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Inflación en baja y una Reserva Federal que pierde relevancia

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Una Fed que se confiesa como “data-driven” va perdiendo efecto en el mercado. Desde inicios de 2023 observamos a un Wall Street muy “data driven” (dependiente de datos) que se torna relativamente insensible a la retórica de la Fed. Tal fue el caso de la conferencia de prensa de Jerome Powell en el FOMC del pasado miércoles. Hasta agosto, no tendremos datos macroeconómicos de relevancia y es razonable entonces esperar que tanto las tasas de interés como las monedas encuentren un rango de trading hasta los próximos datos de empleo e inflación. Los commodities en general intentan consolidar el inicio de una tendencia bullish (positiva) y las tasas cortas y largas pretenden armar un rango de trading a la espera de los próximos datos macroeconómicos. Las monedas del G10 operan relativamente tranquilas en consonancia con un mercado de bonos expectante a los datos de agosto y las monedas emergentes intentan operar más sólidas ante un mercado de commodities con renovado auge en especial con un petróleo operando sobre los 80. De la mano de una recuperación en petróleo desde niveles sub-70 se percibe que la reapertura de la economía china sumada a una economía global que no muestra señales de recesión evidentes comienzan a generar excesos de demanda que catapultan a los commodities. En la medida que dichas subas no sean descontroladas, podría incluso considerarse una buena noticia para riesgo global. Recordemos bajo esta coyuntura el delicado nexo entre inflación y suba de commodities.

En general, los commodities energéticos, metales básicos y alimentos comienzan a mostrar señales de recuperación operando con sesgo positivo desde hace semanas lo cual sugiere que quizá la “no recesion global” sumado a una “economía china que se reabrió” comienzan a ser catalizadores de comportamiento bullish (optimista) de un sector que viene siendo castigado desde mediados de 2022. Gran parte de toda la baja en la inflación norteamericana estuvo correlacionada a colapsos en la cotización de commodites por lo que una suba violenta podría volver a complicar la realidad. No parecía que dicho evento fuese a ocurrir por lo que a menos que tengamos sorpresas dramáticas, la inflación parecería comenzar a sentirse como una historia pasada del 2022 y eso en sí mismo es una excelente noticia.

Durante el 2022 la Fed se encargó literalmente de “romper al mercado” en su intento de desinflacionar a la economía norteamericana. La economía de Estados Unidos tiene una característica especial: la gran mayoría de sus ciudadanos ahorran en acciones por lo que variaciones sustanciales en las valuaciones accionarias generan cambios notables en los niveles de riqueza. Si la Fed enfrenta un contexto recesivo, intentará generar subas en el valor de los activos financieros para que mediante las mismas se exponencie el consumo y con ello se reactive la economía. Por el contrario, en contextos inflacionarios, la Fed necesita “empobrecer” a la ciudadanía para que a partir de shocks negativos de riqueza, se desacelere el consumo y se desinflacione el sistema. Esta última estrategia fue claramente perseguida por la Fed durante todo el 2022 con una retórica muy agresiva que le costó al Nasdaq 35% de retorno negativo. Sin embargo, en 2023 la economía norteamericana se enfrenta aparentemente con una coyuntura que apunta hacia una desinflación sistemática dejando a la Fed muy cerca de finalizar su ciclo de restricción monetaria, el cual ha sido el más vertical de su historia.

Especialmente a partir de la crisis bancaria sufrida entre marzo y abril, la retórica de la Fed se puso mucho menos destructiva y de a poco el mercado se tornó mucho más dependiente de los datos macroeconómicos y menos sensible a lo que eventualmente la Fed pudiese decidir o sugerir. El FOMC del pasado 26 y 27 de julio ha tenido un efecto menos relevante porque el mercado espera que muy en breve la Fed culmine definitivamente con su ciclo de suba de tasa de referencia. La pregunta es si tanta restricción monetaria habrá instaurado una dinámica recesiva cuyos efectos podrían comenzar a sentirse en los próximos meses dados los rezagos con los que reacciona una economía. Por el momento, los bulls (optimistas) convalidan un escenario positivo: “desinflación sin recesión” y dicha expectativa sería alterada sólo si la inflación o los datos de empleo que comencemos a observar desde agosto sorprendiesen en la dirección inversa.

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