Aveces cuesta poner el foco en las personas para rescatar el valor de los avances tecnológicos en el mejoramiento de su calidad de vida. Según compartió Agustín Huerta, de Globant, esa enorme ponderación asignada a los avances tecnológicos, está dada por “el altísimo valor en la calidad de ciertas tecnologías, que nos da seguridad y que nos lleva a confiar en ellas y a convencernos en torno a lo que pueden aportar”.
Sin embargo, también es posible dejar de considerar a las herramientas digitales en sentido teocéntrico. Aún cuando a través de la inteligencia artificial se tiene la sensación de estar hablando con otra persona, “la tecnología no tiene una completa autonomía; eso nos lleva a pensar más en nosotros como brazo ejecutor que a poner todo el poder sobre la máquina; comenzamos a replantearnos esa relación”.
Con una mirada optimista, la especialista en tecnología, sociedad y arte, Ingrid Sarchman, argumenta que, “desde el inicio de la humanidad el ambiente se ha modificado a través de la tecnología”. Asegura, entonces, que más allá de la falsa apariencia de “que la tecnología va adquiriendo como una especie de autonomía, nosotros estamos acá, existimos y nos desarrollamos, gracias a cómo nos vinculamos con ella. Delegar funciones puede ser pensado como algo positivo”.
En relación al arte y a los momentos creativos, no duda en afirmar que “la IA no es más que una tecnología puesta al servicio de la creatividad humana”. En ese sentido, el shock o el acontecimiento creativo, no son atributos que puedan tener las máquinas. De lo contrario “¿cómo las capacitamos para que sean creativas?”, se pregunta Sarchman: lo que las máquinas nos ofrecen, dice, “son infinitas posibilidades de crear infinitas imágenes, no verdaderas pero sí verosímiles. Más allá de eso, el proceso creativo le pertenece a las personas”.
Al ser consultado sobre los beneficios y las dificultades de estos avances, el ingeniero especialista en Inteligencia Artificial Roberto Bunge fue contundente a la hora de indicar que la inteligencia artificial “no es inerte, necesita de nuestro comando y plantea una interacción que puede modificar el comportamiento”. Sin embargo, continúa, “encuentro una dificultad en el sentido de que puede ser usada para hacerse para una persona”. Hay quiénes “dan alerta sobre esto pero también hay un tecno optimismo. Creo que se debe balancear y buscar maneras de mensurar el impacto limitando lo que se puede hacer pero sin censurar”.