Buscador UdeSA

Filtrar búsqueda por categorías
FuenteLetra P

"¡No es solo la economía, estúpido!"

massa

La base está. Hace muy poco alguien me recordó que en 2018, a propósito de las elecciones de Brasil en las que Jair Bolsonaro ganó la presidencia, escribí: “En Argentina hay base social para un bolsonarismo. No es broma las audiencias de Eduardo FeinmanBaby Etchecopar o la creciente incidencia en la población de Joven de Agustín Laje. Sumémosle a eso la movilización “celeste”. Que Cambiemos haya emergido en 2015 es un antídoto, que el peronismo se reunifique también”. Las condiciones sociales y actitudinales estaban presentes, fallaron los diques que podían contener la emergencia de una candidatura que articule y combine las demandas de una corriente de opinión derechista.

El mal desempeño de los gobiernos de Mauricio Macri y de Alberto Fernández produjeron una profunda insatisfacción política y social difícil de contener. Desde hace dos años que registramos en la Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública (ESPOP) de la Universidad de San Andrés esa insatisfacción: nueve de cada diez personas está insatisfecha con la marcha general de las cosas, la aprobación del Gobierno se derrumbó por debajo de los 20 puntos porcentuales, y todos los principales dirigentes políticos nacionales de las diferentes fuerzas tienen más imagen negativa que positiva (la única excepción es Juan Schiaretti que posterior a los debates logró ser reconocido, pero como solemos decir: imagen no es igual a voto). Llegamos al domingo 22 de octubre. No es una sorpresa, aunque quedemos atónitos al ver como la versiona vernácula del bolsonarismo, el trumpismo o del derechista Vox, se haya convertido en la segunda opción más votada.

Volatilidad multinivel

El ciclo electoral de este año, con tantas elecciones provinciales previas y no simultaneas con las nacionales, nos dieron una impresión de normalidad luego equivocada. En los diferentes territorios, ganaban los clásicos con un excelente desempeño de los candidatos de Juntos por el Cambio, que avanzaron en el control territorial de Chaco, Chubut, San Juan, San Luis, Santa Fe, Entre Rios y mantuvieron el control de CABA, Jujuy, Mendoza, Corrientes. Las fuerzas provinciales ganaron Neuquén, Rio Negro y Santa Cruz, además de la Córdoba Justicialista Cordobecista. El resto lo retuvo el peronismo. Las cuentas son muy claras, la mejor elección del no peronismo desde el inicio de la democracia. La lectura de los resultados provinciales, sobre todo de los que precedieron a las PASO, confundió la expectativa sobre las posibilidades electorales de La Libertad Avanza de Javier Milei. La volatilidad fue enorme. Provincias en las que los electores votaron mayoritariamente al peronismo o a Juntos por el Cambio o, incluso a una fuerza provincial, en las elecciones locales votaron por Javier Milei, colocando a la LLA en primer lugar o en segundo lugar. En algunas hasta le llegaron a otorgar mas del 40% de votos, como fue el caso de Mendoza, Misiones y Salta, por citar algunos ejemplos. Se alinearon localmente con las fuerzas tradicionales o clásicas y se desalinearon nacionalmente en las PASO. Se llenará de papers el próximo congreso de la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP) describiendo este fenómeno y ensayando interpretaciones; pocos, si es que alguno, logre explicarlo.

Las PASO y los debates

Los resultados de las PASO de agosto nos dieron la primer medida de las cosas: Javier Milei canalizaba el 30% de las preferencias, Sergio Massa el 21% y Patricia Bullrich el 17%. Se daba, erróneamente por garantizado que Massa contendría los votos de Juan Grabois (6%) y Bullrich los de Horacio Rodríguez Larreta (11%). Pero había que competir, convencer. A ellos y a los potenciales votantes adicionales de octubre, los que no fueron a votar en las PASO. Los debates de septiembre eran un primer test. Como suele ocurrir en estos eventos: ninguno de los principales contendientes puede ganar un voto por buen desempeño en un debate, pero si puede sufrir grandes pérdidas si se equivoca o incurre en un error grosero. Del mismo modo, los más rezagados pueden instalarse en la consideración pública, meter alguna buena intervención y volcar alguna opinión favorable. Le sucedió a Myriam Bregman que se lució en el primer debate y le favoreció a Shiaretti, que mejoró en conocimiento y en opinión. Ninguno de manera significativa en votos, es cierto. Con posterioridad de las PASO la percepción de la existencia de un triunfo de Javier Milei en primera vuelta se volvía probable. Llegamos al domingo con la certeza de que habría ballotage, y con la incertidumbre respecto de quienes serían los contendientes finales en noviembre.

Las dudas de octubre

Con posterioridad a las PASO hubo una euforia libertaria o mileista, como se la quiera llamar. Si previamente se subregistraba la intención de voto hacia Milei en las encuestas, luego de las PASO ya se había roto la espiral del silencio. Ya no había vergüenza o duda de señalar que lo habían votado y que lo iban a votar. Pero la tendencia fue a la baja a medida que llegamos al 22 de octubre. No obstante, un tercio abigarrado e infranqueable se mantuvo firme en el respaldo. Probablemente con la intensidad que en algún momento se observaba en ciertas minorías kirchneristas entre el 2011 y el 2017/19 o en el antiperonismo/antikirchnerismo más atávico y emocional. Bullrich tuvo un mal arranque de campaña, al punto que tenía muchas chances de ser abandonada por sus votantes estratégicos en favor de Milei o Massa, dependiendo el tipo de aversión de la persona. Los más antikichneristas, en favor de Milei; los más sensibles a la incertidumbre de las propuestas económicas del libertario, de sus derivas misóginas y de las dudas que despierta su inestabilidad psico-emocional, en favor de Massa. Hay una paradoja que destacar en todo este proceso: Massa sigue en carrera, siendo el ministro de Economía de un gobierno que tiene menos del 20% de aprobación, una inflación de más del 120% anual y de un dólar que superó la barrera de los 1000 pesos. El fuerte partidismo de una porción de los votantes explica una parte. Las características personales del candidato, comparadas con los otros contrincantes, explica la otra.

Los escenarios para noviembre

Los resultados de la elección del 22 de octubre fueron contundentes. Massa se impuso con el 36.68% de los votos, seguido de Milei que mantiene la performance de las PASO (29.98%), y un derrumbe previsible de Bullrich (23.83%). De acá en mas, empieza otro partido de cara al 19 de noviembre. Hay en disputa, como se entendió en los discursos de los candidatos mas votados, una buena cantidad de votos. Dos estrategias diferentes. Milei encaró una estrategia polarizante de tipo amigo-enemigo antikirchnerista (en un claro abandono de la anterior estrategia casta-anticasta) que tiene como objetivo ir por la mayoría de los votos de Juntos por el Cambio (notable el uso de las palabras Cambio y Juntos en su discurso). Massa apostó por un discurso de unidad nacional, de superación de la grieta, de ampliación de una coalición que tenga como ejes la defensa de la democracia, la justicia social y un papel activo del estado en el desarrollo, que tiene como objetivo los votos de la izquierda, los de Schiaretti, a los radicales y algo de los votantes del PRO para los cuales Milei sea demasiado extravagante. En el ballotage el que tiene más votos gana, y tener más votos dependerá de cual sea la agenda que predomine. La conversación pública será el terreno de disputa. ¿De qué vamos hablar? ¿Del desempeño del gobierno y de la economía exclusivamente? Hay otros temas que van a pesar en al conversación pública: la personalidad y aptitudes de los candidatos; la apuesta a una nueva etapa de unidad o a la continuidad de la política de adversario de una grieta recargada; de modo más abstracto del predominio del individuo o de la comunidad en la hechura de las políticas públicas. Refraseando la ya célebre frase de Bill Clinton de 1992: “No es solo la economía, estúpido!”

Postdata

Previa a la jornada electoral, la suerte del que saliera tercera estaba echada. La gran debacle de quedar fuera del ballotage iba a ser motivo de reproches, exposiciones y eventualmente fracturas profundas. Ese es el escenario que enfrentará Juntos por el Cambio. Imposible de alinear ahora a ese electorado de manera homogénea. No queda alternativa. Los dirigentes y sus electores van a atener que elegir entre dos agendas muy diferentes. La tensión que siempre estuvo presente, pero que parecía que la diferencia con el kirchnerismo las ponía en segundo plano, hoy pasaran al primer lugar de la lista.

Este sitio utiliza Cookies