Los 3 dilemas del próximo presidente: bomba de pesos, reestructuración de bonos y colapso fiscal
Si José de San Martin pudo cruzar los Andes en mula y vencer a un imperio con un puñado de valientes me permito imaginar que algún presidente argentino en lo que me quede de vida demuestre que reducir el gasto público, mejorar la educación, definir condiciones de seguridad en la vida cotidiana, generar empleo y erradicar la pobreza que agobia a nuestra nación es posible. La ingenuidad es un lujo que me doy de vez en cuando en especial cuando arrancan los años electorales.
Soy de los pocos que cree que las distintas bombas que caracterizan a la economía argentina no le explotarán a Alberto sino al presidente que sigue, cualquiera que sea su ideología política. En esta coyuntura compleja que enfrentaremos inevitablemente por varios de los próximos años, se me ocurre que la geometría puede servirnos de aliado conceptual para definir “el triángulo dramático” que caracteriza a la odisea de los argentinos.
Primer vértice: desde hace muchos años tenemos una hiperinflación atornillada en el banco central la cual se rolea permanentemente mediante la renovación de letras cortas que venimos emitiendo desde hace casi una década. El frente monetario es sin dudas el más complicado que padece la Argentina. La inflación del 2022 se acercó al 100% y pareciera que el 2023 nos pinta un panorama similar. En el frente inflacionario claramente el gradualismo no es opción para el próximo presidente en el sentido que una inflación de tres dígitos no puede bajarse de manera gradual. La realidad monetaria obligará a quien se siente en el sillón de Rivadavia a algún tipo de shock, algunos lo llaman “Plan Bonex 2024”, yo me permito dejar abierto el interrogante bajo una premisa contunde: algo rápido y muy significativo tendrá que hacer nuestro próximo mandatario para resolver su principal problema, una hiperinflación contenida en una bomba de pesos que está sentada y creciendo en el banco central.
Segundo vértice: el deterioro de las cuentas fiscales hace que la deuda externa presente otro frente de suma gravedad. La última reestructuración generó un perfil de deuda que para oxigenar al próximo presidente debiera ser extendido en duration de manera tal de postergar hacia el futuro todo vencimiento posible y alivianar de esta forma el corto plazo. El anuncio de una restructuración voluntaria no debiera por qué ser vivido como un drama por Wall Street. Años atrás Uruguay por ejemplo, hizo lo propio extendiendo durations, oxigenando su corto plazo y los bonos uruguayos en vez de bajar en cotización subieron debido a que la extensión de duration fue sobre-compensada por una baja en el riesgo país debido a una fuerte señal fiscal que Uruguay envió al mercado en esos tiempos y Wall Street premió a Uruguay. Y aquí voy con el tercer vértice del triángulo el cual es clave para el tema de la deuda, otra dimensión sumamente conflictiva y la raíz de todos nuestros males, un drama que Argentina ostenta desde 1810: gasto público y déficit fiscal sin control y sin límites.
Tercer vértice: señal fiscal contundente. El próximo presidente no tiene otra opción que implementar una cirugía fiscal histórica que destrabe el estrangulamiento inflacionario y recesivo que viene padeciendo nuestro país de hace más de una década complementado con una desregulación total de la economía argentina. Fácil no va a ser. Y como comentó alguna vez San Martin: “no sé si es posible pero resulta imprescindible”. Esta es la realidad del próximo presidente, una coyuntura que alarma pero que a la vez ofrece la oportunidad de intentar algo único y distinto, algo que de una vez por todas nos ubique en un sendero de crecimiento razonablemente estable, única medida que permitirá ir erradicando una pobreza que ya alcanza niveles escalofriantemente altos. A diferencia de Mauricio, el próximo no tendrá la opción de hacer la plancha: es shock simultáneo en varios frentes o derrota.
La oportunidad: el viento está cambiando muy considerablemente para mercados emergentes por dos razones fundamentales a nivel internacional.
Primero, China está reabriendo su economía después de años enteros de limitaciones como consecuencia del COVID. China es el principal demandante de commodites en el mundo y Argentina es uno de los principales exportadores de commodites también, en este mundo. Es posible que los commodites retomen un ciclo alcista alimentados por el auge de la economía china y además por el segundo efecto que explico a continuación.
Segundo, la Reserva Federal de Estados Unidos se pasó todo el 2022 pelando contra la inflación norteamericana y ejecutando la suba de tasas de interés más violenta de toda su historia monetaria. Sin embargo, el 2023 está cambiando rotundamente y es muy probable que la Fed se acerque a la finalización de su ciclo de suba de tasas en algún momento de este año, lo cual además ya viene generando en anticipación una debilidad global del dólar contra casi todas las monedas del mundo. Los commodities en particular y los mercados emergentes en general, se suelen llevar muy bien con escenarios de baja de tasas de interés y debilidad del dólar en Estados Unidos, un marco que se torna como muy probable de caras al 2024. Es altamente factible que el futuro presidente de los argentinos enfrente un viento positivo para mercados emergentes. Si se anima a resolver el drama del banco central más el déficit fiscal y sobrevive al intento, tendrá un mundo dispuesto a escuchar y cuando Wall Street escucha, Wall Street financia.
Quizá ningún presidente argentino enfrentó la gravedad de lo que se le viene al próximo, en el drama también radica la oportunidad y me pregunto: ¿estará el próximo presidente electo y sus votantes preparados para semejante desafío o arrugarán de nuevo?