuos homogéneos y obedientes, desprovistos de toda singularidad.
A contramano de ciertos prejuicios, los datos sugieren que hay sistemas educativos que logran favorecer la creatividad de sus estudiantes. En los resultados de sus escuelas no se ve una contraposición entre creatividad y buen desempeño en Lengua o Matemática, sino al contrario: las materias troncales, cuando están bien enseñadas, contribuyen a fortalecer el pensamiento creativo.
Así lo revelaron los resultados más recientes de la prueba PISA 2022, que evaluó por primera vez el “pensamiento creativo” en estudiantes de 15 años de 64 países. Uno de los principales hallazgos del estudio de la OCDE es que hay muchas buenas escuelas que no matan la creatividad, sino que la potencian. Son, casualmente (o no), las que mejor enseñan las materias “tradicionales” –lo que no implica que enseñen de manera tradicional–.
Del último informe PISA se desprende que las escuelas pueden hacer la diferencia al fomentar entre sus estudiantes el desarrollo de esta habilidad, considerada la segunda más demanda por los empleadores detrás del pensamiento analítico, según el Foro Económico Mundial. La creatividad es también una de las seis “competencias globales para el aprendizaje profundo” –las “6C”– que identificó el pedagogo canadiense Michael Fullan, así como una de las cinco “mentes del futuro” que describió el psicólogo estadounidense Howard Gardner, autor de la teoría de las inteligencias múltiples.
Los resultados de PISA y por qué Argentina no participó
Singapur, Corea, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Estonia y Finlandia fueron los sistemas educativos que lograron mejores desempeños en la evaluación PISA de pensamiento creativo. Según un comunicado de la OCDE, los resultados “muestran que los estudiantes en sistemas educativos de alto rendimiento no solo están teniendo éxito en las pruebas estandarizadas de matemáticas, lectura y ciencias, sino también en las nuevas pruebas de pensamiento creativo”.
En líneas generales, los sistemas educativos bien posicionados en pensamiento creativo son los mismos que obtuvieron altos puntajes en las tres disciplinas centrales de la prueba. Pero hay excepciones: los estudiantes de Portugal, por ejemplo, se destacaron más en pensamiento creativo que en las habilidades de lectura, matemática y ciencias. En cambio, los estudiantes de distintas regiones de China sobresalieron más en las áreas tradicionales que en la creatividad.
“La excelencia académica no es un requisito previo para que los estudiantes demuestren competencia en pensamiento creativo. Los estudiantes individuales pueden sobresalir en pensamiento creativo sin sobresalir en los dominios académicos centrales”, plantea el informe de resultados.
En América Latina, los países con mejores resultados en la prueba PISA de pensamiento creativo fueron Chile (con 31 puntos, cerca de los 33 puntos promedio de la OCDE), México y Uruguay (ambos con 29 puntos). Argentina no participó de este nuevo segmento de la prueba pero sí del clásico (enfocado en Lectura, Matemática y Ciencias), al igual que otros 16 países. Si bien durante el gobierno de Mauricio Macri el país había preacordado con la OCDE su participación, en 2021 el Ministerio de Educación de la Nación definió que los estudiantes argentinos no resolverían ese módulo de la evaluación.
Infobae consultó a Gabriela Diker, exsecretaria de Evaluación e Información Educativa durante la gestión de Nicolás Trotta, para conocer los motivos por los cuales Argentina no participó. Diker mencionó dos razones: una vinculada con “problemas técnicos de confiabilidad”, por la dificultad para comparar la creatividad en distintos países y culturas por medio de los mismos ítems, y otra relacionada con la “baja pertinencia y relevancia” para la toma de decisiones de política educativa.
“En primer lugar, consideramos que la aplicación de instrumentos y estándares homogéneos para evaluar competencias ligadas a la creatividad o a la innovación no tiene ningún sentido técnico. Aun cuando PISA aplica lo que denominan ‘validación intercultural’ con el objeto de brindar evidencia confiable y comparable entre distintas culturas y países, es muy improbable que la creatividad pueda evaluarse de la misma manera, a través de los mismos instrumentos, en todos los países del mundo”, argumentó Diker.
La segunda razón: “La información de una prueba estandarizada homogénea para más de 60 países ofrece datos muy poco relevantes a la hora de tomar decisiones de política educativa para mejorar los aprendizajes. Si lo que queremos saber es en qué medida la escuela promueve el desarrollo del pensamiento creativo, no necesitamos para ello datos comparados con otros países. Deberíamos en todo caso analizar qué es lo que evalúa la escuela (por ejemplo, cómo evalúa resoluciones originales de problemas), qué experiencias formativas promueve, qué enseña, cómo lo hace, todo lo cual requeriría el desarrollo de otros instrumentos de relevamiento más pertinentes”.
¿Cómo medir la creatividad?
Para PISA, la creatividad se define como “la competencia que permite interesarse, de forma productiva, en la generación, evaluación y mejora de las ideas que puedan dar lugar a soluciones originales y eficaces”. Para evaluar el pensamiento creativo, la prueba incluyó consignas que requerían que los estudiantes pensaran en soluciones diversas para tareas expresivas simples y problemas cotidianos, como inventar una historia interesante o pensar en diferentes formas de realizar una campaña de concientización en la escuela.
El marco conceptual de la prueba abarcó tres procesos cognitivos propios del “pensamiento divergente”: se midió la capacidad de los estudiantes de generar ideas distintas (es decir, múltiples y diversas), de generar ideas creativas (originales, diferentes de las ideas mayoritarias), y de evaluar ideas ya existentes y mejorarlas. Estos procesos de pensamiento creativo se evaluaron en cuatro áreas de contenido: la expresión escrita, la expresión visual, la resolución de problemas sociales y la resolución de problemas científicos.
Los resultados evidenciaron que existen brechas de género y socioeconómicas en el desempeño creativo de los estudiantes. En ningún país los varones superaron a las mujeres en pensamiento creativo, mientras que los estudiantes con un nivel socioeconómico más alto obtuvieron mejores resultados, tal como sucede en matemática, lectura y ciencias (aunque la asociación entre el nivel socioeconómico y el rendimiento es más débil en el área de pensamiento creativo).
Durante mucho tiempo se pensó en la creatividad como un “don” innato, que no podía modificarse. Esta concepción sobrevive en muchos estudiantes: en los países de la OCDE, solo la mitad de los chicos y chicas creen que su creatividad es algo que pueden cambiar. En este punto, el informe subraya que tener una “mentalidad de crecimiento” en cuanto a la creatividad se relaciona positivamente con un mejor desempeño: son más creativos los estudiantes que creen que pueden mejorar esta habilidad.
“Las pedagogías en el aula pueden marcar una diferencia”, señala el informe de la OCDE. Aquellos estudiantes que informaron que sus maestros valoran su creatividad, que los animan a proponer respuestas originales y que tienen la oportunidad de expresar sus ideas en la escuela obtuvieron mejores resultados. Además, participar regularmente (una vez por semana) en actividades escolares como arte, teatro, escritura creativa o clases de programación se asocia con un mejor rendimiento.
El modo de enseñar resulta clave para poder potenciar o no la capacidad creativa, plantea Mariana Maggio, doctora en Educación y directora de la maestría en Tecnología Educativa de la UBA. “Hay una manera de plantear la enseñanza que tiene que ver con lo explicativo (que sigue tomando gran parte del tiempo de clase), lo aplicativo lineal (que viene de esos núcleos de saberes construidos antes de que el acto pedagógico ocurra) y lo verificativo (a través de las evaluaciones)”, explicó Maggio a Infobae. Y advirtió: “Ese modelo clásico explicativo-aplicativo-verificativo, que en muchos casos sigue siendo hegemónico, no tiene manera de favorecer procesos creativos”.
El marco conceptual de la OCDE diferencia la creatividad “con minúscula” de la Creatividad “con mayúscula”. La segunda se asocia con las obras maestras del arte y los grandes descubrimientos científicos. La prueba PISA se enfocó en la primera, entendida como una capacidad flexible que se puede desarrollar con la práctica y que se hace visible en contextos cotidianos.
El informe PISA subraya que las habilidades de pensamiento creativo se pueden enseñar. “Los maestros pueden desbloquear la creatividad de los estudiantes alentándolos a explorar, generar y reflexionar sobre ideas. No es una coincidencia que los sistemas de alto rendimiento integren directamente pautas formales sobre el desarrollo y la evaluación de la creatividad de los estudiantes”, afirmó Andreas Schleicher, director de Educación y Habilidades de la OCDE.
Cómo enseñar el pensamiento creativo
“Fomentar y enseñar habilidades de pensamiento creativo a los estudiantes les permite innovar, resolver problemas y adaptarse en un mundo en constante cambio. Alentar a los estudiantes a involucrarse mejor con tareas de aprendizaje más abiertas y centradas en el estudiante puede ayudar a construir confianza en sí mismos e inspirar a aprendices curiosos y creativos”, aseguró Schleicher al presentar los resultados.
Así como han descartado la concepción de la creatividad como algo innato, los especialistas hoy también la piensan como un atributo colectivo, potenciado por las tecnologías digitales, que en muchos aspectos facilitan la articulación de distintas “creatividades” individuales. Algunos especialistas sostienen que, en la actualidad, el impacto de la inteligencia artificial generativa viene a jerarquizar más que nunca la diferencia que puede hacer la creatividad humana, individual y colectiva.
“A priori, una podría decir que la IA viene a resolver los problemas por cuenta nuestra, y sin embargo no: el mundo sigue necesitando originalidad, una mirada ética, una posición inclusiva, desde una profunda humanidad. Pero también sabemos que en este momento de la historia la manera de hacerlo es colectiva, co-creando con otros y otras y con las tecnologías”, plantea Maggio.
“Creo que tenemos que empezar a pensar la creatividad desde esta trama colectiva que entra en una interacción crítica y potente con las tecnologías emergentes. Creo que esta creatividad puede tener un “co” adelante –de lo colectivo– y un “co” atrás –de copiloto, de cocrear con despliegues tecnológicos–. En términos de transformación, eso nos puede llevar a lugares más originales que los que estuvimos transcurriendo hasta acá”, señala Maggio.
“Hay una dimensión colectiva de la creatividad, a la que hoy le prestamos más atención porque sabemos que así se crean las cosas importantes, que llevan tiempo y requieren muchas miradas. Hoy sabemos que la creatividad no es un atributo de un genio; cada vez menos la creación sucede de manera individual. En general si creás algo nuevo es porque charlaste con alguien o porque trabajaste con alguien o escuchaste algo de algún lado”, explica Melina Furman, investigadora del Conicet y profesora de la Universidad de San Andrés, en una entrevista reciente con Infobae.
En su último libro, Curiosidad extrema, Furman menciona como ejemplo el “test de usos alternativos”: un desafío que consiste en imaginar distintas formas posibles de usar un mismo objeto (por ejemplo, un vaso). Con cronómetro en mano, los participantes del test tienen 2 minutos para escribir todos los usos que se les ocurren para ese objeto. Al final, cada uno debe leer y explicar su lista. Para calcular el puntaje, se tiene en cuenta la fluidez (la capacidad de pensar muchas ideas en poco tiempo), pero también la originalidad (valen más las ideas que no fueron repetidas por otros).
“Siempre hay diversidad de puntos de partida en una población. Pero también sabemos que con el estímulo adecuado –que es simplemente poner a los chicos a hacer cosas creativas y apoyarlos para que eso suceda–, los chicos y los grandes nos volvemos más creativos”, asegura Furman.
¿Qué tipo de propuestas de enseñanza ofrecen ese “estímulo adecuado”? Mariana Maggio sugiriere, por ejemplo, tomar como punto de partida “un problema complejo para resolver, de esos que nos rodean y que solo falta reconocer como objeto de abordaje de la enseñanza; o una pregunta compleja, sin respuestas fáciles ni únicas; o un proyecto de desarrollo que involucre aproximaciones en términos de pensamiento de diseño”.
Según Maggio, la creatividad se sostiene sobre “la posibilidad de pensar distinto, por fuera de la caja, más allá de los patrones, sin quedarse atados a resoluciones simplistas o repetidas hasta el hartazgo”. Pero además, creatividad implica siempre transformación: “Ya sea que lo encaremos por el lado de los proyectos, de las preguntas, de los problemas o de las intervenciones sociales, lo que cuenta es que en nuestra intención –en la quienes enseñamos, pero también en la de quienes aprenden– aparezca la transformación como horizonte y la construcción original como camino. Eso es lo que nos permite poner en juego la creatividad”.