Programas de aprendizaje-servicio: ¿Puentes hacia la integración o refuerzo de brechas?

En un contexto de creciente polarización y desigualdad, la educación enfrenta el desafío de formar ciudadanos comprometidos con las problemáticas sociales. Los programas de aprendizaje-servicio emergen como una posible solución, combinando el aprendizaje académico con el compromiso comunitario. A diferencia de otras experiencias educativas o actividades solidarias, estos programas permiten a los estudiantes aplicar sus conocimientos curriculares a la resolución de problemas reales. En América Latina, diversas escuelas de élite han incorporado esta metodología con el objetivo de reducir la distancia entre sus estudiantes y las comunidades locales marginadas. Sin embargo, en muchos casos, en lugar de generar un intercambio que fomente una integración social genuina, estas iniciativas terminan reforzando las jerarquías sociales preexistentes. ¿Hasta qué punto es posible construir vínculos entre grupos dispares cuando su posible reciprocidad es tan débil?
Un artículo publicado recientemente en el International Journal of Educational Development, por Ezequiel Gómez Caride, director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, junto a Ignacio Barrenechea, investigador del Centro de Investigación Aplicada en Educación de UdeSA, analiza en qué medida los programas de aprendizaje-servicio en América Latina logran vincular las experiencias de los estudiantes de las escuelas de élite con las de comunidades de bajos ingresos. A partir de entrevistar a 16 coordinadores de programas en 13 países de la región y analizar las reflexiones de 48 estudiantes que participaron en estos proyectos, los investigadores evaluaron cómo los programas de aprendizaje-servicios promueven el capital social en sus dos dimensiones principales: “bonding”, que refiere al fortalecimiento de lazos al interior del propio grupo, y “bridging”, que sugiere la creación de conexiones entre individuos de diferentes orígenes.
Los programas de aprendizaje-servicio tienden a fortalecer principalmente los vínculos dentro de los círculos estudiantiles, pero su impacto en la construcción de lazos con comunidades externas es limitado. Si bien algunos estudiantes reportaron haber cambiado su percepción sobre los sectores más vulnerables, en muchos casos prevaleció una mirada paternalista, por la cual se percibían a sí mismos como benefactores más que como participantes en una relación de reciprocidad. Ante este desafío, los investigadores proponen rediseñar los programas de aprendizaje-servicio para centrarse en objetivos compartidos entre grupos socioeconómicamente dispares, como los desafíos ecológicos, la ciudadanía o la humanidad. Para lograrlo, sugieren que es clave involucrar activamente a las organizaciones comunitarias en el diseño de los programas y consolidar alianzas a largo plazo que trasciendan intervenciones puntuales. Como sostiene Gómez Caride, “en una sociedad tan fragmentada, potenciar las experiencias de aprendizaje-servicio solidario es clave para la sostenibilidad social. Sin duda, puede generar aportes significativos en la formación académica e integral de los estudiantes, promoviendo valores éticos y de ciudadanía”.