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Políticos que bailan en la cubierta del Titanic

Marta Lagos sabe de qué habla. Por eso sus palabras generaron tal impacto. “La amenaza en América latina hoy en día no son los militares. Es el populismo. Uno de cada dos latinoamericanos quiere que venga alguien a resolver los problemas. No importa si se pasa por encima de las leyes”, lanzó el lunes pasado en Madrid, en una charla debate sobre el malestar de la democracia y la crisis de gobernabilidad en América latina. Y sabe ella por qué dice lo que dice, dado que, encuestadora de profesión, es la directora fundadora de Corporación Latinobarómetro, cuyo sondeo mide año a año el pulso de la región desde 1995.

Su advertencia fue más allá: “Hoy en día estamos en un momento pre-explosivo. La disposición a protestar de la gente pacífica alcanza, en promedio en la región, al 60%. La pandemia lo que hizo fue cortar las explosiones sociales”. Y se preguntó: “¿Cuánto se va a demorar la gente para recopilar esa energía para salir a protestar de nuevo?”. Los planteos de Lagos son inquietantes en una región en la que menos de la mitad, apenas un 48%, apoya la democracia y en la que el 95% de quienes la apoyan no considera estar viviendo en una “democracia plena”.

Mucho de lo que dice la directora de Latinobarómetro resuena, o debería resonar, aquí, en la tierra de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y los otros: “Estamos en un momento especialmente complejo porque se ha deconstruido, desde la transición a la democracia que fue muy exitosa en muchos países, la trama social y política que permitió hacer esa transición”, señaló Lagos, y habló de la crisis de los partidos tradicionales o su falta de peso en muchos lugares. Sobre la problemática en la construcción de un contrato social, que consideró imprescindible, dijo: “Hay que retroceder a lo básico, reconectar a la gente, construir el ‘demos’, construir capital social, asociaciones, partidos políticos y, luego, proponer un contrato social”. Y agregó: “Es tremendamente difícil para las elites que gobiernan reconocer que tienen que cambiar”.

Su clarísimo diagnóstico le calza como anillo al dedo a la realidad nacional. “Cansancio” y “hartazgo” son dos palabras que asoman cada vez con más frecuencia en las consultas a ciudadanos de a pie. En la última medición mensual que realiza la Universidad de San Andrés sobre satisfacción política y opinión pública, relevados sectores y organizaciones de la sociedad, al sumar la imagen Muy mala y Algo mala, el kirchnerismo obtuvo un 79%; el peronismo, 72%, y el PRO, 58%.

En el Indice de Confianza del Consumidor de la Universidad Di Tella, tanto la percepción de los encuestados acerca de su situación personal actual, comparada con un año atrás, como la percepción de su situación personal futura, mirando un año hacia adelante, tuvieron caídas respecto a lo registrado el mes anterior.

Frente a las advertencias de Lagos, o a lo que reflejan los distintos sondeos, los protagonistas y responsables directos, con una miopía digna de mejor causa, no dan la menor señal de darse cuenta. Cada vez más encerrados mirando su propio ombligo, ahí los vemos, todos contra todos, en el Frente y también enfrente.

La interna oficialista va en un crescendo peligroso, que escala día a día. El ministro de Economía, Martín Guzmán, es el blanco predilecto de La Cámpora, tras el fogoneo de Cristina, en declaraciones cada vez más directas, de kirchnerismo explícito. Tiros por elevación para el propio Presidente. A Guzmán lo hacen cargo de la derrota en las legislativas del año pasado, le enrostran el acuerdo con el FMI, dicen que “la verdadera política de desarrollo social se hace en Economía con las políticas económicas a nivel nacional”. Hasta Cecilia Moreau, desde el massismo, salió a decir que el ministro “no mira lo que pasa en la cotidianidad” y que a su equipo “le falta firmeza”. Por no hablar de los misiles que lanza Máximo K.

Mientras los dardos vienen y van, para defenderlo, y tal vez defenderse, Alberto Fernández elogia el rumbo de la economía, dice que “el crecimiento es muy grande, la recuperación del empleo es real” y se jacta de que “en pandemia nadie perdió el laburo”. Después de semejante sesión de albertismo explícito, no hace falta agregar nada.

Por el lado de la oposición, Juntos por el Cambio expone cada vez más sus trapitos al sol. Como el tire y afloja por el veto a Milei, con la paradoja de haber decidido dejar afuera a quien nunca había pedido entrar.

Mientras muchos se prueban el traje para una fiesta a la que todavía nadie fue invitado, todos insisten en seguir bailando en la cubierta de un Titanic cada vez más escorado.

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