Gradualismo y shock: una oposición socialista que intenta frenar todo cambio libertario
Recordemos que la aprobación de la Ley Bases implica solo una pequeñísima fracción de lo que este gobierno originalmente pretendía y la razón es la existencia de una arco opositor socialista que prefiere la dirección opuesta, un esquema en donde sus integrantes y muy a pesar del resto del país, han sido extremadamente beneficiados. La razón es muy sencilla: de un lado tenemos a este gobierno con una vocación claramente liberal pro-mercado y del otro a un conjunto de personajes socialistas que viven enquistados en un aparato político que los ha perpetuado por décadas. A esta altura de los acontecimientos y con un país como la Argentina que alguna vez fue próspero y que ahora sin embargo bate récords cotidianos de pobreza, queda claro que estos dos bloques políticos son absolutamente antitéticos. Obviamente, no existe ni un solo punto de coincidencia entre el liberalismo y el socialismo por lo que este país seguirá en una especie de limbo plural multidimensional hasta tanto una de las dos facciones finalmente venza a la otra mayoritariamente, si es que eso ocurre alguna vez.
No debiera sorprender entonces que si bien este gobierno tiene un diagnóstico razonablemente correcto y pretende una dirección también aceptable, la velocidad a la que puede ir es muy baja dada la permanente oposición de quienes defienden sus múltiples prebendas del otro lado, prebendas que han llevado décadas gestar y muy a pesar del empobrecimiento generalizado de toda la ciudadanía. Si bien el socialismo se vende al mundo como aquel movimiento distributivo y beneficiador de las mayorías, en realidad es un sistema de tribus jerárquicas en donde un par de capangas se llevan todo y las migajas quedan para el que sigue. En este contexto es evidente que nada relevante podrá consensuarse dado que ambas partes pretenden modelos de país absolutamente opuestos.
Y aquí surge una gran pregunta que los mercados financieros comenzarán a elevar en la medida que nos vayamos acercando a la elección de mitad de término, una que no está tan lejos del eje temporal. Este gobierno libertario que con tan poco ha hecho tanto, deberá conseguir mayorías relevantes a nivel parlamentario para finalmente poder gestionar no solo en la dirección pretendida (derivada primera) sino a la velocidad necesaria (derivada segunda). En un país bipolar tan ansioso y esquizofrénico como el nuestro, la paciencia electoral no es infinita y por eso se hace tan relevante desde 2026 poder articular todos los elementos de la Ley Bases original para encaminar a la Argentina hacia un sendero de crecimiento sostenido en donde la ciudadanía votante pueda observar lo infinitamente superior que es un sistema basado en libertades que este enguisando socialista y perdedor que nos venimos fumando desde 1930. Dada la permanente falta de consenso entre este gobierno libertario y una oposición socialista, un evento que nos saque de este escenario permanentemente degradante requeriría una contundente aprobación del votante argentino para finalmente liberar a esta nación de los males del socialismo y encaminarla hacia lo que alguna vez fuimos y abandonamos por 1920.
El permanente riesgo que corre este gobierno es que el “gradualismo forzado” al que lo obliga la oposición comience a frustrar a un electorado caracterizado por desilusionarse rápidamente y elegir a cualquier Alberto caminante que proponga la oposición como alternativa. Ojalá, éste sea aquél capítulo de nuestra evolución cívica en donde la ciudadanía mayoritariamente haya comprendido que seguir insistiendo con socialismo prebendario y beneficiador de unos pocos caciques es una receta infalible hacia la derrota y la pobreza sistemática. Ojalá también esta misma ciudadanía entienda que no se puede transformar de la noche a la mañana en liberal a una nación que hace un siglo viene condenada al socialismo empobrecedor. De ahí que se entiende el porqué de frenar todo lo que se pueda desde el arco opositor en un intento de permanente desgaste hacia un gobierno que tiene el diagnóstico correcto, que pretende la dirección adecuada, pero al que le faltan herramientas, herramientas que son negadas por una oposición socialista que pretende condenar a la administración actual a un “lento” proceso de transformación. En la “lentitud del cambio” reside precisamente el intento de victoria opositora. La velocidad de las reformas por lo tanto es clave y por el momento, el objetivo opositor es enjaular a este gobierno en un cuasi permanente gradualismo. Tremenda elección se nos viene en 2025, nada mas y nada menos se pone en juego la “derivada segunda del cambio”.