Habían sido años difíciles los de la Primera Guerra Mundial. Si bien se libraron batallas en distintos frentes de Europa, África y Asia, el escenario principal fue el norte de Francia y Bélgica hasta la frontera suiza, donde los alemanes ocuparon territorios muy ricos. Se pensó que, dado la magnitud y el alcance de los armamentos, la guerra duraría poco, pero paso lo contrario. Durante cuatro largos años de guerra de trincheras se produjeron muertes, incapacidades, enfermedades, enormes pérdidas de bienes y el desplazamiento de millones de personas.
Uno de los problemas más serios para Alemania fue financiar el enorme gasto de sus ejércitos con tecnología y armamentos modernos, incluyendo el tanque y los aviones. El desplazamiento de la población y de las tropas requirió también gastos inconmensurables. Era necesario obtener fondos y esto no podía hacerse con ingresos corrientes. En países más desarrollados existía la posibilidad de recurrir al crédito mediante la colocación de bonos en los mercados, como hizo Inglaterra y después Estados Unidos cuando entró en la guerra del 14. Alemania, por el contrario, tenía un serio problema debido a que, tras la unificación bajo el liderazgo de Prusia, adoptó un régimen de impuestos federales y los recursos del gobierno central eran mucho menores. Además, no había un mercado de capitales suficiente al entrar en la guerra. Esto creaba un grave problema de falta de recursos financieros.
De este modo, cuando comenzó el conflicto en Alemania se congelaron las reservas de oro en el Reichbank y se cortó el acceso al dinero convertible en oro. El gobierno alemán, en agosto de 1914, prohibió el retiro de depósitos en oro y descontaba letras de tesorería saliendo del patrón oro al que había ingresado en los últimos años del siglo XIX. Se usaron otros instrumentos para financiar al gobierno y reemplazar el oro, como cédulas hipotecarias, pero el mercado no lo creyó, por lo que finalmente el tipo de cambio aumentó desde la paridad de 4,2 marcos por dólar a 32,9 marcos por dólar entre el principio y el final de la guerra.
El conflicto culminó en una crisis política que tuvo como resultado la abdicación del Kaiser y la instauración de la República de Weimar, que heredó esta crisis y una debilidad que hizo imposible tener confianza en el gobierno y en la deuda que emitía. Francia, Inglaterra y EEUU presentaron a Alemania una lista exigiendo el pago de reparaciones como condición de un armisticio. Debía pagar una indemnización muy cuantiosa, que alcanzaría un 40% del producto, por haber causado la guerra. Estas reparaciones fueron rechazadas por los alemanes. Francia, victoriosa, respondió ocupando las ricas áreas productivas y mineras de la cuenca del Ruhr con una resistencia pasiva de parte de los alemanes. En esa circunstancia, Alemania parecía lejos de lograr la confianza en los mercados de capital para obtener el oro contra la deuda del gobierno.
En el intermedio, la situación alemana interna era cada vez más desesperante: enfrentamientos políticos, choques y algo que parecía no tener solución. En un intento por encontrar un camino de salida, primero se reformó el sistema impositivo, pasando impuestos que permitieran una mayor recaudación al gobierno central de los estados. Pero las recaudaciones no fueron suficiente.
Una reforma monetaria también era necesaria. La gente había perdido toda confianza en el marco como instrumento fiduciario y se produjeron enormes corridas para deshacerse de él. Esto se reflejaba en la velocidad de circulación, que aumentaba y caía rápidamente. La demanda de dinero, y un aumento enorme de la depreciación del marco que se usó para empapelar paredes fue no solo el resultado de la emisión, sino también de la completa falta de confianza en el marco inconvertible. El tipo de cambio ya había alcanzado 4.200.000.000.0000 marcos por dólar a fines de 1923.
No obstante, se alcanzó una solución. El presidente del Banco Central de Alemania implementó una nueva unidad monetaria, el Rentenmark, respaldada por todos los activos, pero con la peculiaridad de ser convertible en oro y el nuevo Banco Central, el Rentebank, no podía prestarle al gobierno. Por otra parte, la Comisión de Reparaciones, presidida por el secretario del tesoro norteamericano Dowes logró que Alemania colocara en los mercados internacionales un bono para pagar las deudas acumuladas. Tanto los gobiernos aliados como EEUU eran conscientes del peligro que suponía el clima político en que los extremistas habían tomado la calle y ganado una representación significativa en el parlamento. Este bono era a largo plazo, con vencimiento a 25 años y se negociaba en el mercado. Cuando nadie parecía estar dispuesto a prestarle a Alemania y a pesar de los temores sobre el fracaso de la colocación del bono, se logró su éxito y se vendió casi en su totalidad. Eso fue posible porque Dowes anunció que EEUU garantizaria la suscripción hasta un 40% del bono.
Lo curioso es que el bono fue adquirido por inversores particulares y empresas alemanas. Los alemanes no confiaban en su moneda ni en su gobierno, pero sí en la determinación y la fuerza de EEUU. El gesto de EEUU de no permitir que el gobierno de Weimar cayera fue lo que dio confianza y llevó a la suscripción del bono. Se mantuvieron dos condiciones: una paridad fija y no convertible y la prohibición al nuevo banco central de prestar al gobierno. Pero la confianza no fue suficiente. Tomadas estas medidas de fondo se evitó la repetición de la emisión inflacionaria. Así fue como comenzó la recuperación que continuó hasta la llegada de la crisis mundial de 1930.