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FuenteEl Economista

Juan Carlos De Pablo: docente de alma

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Su metro noventa impresiona, tanto como su estatura intelectual. Muy posiblemente Juan Carlos De Pablo sea el mejor docente de economía de nuestro ámbito, porque enseña con la misma claridad y profundidad con la que se expresa en los medios gráficos y audiovisuales. 

Desde muchos puntos de vista, Juan Carlos es reconocido como un notable educador, en el más amplio de los sentidos, merecedor del máximo reconocimiento al que puede aspirar un profesor: el recuerdo indeleble y persistente de sus alumnos. En ocasión de celebrar sus jóvenes 80 años, esta nota explora algunas características de su personal estilo. 

Entre 1990 y 1993 fui ayudante de Juan Carlos en su épico curso de Economía I en UdeSA, que todavía dicta con idéntica energía. En esas épocas, yo era un joven recién graduado y un docente inexperimentado, lo que me permitió ser espectador privilegiado de su calidad como profesor. He aquí algunas dimensiones que hacen de De Pablo un notable educador:

El contacto con la realidad: asistir a clase habiendo leído detalladamente el diario es un requisito ineludible de su materia. Tengo la impresión de que las carreras de Economía pasan demasiado tiempo discutiendo soluciones de problemas y no los problemas en sí mismos. De Pablo, y su insistencia en tomar contacto con la realidad argentina (por las peores razones, tal vez el terreno más fértil para el aprendizaje de la disciplina), enfatizaba el contacto inmediato con la problemática económica, cumpliendo el doble rol de motivar a los alumnos y garantizar que las discusiones de clase no sean meros juguetes intelectuales sino herramientas poderosas para entender la realidad. 

Opinión fundada: en varias ocasiones De Pablo formulaba una pregunta concreta ("si el Estado va a distribuir recursos en una economía, ¿a quienes debería dárselos?", por ejemplo) y obligaba a los alumnos a escribir sus respuestas en unos pequeños papeles distribuidos a tal efecto. Luego comenzaba el debate exigiéndoles que lean lo que habían escrito. El punto era llevarlos a pensar y fijar posturas, elaborar argumentos y contrastarlos con hechos, más que a una improvisación dialéctica a la que muchos están mal acostumbrados. El objetivo era que el alumno se acostumbre a tener una posición, defenderla y, eventualmente, abandonarla si era refutado. 

La esencia de las fuentes: el lunes inmediato al establecimiento del régimen de convertibilidad de la época de Menem, De Pablo abrió el debate entre los alumnos, que, esperablemente, participaron acaloradamente. Luego de un breve e intenso intercambio, De Pablo pregunta: "Perdón, pero... ¿cuántos de ustedes leyeron la ley que establece la convertibilidad?". Tras un incómodo silencio, Juan Carlos abrió su enorme portafolio y extrajo una pila de papeles, con fotocopias de la ley en cuestión. La distribuyó pacientemente entre cada uno de los alumnos, y les dijo "Bien, ahí la tienen, ya mismo la leen, y en media hora retomamos el debate". Recurrentemente, en sus clases De Pablo invita a buscar fuentes, tanto de datos como de argumentos. Es una enseñanza fundamental para quien quiere dedicarse a una ciencia aplicada.

La realidad como laboratorio: la relación entre los costos de corto y largo plazo es un tema complejo para los iniciados a la economía. Porque más que referir a un tiempo "físico", el corto plazo se relaciona con un tiempo "decisional", en donde algún factor de la producción esta fijo, y el largo plazo a una circunstancia en donde ninguno lo está. Una fabulosa parábola para representar esta idea es el funcionamiento de un auto con cambios manuales. En "primera" el auto pasa de arrancar a tomar velocidad, y en algún momento comienza a gastar demasiada energía ("nafta") para seguir su recorrido, tras lo cual conviene poner "segunda", y así sucesivamente. Esta idea es exactamente lo que captura la noción de costo de corto plazo: es el costo (de nafta, de energía) de manejar en una sola posición de la palanca de cambios. ¿Qué es lo que hizo De Pablo para ilustrar esta brillante idea?: pidió a una empresa automotriz que compute el consumo de nafta a medida que se iban introduciendo cambios y aumentando la velocidad, y que lo representen en un gráfico. Las curvas que le entregó la empresa guardan asombroso parecido con la de los libros de textos. En lo personal, jamás pude sacarme de la cabeza este brillante ejemplo. 

Picatelás: todo lo permisivo e informal que era con su estilo descontracturado y enérgico, no lo era con el cumplimiento de los horarios y las pautas. Una vez un alumno le entregó un ensayo de cuatro páginas, una más de las tres que había dicho claramente que deberían entregar. Juan Carlos le devuelve el escrito diciéndole "tomá, elegí la que te parezca y quédatela, yo voy a leer solo tres, como te dije en la consigna". Todos sus alumnos recuerdan el ahora épico "picatelás", que acompañaba con un chasquido de dedos, para echar de clase a distraídos y molestos. En el colmo de su postura, un día le soltó un "picátelas"... ¡a uno de sus ayudantes! 

Humor: y, finalmente, el estilo de De Pablo está atravesado por una sabia dosis de humor. Una vez me dijo "el humorista nato tiene una doble lectura del mundo. Una es coherente y predecible, y la otra es disparatada y absurda. El mal humorista privilegia siempre la segunda, mientras que el verdadero sabe exactamente cómo mezclarlas". El suyo es el humor que surge de la inteligencia, y es, a la vez, una característica esencial de su estilo docente, y, también la menos imitable, porque no se puede copiar la genialidad. Consejo: jamás intenten imitar el humor de De Pablo, solo despertarán ternura (sino lástima) en vuestros alumnos.

A Rolf Mantel, un enorme de la economía académica argentina, le escuché decir repetidamente la frase "eso es pretender ir del chorizo al chancho", una alegoría temprana y feliz de la entropía: es muy difícil, cuando no imposible, hacer "ingeniería reversa" de procesos complejos. 

Así, nos cuesta entender quiénes somos, de dónde venimos, a quien le debemos qué, lo cual termina, injustamente, licuando deudas intelectuales. 

Somos muchos colegas los que, como está de moda decir en las redes sociales, "no tenemos evidencias, pero tampoco dudas" de que una enorme parte de nuestra formación como docentes se la debemos a Juan Carlos De Pablo, y nos sumamos a sus alumnos en el agradecimiento por tantos años de entrega. 

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