Nuestro agobiante gasto público y la verdadera grieta: la fiscal
La Argentina de siempre estuvo caracterizada por una nación que nunca comprendió que en economía no se puede vivir por encima de las restricciones por demasiado tiempo. La principal restricción que la Argentina no respeta de manera sistemática es la que se refiere a no poder gastar más de lo que se genera y en este afán de ignorar dicha restricción una y otra vez desde hace casi un siglo, nuestro país intenta tapar el sol con la mano al alimentar a un Estado voraz que en su afán de gastar sin límites se lleva puesta a toda la economía que en principio lo sustenta.
Con el correr de las décadas, este gasto en formidable exceso se ha ido financiando de variadas maneras tales como: 1) emisión de deuda soberana, un experimento que culminó en default, 2) emisión de pesos, un experimento que culminó en hiperinflación, 3) privatizaciones de bienes en poder del Estado, un experimento que culminó en nacionalizaciones unilaterales, 4) confiscaciones variadas a los ciudadanos argentinos que a esta altura conocen perfectamente las consecuencias de un Estado que gasta sin límites y al hacerlo distorsiona al resto de una economía que vive en situación de permanente agobio y al tener que soportarlo no puede crecer.
El crowding out (desplazamiento) del sector público argentino hacia el sector privado es la principal razón por la que Argentina muestra una crónica carencia en su capacidad de crecer siendo el correlato más directo una pobreza que sigue aumentando y que comparada con la vigente a inicios de la vuelta a la democracia (1983) nos quema los ojos. El Estado argentino es tan inmenso que asfixia cualquier intento del sector privado hacia el crecimiento generando a su andar una persistente baja en el PBI per cápita (riqueza por ciudadano) de cada argentino que pulula en esta tierra.
Y todo lo comentado en estos párrafos se hace especialmente evidente en este 2023 con un gasto público que ha tomado dos dimensiones de altísima gravedad y magnitud. Primero, tenemos un gasto “fiscal” demasiado grande para ser financiado por las capacidades actuales de nuestra economía. Segundo, tenemos también ahora un gasto “cuasifiscal” ocasionado por los intereses que devengan los pasivos del BCRA que ha alcanzado dimensiones notables para una nación que pareciera no saber la forma de poder reencausar todo nuestro sistema hacia algo que se parezca a la normalidad.
Este dilema es relativamente sencillo de solucionar en un Excel pero se enfrenta a una sociedad partida en dos que mira al problema con una óptica totalmente distinta. Por un lado quedan los pocos argentinos que todavía viven del sector privado y absorben la presión de un Estado que es demasiado grande. Del otro lado sin embargo, existe una muy significativa mayoría de argentinos que viven directa o indirectamente del Estado argentino y al hacerlo serán una fuente permanente de oposición a cualquier estrategia política que intente reducir al Estado y con ello al gasto público. Mucho se habla de la grieta de los argentinos como una especie de composición ideológica que nos pone a la derecha o a la izquierda de una nación que literalmente está partida en dos. Pero pocos enfatizan en la grieta como un concepto de origen fiscal: a la derecha queda una mayoría declinante de ciudadanos que todavía vive del sector privado, a la izquierda se acumula una creciente cantidad de argentinos que vive de un Estado que literalmente está quebrado.
Esta “grieta fiscal” generará el principal punto de oposición a toda estrategia de recomposición fiscal y cuasifiscal que intente el próximo presidente. Nuevamente, el desafío del próximo mandatario no es económico porque la solución económica es obvia en el sentido que el gasto público debe reducirse si es que queremos que nuestro país recuperare su capacidad de oxigenarse y crecer en consecuencia. El ineludible desafío del próximo presidente será el de enfrentar a una sociedad partida en dos y a ambos extremos de una ecuación fiscal que en el estado actual de cosas sigue devorándose a un sector privado que resulta en el único pulmón de un país que se viene olvidando de producir a los niveles que hoy en día necesita la Argentina.
Esta grieta fiscal espera al próximo presidente con una inflación que supera el 100%, con una deuda soberana al borde del default, con pasivos remunerados del BCRA que crecen mensualmente a tasas muy preocupantes y con una ciudadanía que mayoritariamente se opondrá a todo intento de reestructuración del Estado. Quizá, a esta altura de los acontecimientos el problema fiscal argentino no tenga solución posible, quizá debamos aceptar que el Estado creció tanto que ya no puede achicarse porque al hacerlo enfrentaría a una mayoría ciudadana que a pesar del empobrecimiento de largo plazo defiende a un Estado inmenso porque se beneficia directa o indirectamente de su propia existencia. Probablemente, el próximo presidente enfrentará a una nación que ya no tenga solución posible. Quizá, el Estado argentino esté condenado al crecimiento infinito y al hacerlo se devore a todo el stock de capital de una nación que se olvidó de crecer.