Pablo Boczkowski, el investigador argentino dos veces premiado en Estados Unidos: “En mi familia de inmigrantes se veía el conocimiento como un modo de ascenso social”
Desde la primavera boreal de Chicago, Pablo Boczkowski habla con un entusiasmo contagioso. Es docente y se nota porque explica, porque es didáctico, pero también porque combina datos, experiencia, conclusiones y anécdotas con tal devoción que resulta imposible no interesarse en los temas que, evidentemente, le apasionan. Su primer libro, Digitalizar las noticias, obtuvo en mayo el Fellow’s Book Award, máximo galardón de la Asociación Internacional de Ciencias de la Comunicación, la más prestigiosa del mundo anglosajón.
El premio se otorga a un libro que, al cabo de al menos una década de su publicación, haya hecho contribuciones fundamentales a la disciplina. Ya en 2005, el año siguiente a la publicación original en inglés, había recibido el premio al libro del año de la misma organización. Ahora se ha convertido en el primer libro en la historia en recibir ambas distinciones.
-¿Qué significa este premio para vos?
-Es una enorme alegría. Es la culminación de una aventura de 29 años. Yo me fui de Argentina en el 94 y el libro comenzó como mi tesis doctoral. Es una versión editada, revisada, mejorada, pero los cimientos fueron la tesis de doctorado, que es lo que yo me fui a hacer sin saber lo que el futuro me iba a deparar. Es muy lindo porque es un reconocimiento de los pares. Cuando yo veo los otros libros que lo han ganado antes, buena parte de ellos están en el estante de los esenciales de mi biblioteca. Entonces pensar que mi libro está ahí es muy hermoso. Y no me quiero poner en víctima porque no lo soy, porque he tenido mucha suerte profesional en la vida. Pero la inmigración nunca es fácil y uno deja muchos afectos, está en un lugar que no es el de uno, escribe en un idioma que no es el de uno. Entonces, yo creo que tiene un sabor particularmente dulce.
-Pero la comunicación no fue tu primera carrera, ¿no?
-No, yo cambié de carrera: hice una licenciatura en Psicología en la UBA y una residencia de cuatro años en el Hospital Alvear. Y decidí pasar de la Psicología al estudio de lo que yo en su momento llamaba “el rol de la tecnología en las relaciones sociales o relaciones humanas”. Terminé enfocándome en el estudio del cambio tecnológico en los diarios de papel, por motivos azarosos o no. El azar fue Adolfo Bioy Casares.
-¿Bioy Casares? ¿Qué tiene que ver?
-Cuando yo tenía 15 años, en la secundaria, leí La Invención de Morel. Leímos a Borges, a Bioy. No a Cortázar porque estaba prohibido por los militares. Y en un momento, para una tarea, hubo que entrevistar a escritores argentinos que hubiéramos leído. Como otro grupo levantó más rápido y dijo “Borges”, nosotros dijimos “Bioy”. Busqué en la guía telefónica “Bioy Casares” y, con cuatro o cinco compañeros, lo entrevistamos. Imaginate: tenés 15 años y Bioy te da dos horas de su tiempo. Y Bioy era, en palabras de Gustavo Cerati, un ser alado.
-¿Cómo llevó esa entrevista al cambio de carrera?
-Estaba por terminar la secundaria y decidí que quería ser sociólogo o periodista. Mis padres decían que no, que los militares iban a volver en cualquier momento. Cerraron la carrera de Sociología y desaparecieron a un montón de periodistas, mataron a un montón de gente. Era muy peligroso. Yo tengo un hermano nueve años más grande que fue al Nacional Buenos Aires y a muchos de sus amigos o los desaparecieron o se tuvieron que ir o los mataron directamente o los pusieron en prisión. Muchos, como un tercio de su camada. Así que terminé en Psicología.
-Y entonces...
-Siempre me interesó mucho la Psicología Social, que era lo más macro dentro de la Psicología, no era el individuo sino el individuo en su contexto. También la terapia familiar. En ese momento, uno de los grandes teóricos era un psicólogo social llamado Kenneth Gergen, que escribió un libro en 1991, si me memoria no me falla, que se llama El Yo Saturado. Y él lo que hablaba era de cómo impactaba en la identidad el tener acceso a través de los medios de comunicación a todo un mundo al que 50 años antes uno no accedía. Ese libro me impactó mucho. Y, por motivos azarosos, terminó siendo mi primer mentor. A través del descubrimiento de su libro, de una serie de unos pocos autores que en aquel entonces trabajaban el rol de la tecnología en las relaciones humanas, yo me apasioné por eso y decidí que, en lugar de dedicarme a la clínica, me quería dedicar a entender ese mundo.
-¿Y Bioy Casares?
-Por eso terminé haciendo un doctorado de Ciencias Sociales. En el segundo año del doctorado, Clarín sale en internet. Era marzo de 1996. Para conmemorar la salida, deciden hacer una serie de chats con personalidades de la cultura, que la audiencia hiciera preguntas por chat. El primero es Bioy. Yo estaba en Cornell, en un pueblito en el medio de la nada, conectado a un modem de 28.8. Pensaba que la última vez que había hablado con ese tipo había sido 15 años atrás. Y yo estaba frente a frente. Me parecía todo muy raro. Fue un viernes a la noche, me acuerdo perfecto. El domingo, Clarín sacó un doble página para autopromocionarse y contaba el detrás de escena de la nota, tanto personal e interpersonal como tecnológico. Contaban cómo Bioy estaba muy nervioso, me acuerdo que se tomó dos copas de vino blanco aparentemente y en un momento alguien pateó el cable y se desconectó. Pero lo que más me impactó es que esta nota estaba ilustrada con una foto de él rodeado de como media docena de personas de Clarín, en la misma mesa donde nosotros lo habíamos entrevistado.
-¿Ese fue el cambio?
-Esa fue la génesis de este libro. Este libro, que ganó todos esos premios, nace cuando yo veo esta foto ese domingo, a través de internet obviamente. Bioy tiene una gran frase que es que lo que se echa por la puerta entra por la ventana. Yo a los 15 años quería ser sociólogo o periodista y eso lo echaron por la puerta. Y a los 30 me convertí en sociólogo del periodismo.
-Este libro en particular fue el primero en los 73 años de la historia de la asociación en recibir los dos premios ¿Qué lo diferencia de cualquiera que se haya publicado en los últimos 73 años?
-No sé, son todos libros muy buenos a lo que le dieron el premio, todos libros que a mí me formaron, yo me los leí todos. Creo que lo que yo hice con la inocencia del primer libro, que he tratado de no perder a medida que pasan los años pero cada vez es más difícil, es mirar lo obvio, y mirar lo que no se miraba. Y ser muy cercano al objeto.
-¿Qué significa eso?
-Me refiero a que el estudio del periodismo como una profesión y de la noticia como algo que se construye es algo que en la academia existe desde los 50. El libro salió en el 2004, había pasado medio siglo y en todo ese tiempo nunca nadie pensó que en la construcción de la noticia intervienen los objetos. Y que para pensar la noticia en sí, hay que pensar que la noticia también se comunica como un objeto, no como puro contenido. Que quienes intervienen no son solamente los humanos, que los artefactos que utilizan, los objetos, los aparatos, tienen algo que ver. Cómo los utilizan, cuáles son esos aparatos, qué saben de ellos. Es algo que después una colega y yo teorizamos como que las tecnologías de la comunicación son material cultural y cultura material. O sea, son símbolos, pero también son cosas construidas por las personas.
-¿Y a qué conclusión llegaste?
-Uno de los hallazgos, sino el hallazgo más importante, es que los medios innovaron para no innovar, para tratar de que todo estuviera igual. Gran parte de lo que hacían los medios de papel era muy parecido a lo que habían hecho 20 años antes. En general la actitud nunca fue de hacer algo nuevo, distinto, sino hacer algo nuevo para asegurarse de que no les robaran lo que tenían. Cuando entraron en el mundo de la comunicación interactiva, los diarios lo hicieron para estar seguros de que el negocio de los clasificados no se iba a morir. El objetivo era estar seguros de que se metían en algo que no les iba a arruinar el negocio. Y es esa paradoja la que marca después el tiempo presente. Innovar para mantenerse, no para hacer algo radicalmente distinto y totalmente disruptivo. Y que además había variación y que esa variación no dependía de la tecnología.
-¿La tecnología no tiene que ver?
-Cuando vos mirabas la tecnología, lo que marcaba si la variación iba para tal o cual lado tenía que ver con temas sociales, con cuál te imaginás que es tu audiencia ¿Imaginás tu audiencia como gente que va a consumir lo que vos querés decirle y nada más? ¿O la imaginás como gente que en realidad quiere las herramientas para construir un relato? ¿O gente que no quiere leer sino que quiere interactuar a nivel multimedia? Todas esas son decisiones que en realidad, si vos ponés el foco en la tecnología, lo que te revela es la sociedad. En lugar de poner el foco en la sociedad y ocluir la tecnología, cuando mirás cómo crear noticias usando tecnologías nuevas, innovativas, lo que te aparece es que lo que marca la diferencia, el éxito o no, o el tipo de producto o no, tiene que ver con factores puramente sociales.
-¿Por ejemplo?
-Una vez, en los pasillos de New York Times, escuché una frase: “nosotros no podemos ser el avant-garde porque nosotros somos el garde, nosotros somos la guardia.” Entonces, no es que la capacidad de innovar está cercenada porque no piensan o porque no tienen suficiente creatividad o porque no tienen la tecnología. Es por la sociedad, porque medios como el New York Times ocupan determinado rol en la sociedad frente al cual, si vos sos la elite de la elite, te cuesta mucho más arriesgarte a hacer algo totalmente distinto que si estás en un lugar mucho menos central.
-Después de recibir el premio, hablaste en un tuit de tus padres, que hicieron maravillas para que vos y tu hermano pudieran disfrutar de las oportunidades que ellos no tuvieron ¿Qué fueron esas maravillas que hicieron por ustedes?
-Mi madre no terminó la secundaria. Mi padre, a partir de los 15 años, trabajó full time. Hizo la escuela secundaria de noche, la terminó a los 45 años. A nosotros no nos faltó nada, pero tampoco sobraba nada al principio. Después fue mejor. Y lo que hicieron no fue único: mi padre fue inmigrante de Polonia. Mi madre es primera generación de dos padres que emigraron de niños y adolescentes, respectivamente, de lo que era Rusia. Como muchos inmigrantes, inculcaron mucho la ética del trabajo y el apreciar las oportunidades que se nos brindaban. Que era realmente un privilegio tener esas oportunidades que ellos no tuvieron. Y el conocimiento. Como muchas familias de inmigrantes de clase media baja, el entender al conocimiento como un modo de ascenso social.
-En dos generaciones, tu familia pasó de un barco a Argentina a dar clases en Chicago y recibir premios internacionales.
-Dos generaciones después, gracias al esfuerzo de nuestros padres. Mi padre ya no está. La foto que está en ese tuit es la última foto de él en vida. Él falleció inesperadamente. O no tanto porque venía arrastrando el problema de salud. Cuando me llegó el primer ejemplar, como mi padre no podía venir a visitar porque el médico no lo dejaba, era pleno invierno, hacía mucho frío, les mandé un ejemplar del libro. Ellos se fueron a hacer una serie de retratos, lo enmarcaron y me lo mandaron. Y fue realmente la última foto de mi padre, se murió pocos días después. Mi madre sigue viva, por suerte, con sus jóvenes 91 años. Esa es la foto que mi madre eligió para la tumba de mi padre en el cementerio de Tablada. Y hoy quiero pensar que estos premios son para él.
Quién es Pablo J. Boczkowski:
♦ Nació en Buenos Aires en 1965.
♦ Fue investigador en el prestigioso MIT de Boston.
♦ Es profesor Hamad Bin Khalifa Al-Thani en el Departamento de Estudios en Comunicación de la Universidad Northwestern en los Estados Unidos, donde fundó y dirige el Center for Latinx Digital Media.
♦ Es codirector del Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad en Argentina (MESO), iniciativa conjunta entre Northwestern y la Universidad de San Andrés.
♦ En 2020 fue nombrado Fellow de la International Communication Association.
♦ Es autor de seis libros, compilador de otros cuatro, y ha escrito más de sesenta artículos sobre medios, tecnología y sociedad.