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“La vida digital solo sumó un marco más al mundo”

Diálogo con Eugenia Mitchelstein, coautora con Pablo Boczkowski de un “Manual pare entender cómo vivimos, aprendemos y trabajamos hoy”.

Estamos cada vez más formados, moldeados por el universo digital. Lo muestran Pablo Boczkowski y Eugenia Mitchelstein, dos prestigiosos especialistas que llevan al lector la información académica en “El entorno digital. Breve manual para entender cómo vivimos, aprendemos, trabajamos y pasamos el tiempo libre hoy” (Siglo XXI). Boczkowski vive en los EE. UU., donde es profesor en la Universidad de Northwestern. Mitchelstein es directora y profesora del Departamento de ciencias sociales de la Universidad de San Andrés. Dialogamos con ella.   Periodista: En los años 70, en California, un grupo de nerds se propusieron usar la tecnología para crear una realidad diferente y, según Alessandro Baricco, lo lograron. Eugenia Mitchelstein: No se crea una realidad diferente, se da un marco más a la vida que llevamos. Los seres humanos vivimos en un entorno natural y un entorno urbano hace miles de años, y lo que hace el entorno digital es sumar una capa más a los entornos en que nos movemos, que además interactúan entre sí. En el libro hacemos mención a los hippies y tecnólogos que, en la década del 70, se juntaron y crearon las primeras comunidades online. Es interesante pensar que eso que parecía fragmentario, de élite -no porque fuera gente con plata sino porque podían usar computadoras- se haya generalizado al punto de que hoy todos tenemos una computadora de bolsillo. Es famoso el presidente de IBM que dijo: no veo motivo por el cual la gente tendría una computadora en su casa. Una de esas predicciones que terminan no siendo verdad. Hoy no solo tenemos una o más computadoras en casa sino que vamos con otra a todos lados, y eso es lo revolucionario.   P.: ¿Con el entorno digital ha regresado aquella división que hacía Umberto Eco entre apocalípticos e integrados, los que predicen una terrible distopía y los que ven la concreción de una bella utopía? E.M.: Cada vez que surge una nueva tecnología, el telégrafo, las radio, la televisión, internet, las redes sociales, aparecen esos dos discursos: este es el fin de la humanidad o esto nos va a permitir comunicarnos mejor. Nosotros proponemos en el libro que los resultados, la manera en que se usa la tecnología, depende de nosotros mismos. Somos los ciudadanos del entorno digital, y tenemos que hacernos cargo de eso, porque si no parece que todo viene de afuera, que las tecnologías las traen paracaidistas del espacio exterior y después nosotros las usamos como están. Las tecnologías las usamos, las cambiamos nosotros, así como somos responsables por cómo se vive en la ciudad. Somos habitantes del entorno digital y de cómo queremos vivir ahí, qué cosas nos gustaría cambiar, qué dejaríamos cómo están, qué cosas creemos que se podrían mejorar. Todos los usuarios somos responsables. Claro, hay personas que tienen más poder que otras. Mark Zuckerberg, dueño de Meta, empresa madre de Facebook, Instagram y WhatsApp, tiene más poder. Está en nosotros, en los ciudadanos, en los gobiernos, decir si debería la misma persona quien tenga las tres principales plataformas de redes sociales y qué reglas deberían usarse. No se debe pensar a las tecnologías como algo externo sino algo que construimos como sociedad y que podemos cambiar.   P.: ¿La sociedad no es manipulada por la desinformación, las fakes news? E.M.: Hace mucho que existen las noticias falsas. A los argentinos no debería sorprendernos que haya información falsa. Durante la Guerra de Malvinas había revistas que salían con el título “Vamos ganando”. Estados Unidos invadió Irak con el pretexto de que había armas de destrucción masiva. Y eso antes de que hubiera Facebook. La información falsa no es un invento de las redes sociales ni de internet. Se puede argumentar que se difunden más rápido por las redes sociales, pero la información verdadera también se difunde más rápido. Hay información falsa en internet y en las redes como había y hay información falsa fuera de las redes.   P.: ¿Qué los impulsó a hacer un manual para entender el entorno digital? E.M.: Por 2016 con Pablo Boczkowski, que fue mi director de tesis, comenzamos a ver un discurso muy distópico sobre las redes y las tecnologías. Nos planteamos escribir una serie de columnas periodísticas sobre vida cotidiana y tecnología que acercaran al público a la investigación académica. Entrevistamos especialistas de distintas partes del mundo sobre temas como el deporte, la televisión, las elecciones, el periodismo, la vida sentimental, la escuela. Publicamos unas 17 columnas. Luego le propusimos a MIT Press convertirlo en libro y le interesó. Ahí nos dimos cuenta de que faltaba un hilo conductor entre las entrevistas sobre cómo lo digital atraviesa muchos aspectos de nuestra vida. En la pandemia vimos cómo la vida pasó a ser online, el trabajo, la educación, la vida social. Sin el entorno digital la pandemia habría sido muy distinta. Eso no dio impulso. Escribimos el libro en inglés. Salió el año pasado. Luego apareció en nuestro idioma, los dos somos argentinos, y ahora está entre nosotros.   P.: ¿El entorno digital no contiene una brecha social? E.M.: Eso se vio mucho durante la pandemia en la diferencia entre los chicos que tenían una computadora en la casa para usar zoom y los hermanitos que compartían un celular con WhatsApp. Aunque estaban todos conectados con el entorno digital, había diferencias. Una cosa es tener un zoom con la maestra y otra recibir tareas por WhatsApp. Pero también hay diferencias sociales en el entorno urbano. No es lo mismo quien vive en Recoleta que quien vive en González Catán. Hay desigualdad en el entorno digital como las hay en general.   P.: ¿Ahora sobre qué piensa escribir? E.M.: Estamos trabajando con Pablo y dos colegas en un libro sobre la campaña electoral de 2019 en Argentina y la desconfianza. El tema surgió en las entrevistas cuando empezamos a investigar. Somos muy desconfiados porque nos mintieron durante mucho tiempo. También desconfiamos de las noticias falsas. La desconfianza es una pátina de la desinformación.

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