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La fuerza anticipatoria de la literatura para elaborar conflictos sociales

En octubre de 2019, Chile fue el escenario de una serie de protestas originadas por el aumento del precio del pasaje del metro en la capital. El descontento social se extendió rápidamente a lo largo del país y dio lugar a demandas más profundas relacionadas con la histórica desigualdad que atraviesa la sociedad chilena. A la luz de este estallido social, Florencia Garramuño, docente del Departamento de Humanidades de la Universidad de San Andrés, retoma un corpus literario con textos de hace cuatro décadas y, en ellos, identifica huellas que anticipaban tanto los protagonistas como las características de los eventos que sacudieron a la sociedad chilena en 2019. “¿Cómo se transforma la lectura de un texto si lo extraemos de su contexto de producción para pensarlo en la continuidad de una transformación que ese texto no podía prever, pero que de algún modo, ese texto mismo también estaba contribuyendo a crear?”, plantea la profesora de UdeSA en un artículo publicado recientemente en la Revista de Humanidades. A partir de esta pregunta, reflexiona sobre cómo los legados literarios adquieren nuevos significados a medida que los contextos históricos y sociales evolucionan.

Garramuño retoma la obra de la escritora chilena Diamela Eltit, enfocándose en su temprana preocupación por la figura de los excluidos. En Lumpérica (1983), Eltit aborda la marginalidad, la violencia y la represión bajo la dictadura militar chilena. A través de un texto de estilo experimental y con un lenguaje barroco, la novela sigue la vida de una mujer, marcada por el anonimato y la precariedad. Lumpérica fue uno de los primeros textos latinoamericanos en cuestionar el lenguaje puramente estético de la literatura, para convertirse en una intervención directa en la vida cotidiana. Años más tarde, los lúmpenes de Lumpérica resurgen en otra novela de Eltit, Mano de obra (2002), encarnados en los trabajadores precarizados de un supermercado en Chile. 

Sin embargo, y a diferencia de la visión marxista que define a los lúmpenes como una masa desprovista de fuerza política, Garramuño destaca que, aunque las novelas de Eltit reconocen la disolución de la acción personal y la pérdida de poder de estos sujetos anónimos, también revelan su potencial transformador. Los lúmpenes que describe Eltit no pertenecen a una sola clase social, sino que emergen de manera contingente en momentos específicos, generando transformaciones sociales inesperadas. Esta configuración heterogénea de los lúmpenes en las obras de Eltit es la misma que Garramuño observa en el colectivo que protagonizó el estallido social de 2019.

“Eltit capta una fuerza que, al ser leída en el presente, demuestra no solo que la literatura a veces anticipa la historia, sino que registra las turbulencias que se generan por debajo de la superficie y que, a menudo, se manifiestan años después en hechos y eventos concretos. Mientras otras disciplinas científicas estudian directamente la realidad, la literatura posee una fuerza de imaginación que permite concebir mundos futuros, corriéndose de las limitaciones de lo real. En este proceso, a veces anticipa y otras veces revisa el pasado, revelando aspectos antes inimaginables. Esto no significa que la literatura anuncia el futuro, sin embargo, en momentos históricos específicos, al distanciarse del discurso de la verdad y la evidencia, puede registrar escenarios que no son fácilmente conceptualizables desde la perspectiva de las ciencias”, reflexiona Garramuño.

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