La aceleración de la inflación, que ya supera el 100% interanual, muestra una creciente preocupación en la academia. En las universidades, se multiplican los papers, seminarios y debates sobre qué hacer. Aun con matices, hay bastante consenso entre la ortodoxia y algunos sectores de la heterodoxia sobre la necesidad de aplicar un plan de estabilización, por fuera de ideas como la dolarización. Sin embargo, la tasa de éxito es menor al 30%, según un trabajo realizado por tres investigadores de la UBA en base a lo ocurrido en 13 países de América Latina, entre 1970-2020.
En la última semana, la Universidad de San Andrés (UdeSA) realizó un seminario organizado por el Departamento de Economía, en el que estuvo de invitado Ivan Werning, macroeconomista argentino del MIT (Massachusetts Institute Of Technology), radicado en Boston, Estados Unidos. Allí presentó su último paper “Inflation is conflict” (la inflación es conflicto), que tuvo la felicitación del premio nobel Paul Krugman, y la crítica de Javier Milei.
A grandes rasgos, el trabajo argumenta que una causa directa de la inflación es el conflicto, un desacuerdo por los precios relativos, o lo que en argentina se llama “puja distributiva”. Pero además, remarca que la puja no es inmutable a la política monetaria, ya sea la cantidad de dinero, las tasas de interés, y las expectativas, y que también tiene que haber políticas en ese sentido, porque influyen en la inflación.
En diálogo con Ámbito, Jorge Baldrich, profesor de UdeSA, consideró que hay una coincidencia en el mainstream económico, ya sea en neoclásicos y algunos neokeynesianos, en que la solución para bajar la inflación es aplicar un plan de estabilización. “Tuvimos una experiencia exitosa que fue el Plan Austral, que después fracasó cuando Ricardo Alfonsín se acercaba a las elecciones de medio término. Pero en ese momento recuerdo que vinieron economistas del Tesoro de Israel, y aplicaron un plan de estabilización, donde atacaron al mismo tiempo el déficit ficsal, las expectativas, la inercia y la puja distributiva, y perdura hasta hoy”.
En la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (FCE-UBA) también se observan actividades en el mismo sentido. Hace unas semanas comenzó el primer encuentro sobre planes de estabilización, que organizó el Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP), que depende de la UBA, en donde estuvieron presentes ejecutores del Plan Austral, implementado en 1985-1986.
Fuentes de IIEP comentaron que en FCE de la UBA “no hay ninguna duda de que tiene que haber un plan de estabilización” que sea integral, y los matices están en cuáles son las condiciones necesarias para que tenga éxito, dado que hay consenso en que actualmente no están dadas esas condiciones, ni económicas ni políticas. “Algunos en la academia ya no discuten causas y soluciones sino más bien el diseño y el timing, que dependerá de la foto del 10 de diciembre”, comentó un investigador del IIEP.
Además, esta semana el IIEP presentó el seminario “Planes de Estabilización: evidencia de América Latina”, donde expusieron los investigadores Gabriel Palazzo, Martín Rapetti y Joaquín Waldman. Presentaron las principales conclusiones de un trabajo que están a punto de publicar acerca de los resultados de 46 planes de estabilización aplicados en 13 países de América Latina, en el período 1970-2020.
Coinciden en que terminar con el proceso inflacionario que enfrenta Argentina requiere aplicar un plan de estabilización, aunque su base de datos muestra que la tasa de éxito fue menor al 30% de los intentos. De los 46 intentos, 26 fracasaron, sin haber reducido la inflación ni siquiera de forma momentánea. Otros 8 tuvieron una reducción inicial que se revirtió tiempo después, y solo los 12 restantes consiguieron desinflar de forma perdurable. Por lo que mientras que un 26% de los casos fueron exitosos de forma duradera, el 74% restante fracasó, de forma temprana o tardía.
A grandes rasgos, en sus conclusiones indican que los planes exitosos tuvieron como “indispensable” el orden fiscal, dado que observan una relación positiva entre mayores superávits fiscales y de cuenta corriente al momento de lanzar el plan. Además, otra característica de los exitosos procesos desinflacionarios estuvo asociada a una estabilización del tipo de cambio nominal, y a una apreciación del tipo de cambio real, dando lugar al deterioro de las cuentas externas. La buena noticia: aquellos que son exitosos crecen, luego del lanzamiento, a un ritmo de 3,8% interanual en los 5 años siguientes.
En la misma línea, Haroldo Montagu, exviceministro de Economía (2019-2021) y actual coordinador académico del Plan Fénix, consideró que “hay consenso entre algunos economistas heterodoxos” en que se necesita un plan de estabilización. Sin embargo, opinó que se tienen que tener en cuenta un desafío que es central: “Tiene que tener los menores impactos distributivos, no podés lanzar un shock con daño permanente en la capacidad de ingresos de los trabajadores y clases populares, por eso la importancia de sumarle como característica un acuerdo de precios y salarios, para que quede lugar para la recomposición”.