El presidente de Argentina, Javier Milei, insiste en dinamitar las relaciones con sus vecinos. Ya lo hizo con el colombiano Gustavo Petro. Ahora ha escalado en su pelea personal con su pares de Brasil, Luiz Inácio Lula de Silva, y Bolivia, Luis Arce. Al primero lo llamó hace tiempo “corrupto” y “comunista”. Lula da Silva le exigió un pedido de disculpas por decir “tonterías” y el ultraderechista respondió ausentándose de la cumbre de presidentes de Mercosur que se celebrará en Asunción el lunes próximo. Para dejar claro que no tiene intenciones de concordia, viajará el fin de semana a Brasil para participar de un evento de la extrema derecha brasileña junto con el expresidente Jair Bolsonaro, enemigo declarado de Lula. A Arce, en tanto, lo acusó de difundir una “falsa denuncia de golpe de Estado”, por la asonada militar del miércoles pasado, y de encabezar un “gobierno socialista” que pone “en peligro la democracia boliviana”.
En poco más de seis meses de Gobierno, Milei ha realizado siete viajes al exterior, todo un récord para un presidente argentino. Pero ninguno de ellos fue una visita de Estado o incluyó países que sean relevantes para las relaciones bilaterales. El ultraderechista rompió incluso con la costumbre de realizar como presidente el primer viaje del mandato a Brasil, con quien Argentina integra Mercosur, el mercado común que también tiene entre sus socios a Paraguay y Uruguay.
En la cancillería brasileña prefieren bajar el tono de la pelea personal entre Milei y Lula. No consideran un desplante que el argentino no esté en Asunción con sus pares de Mercosur y destacan que la mala relación entre los presidentes no ha afectado, al menos hasta ahora, el funcionamiento del bloque. “Lula y Milei no se hablan, pero tampoco han dado instrucciones para que no lo hagan los equipos de trabajo de ambas cancillerías”, dice una fuente de Itamaraty, que recuerda que el funcionamiento es similar al que tuvieron cuando estaban Bolsonaro en Brasilia y el peronista Alberto Fernández en Buenos Aires. “Las relaciones bilaterales tienen musculatura suficiente para aguantar un periodo en que no haya buen dialogo presidencial, hay ámbitos donde las cosas caminan solas”, agrega.
Pese a los insultos de Milei contra Lula, el argentino se encargó de que nada más ganar las elecciones su actual canciller, Diana Mondino, volara a Brasilia para calmar las aguas diplomáticas. Después regresó en visita oficial. Y cuando el mes pasado el Gobierno de Lula pidió al del país vecino información sobre unos bolsonaristas prófugos de la justicia este envió la información en pocos días. En Itamaraty recuerdan además que llevó menos de 24 horas resolver un problema con el pago de un cargamento de gas que Brasil envió de urgencia a Argentina para evitar cortes de suministro en medio de una inesperada ola de frío.
Las tiranteces actuales entre los jefes de Estado de ambos países son, pese a todo, más intensas que las protagonizadas por Bolsonaro y Fernández, —también antagonistas ideológicos— pero aquella tampoco fue una relación fluida. El antiguo militar brasileño no felicitó a su homólogo argentino cuando este ganó las elecciones en 2019 y se dieron su primer apretón de manos en un G20. Pero, como buena parte de sus mandatos coincidieron con la pandemia y el confinamiento, fue menos evidente que la relación entre los presidentes era conflictiva.
Ahora, previo a la cumbre de Mercosur en Asunción, el clan Bolsonaro ha organizado para el próximo fin de semana la convención anual de la ultraderecha brasileña. Y, según ha revelado en X Eduardo Bolsonaro, diputado y el enlace de la familia con el resto de la internacional populista de ultraderecha, Milei estará en persona para dar una conferencia y mantener una reunión bilateral con Jair Bolsonaro. También está prevista la intervención del chileno José Antonio Kast, que fue candidato presidencial, junto a los principales diputados bolsonaristas.
El encuentro ultra se celebra bajo el paraguas de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), una organización estadounidense que propicia cumbres entre los principales líderes internacionales de la derecha más radical. Ese domingo es, además, una fecha señalada para la ultraderecha del mundo porque Francia celebra la segunda vuelta de las legislativas y los sondeos apuntan a que el partido de Marine Le Pen, vencedor de la primera vuelta, puede culminar su triunfo.
La convención brasileña será en Balneario Cambouriú, una ciudad playera del estado sureño de Santa Catariana, en el Brasil más bolsonarista.
La ausencia de Milei en la cumbre de Mercosur y su presencia en Camboriú un día antes encaja en la doctrina del ultra para las relaciones exteriores. “Milei ve un mundo de líderes, héroes y emprendedores a los que le va bien a pesar de que el Estado les pone trabas”, dice Federico Merke, catedrático en Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés. “Por eso no le molesta encontrarse con los líderes amigos de otro país y no ver a los presidentes. Eso no le genera ruido, y arma su propia red trasnacional con libertarios de todo el mundo”, explica. Ese manejo heterodoxo aplica también a Brasil, en parte alimentada por lo que Merke considera una pérdida de relevancia mutua entre países. “En un escenario donde Brasil se proponía como líder regional, tener a Argentina en la mesa era importante. Pero no lo es tanto cuando, como hoy, se propone como un líder más global. Los intereses compartidos disminuyeron ya desde antes de Milei y Brasil depende menos de Argentina. Hay una degradación de la relación donde los gestos de Milei importan cada vez menos”, dice Merke.
El secretario de relaciones internacionales de Pro, el partido del expresidente Mauricio Macri, Fulvio Pompeo, opina que, pese a todo, el ultraderechista no ha tomado una buena decisión al ausentarse de la cumbre de Mercosur. “Es una pérdida de oportunidad para Argentina y para Milei. Podría expresar su visión ante los pares de la región. Inclusive para poner en discusión lo cerrado y paralizado que esta Mercosur”, dice.
Escalada con Bolivia
Bolivia había quedado hasta ahora fuera del radar acusador de Milei. Pero este domingo, la Casa Rosada publicó un comunicado de la Oficina de la Presidencia donde daba por buena la versión de que en La Paz hubo un “autogolpe” perpetrado por Arce, como promueve la derecha boliviana y también el expresidente Evo Morales. El Gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) contestó con el llamado a consultas de su embajador en Buenos Aires, Ramiro Tapia, y un pedido de explicaciones al argentino acreditado en La Paz, Marcelo Adrián Massoni. La canciller boliviana, María Nela Prada, consideró “inamistosas y temerarias” las declaraciones de la Casa Rosada, informa Fernando Molina, desde La Paz.
“Lamentamos que intereses políticos internos y externos, que ya participaron activamente en el 2019 en la ruptura del orden constitucional, incluso a través del envío de municiones, una vez más intenten amenazar la estabilidad y la institucionalidad del Estado Plurinacional”, dijo el Gobierno boliviano. Se trató de una referencia a la ministra de Seguridad argentina, Patricia Bullrich, que en 2021 fue imputada, junto con el expresidente Mauricio Macri, por supuestamente haber enviado armamento a Bolivia en 2019 para apoyar al Gobierno de Jeanine Añez, considerado de facto por la actual administración boliviana.
Será responsabilidad de la canciller de Milei, Diana Mondino, recoger una vez más los platos rotos que esparce el presidente. Desde su oficina adelantaron que, por el momento, no hay planes replicar la represalia de Bolivia.