futurIA. Cómo se usa inteligencia artificial para moverse más rápido y planificar las ciudades del mañana
La industria del transporte es responsable de generar el 35% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por lejos, uno de los sectores más contaminantes. Tecnologías como la inteligencia artificial (IA) pueden impactar positivamente en las ciudades, permitiendo el desarrollo de una movilidad más inteligente, ágil, segura y sostenible. ¿Se imaginan un futuro no muy lejano sin embotellamientos de tránsito, donde los accidentes sean cosa del pasado y el aprender a manejar ya no sea una prioridad? Semáforos inteligentes, vehículos autónomos, peajes invisibles… el futuro ya está entre nosotros y la inteligencia artificial lo hace posible.
La tecnología avanza de manera acelerada y su influencia también se siente en la planificación urbana. En este tercer episodio de FuturIA exploramos las posibilidades de la inteligencia artificial en el mejoramiento de la movilidad, un paso hacia adelante que impacta directamente en el medioambiente y, por ende, también en la calidad de vida de las personas. Desde este espacio, un grupo de expertos y referentes analizan los incontables usos de esta herramienta que ya les está dando forma a las ciudades del mañana.
Adelantarse a los hechos
“En el futuro –gracias a la inteligencia artificial– vamos a poder prever ciertas situaciones en el tránsito y en la movilidad. Vamos a poder predecir qué avenida va a estar más congestionada y así poder reaccionar de una manera más rápida”, cuenta Martín Viale, Coordinador General de Señalización Luminosa de la Ciudad, ejemplificando una de las tantas aplicaciones de la IA.
Lidiar con el tránsito de la hora pico no solo produce retrasos, sino un poco de estrés. La tecnología de la que hoy disponemos se encarga de analizar los datos de la calle, como el volumen vehicular en determinado día y ante un determinado evento; información que después llega a la gente a través de aplicaciones de navegación y GPS, con el fin de evitar atascos y poder llegar a destino de la manera más rápida y segura posible.
Todavía quedan por sortear varias limitaciones, pero la inteligencia artificial es una tecnología que puede aprender y, a la larga, tomar sus propias decisiones. Si nos concentramos en nuestro país, Viale asegura que, hoy, los principales avances en movilidad están relacionados con la seguridad de los vehículos y la asistencia en la conducción –detección de impacto frontal, alarmas por si el conductor se queda dormido–, ayudas que colaboran en la seguridad vial, a la espera de una movilidad 100% autónoma.
“La ciudad debe incorporar inteligencia artificial para facilitar la vida de sus habitantes”, suma Joan Cwaik, divulgador especialista en tecnologías emergentes. “La predicción en la toma de decisiones en las ciudades va a ser fundamental para anticiparse a los hechos, además de poder ahorrar en materia de costos económicos”, agrega, y remarca la importancia de integrar tecnologías de manera permanente para potenciar el crecimiento de las Smart Cities.
¿Hay un lado negativo en todo esto? Si la autonomía vehicular es la meta a alcanzar, ¿qué va a pasar con aquellas personas que viven del transporte o trabajan como conductores?, se pregunta Cwaik. La clave, como con cualquier nueva tecnología, es la adaptabilidad. Tomar una postura que nos ayude a convivir con estos nuevos adelantos y sacar el mejor provecho.
Datos y analítica al servicio de la movilidad
“La inteligencia artificial nos presenta una serie de herramientas que permiten ayudar a aquellos que toman decisiones sobre la movilidad para lograr que nos desplacemos de una forma más ágil, más rápida, menos contaminante y segura”, resalta Carlos Wiedmaier, Head of Solution Consulting de Kapsch, una empresa dedicada a las soluciones de peaje y sistemas de movilidad urbana e interurbana para autopistas. Su objetivo: ciudades más limpias, con menos congestión y contaminación (ambiental, auditiva), y que las personas puedan llegar a tiempo a sus destinos.
Estas problemáticas se empiezan a comprender y a intentar resolver a partir de los datos masivos, la analítica y el conjunto de herramientas que aporta la inteligencia artificial al momento de tomar las decisiones más adecuadas. “A través del entrenamiento, de muchos datos, de observaciones y machine learning, estos algoritmos pueden aprender y, hasta cierto punto, predecir cómo va a actuar el ser humano”, agrega Samuel Kapsch, Executive VP Latin America en Kapsch, destacando que la IA es clave en temas de seguridad y gestión de tráfico, para mejorar la experiencia de los usuarios y reducir accidentes, entre otras ventajas.
La evolución del peaje es un ejemplo perfecto, ya que poco a poco va eliminando el pago en efectivo –reemplazado por sistemas inteligentes que no requieren que el conductor se detenga en la cabina–, pensando en un futuro que no va a depender de tanta infraestructura física, donde la conjunción de cámaras y la IA puede identificar vehículos y cobrarle al conductor a la distancia, en vez de pasar por puntos fijos.
En busca de la movilidad autónoma
Los autos que se manejan solos parecen un recurso de la ciencia ficción, aunque ya forman parte de una realidad que se está testeando en varios países alrededor del mundo. Todavía estamos lejos –tal vez, no tan lejos– de su comercialización, pero los beneficios que anticipan son enormes. En el centro de este avance se ubican los algoritmos de inteligencia artificial que procesan los datos y pueden tomar decisiones de conducción.
“Estos sistemas no se cansan, no se desorientan, pueden ser más consistentes en sus reacciones”, dice Roberto A. Bunge, director de Ingeniería en Inteligencia Artificial de la Universidad de San Andrés, y agrega: “Una de las promesas de la movilidad autónoma es que se van a reducir muchísimo los accidentes, porque la mayoría se producen por error humano”.
“De acá, a 40 o 50 años, nadie va a manejar. Vamos a subirnos a un auto sin volante y usar ese tiempo para hablar con nuestros afectos, para trabajar, pensar o leer. La idea de perder tiempo en el transporte va a ser cosa del pasado”, pronostica Bunge, pero se apresura a aclarar, una vez más, que la inteligencia artificial no llegó para reemplazar al ser humano. Es una herramienta más, una bastante poderosa que debe ser regulada como toda tecnología emergente. Nuestra relación con la IA es complementaria, simbiótica, donde la inteligencia artificial nos ayuda a alcanzar nuestros objetivos y nuestro mayor potencial. En definitiva, no hay ninguna tecnología que pueda replicar lo que hace nuestro cerebro, mucho menos nuestra humanidad.