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La Argentina en la Ruta de la Seda, un acuerdo todavía en pañales
En principio es una buena noticia, pero su impacto real dependerá de cómo, cuándo y cuántos proyectos se puedan concretar.
Tal como era de esperarse, la difusión del memorandum de entendimiento que permitió conocer los detalles del acuerdo firmado en febrero pasado por Alberto Fernández y Xi Jinping no aportó grandes novedades. El texto es un documento típico de la diplomacia en el que se lista una serie de áreas e instrumentos de cooperación potencial sin especificar compromisos ni obligaciones concretas. Éstos quedarán para una etapa futura de desarrollo todavía incierto. De hecho, varios de los temas mencionados en el memorandum ya formaban parte de la agenda bilateral desde hace varios años, con un ritmo de progreso bastante desigual. La inclusión formal de la Argentina en la iniciativa de la diplomacia china es en principio una buena noticia. Pero su impacto real dependerá de cómo, cuándo y cuántos proyectos específicos se concreten en cada una de las diferentes áreas de cooperación potencial allí listadas. Como marco estratégico para la relación bilateral el acuerdo es una buena noticia. Como iniciativa con resultados concretos todavía una aspiración. El acceso a financiamiento chino para la inversión en infraestructura es un componente clave: las carencias que muestra la Argentina en varios de los sectores mencionados en el documento son evidentes. Pero la experiencia indica que en muchos países que ya tienen experiencia en esta materia el financiamiento chino ha venido de la mano obligada de importaciones de bienes, servicios y, en algunos casos, incluso mano de obra. Un aspecto que permitirá calibrar la magnitud de los derrames de los proyectos sobre la economía local (mas allá de los beneficios derivados del upgrade de la infraestructura) dependerá de la proporción de integración local de bienes, servicios y mano de obra. El acuerdo se acompaña de un riesgo importante. En los próximos años habrá un conflicto estratégico entre EE.UU. y China Un riesgo que está en manos exclusivamente argentinas administrar adecuadamente. Se trata de la ilusión de utilizar el acuerdo y sus derivaciones como un instrumento en las relaciones con otros actores influyentes, particularmente Estados Unidos. Hay pocas dudas de que uno de los rasgos distintivos del ambiente internacional de la próxima década será el conflicto estratégico entre Estados Unidos y China. En nuestro país parece haber quienes creen que la Argentina debería o podría “maniobrar” en medio de ese conflicto jugando a uno contra el otro. La actitud más apropiada parecería ser exactamente la contraria: hacer todos los esfuerzos por mantener relaciones con ambos gigantes evitando al mismo tiempo ser instrumentalizado en ese conflicto. Alcanzar este objetivo no será nada fácil en un contexto que sin duda se caracterizará por una conflictividad creciente entre China y Estados. Algunos episodios recientes parecerían sugerir, sin embargo, que no existe en el gobierno suficiente conciencia sobre este riesgo. Evitar quedar en el medio de ese conflicto preservando la capacidad de relacionarse de manera productiva y autónoma con cada uno de los jugadores demandará suficientes esfuerzos como para pretender, además, aprovechar tácticamente esta u otras oportunidades que se presenten en el futuro.