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Qué buscan (exactamente) los que se van de la Argentina y por qué es tan difícil saber cuántos son realmente

El pasado 20 de febrero, el expresidente Mauricio Macri publicó una carta a través de su cuenta de Facebook que comienza con la siguiente oración: “Estamos ante el mayor éxodo de argentinos de la historia". Mediante esta publicación, Macri culpabilizó al gobierno de Alberto Fernández de estar generando una ‘‘falta total de futuro‘‘ y habló de una fractura en la historia a raíz de esta supuesta ola migratoria.

Desde la Dirección Nacional de Migraciones, su directora Florencia Carignano, respondió públicamente que, pese a la importante escasez de datos, durante el gobierno de Cambiemos abandonaron el país 164 personas por día y nunca volvieron y que entre 2020 y 2022 esa cifra bajó a 78 por día. Pero más allá de estas discusiones políticas, hay que demostrar si realmente está habiendo un éxodo de argentinos y en caso de que se esté dando, hay que ver qué datos tenemos sobre esto, qué costo tendría para una sociedad la existencia de una ola emigratoria y cómo se puede trabajar desde el Estado para alentar a que familias y jóvenes profesionales decidan quedarse en el país.   Falta de datos oficiales e información indeterminada La realidad muestra que actualmente no hay datos oficiales que respalden la noción de que en este momento se esté dando ‘‘el mayor éxodo de argentinos de la historia‘‘. Según el portal Chequeado, la información con la que cuenta Migraciones no permite ni desmentir ni confirmar esta idea. El país simplemente no cuenta con datos oficiales sobre esto. Aunque hay especialistas que sugieren que la mejor forma de saber esto es basarse en censos de población de otros países receptores de argentinos y aun así la cosa no es fácil.   Lo que sí tenemos son datos oficiales que muestran que el 7 de septiembre de 2020 se estableció un sistema de declaraciones juradas para cualquier argentino que saliera del país. En la declaración, hay que asentar si se está dejando el país por fines turísticos, de estudios, de residencia, trabajo o de mudanza.    En el primer año de implementación de esta declaración jurada, 50 mil personas dijeron estar saliendo del país por mudanza, 50 mil sobre más de un millón de argentinos y extranjeros residentes en Argentina que salieron del país.   Este tipo de información solo existe desde septiembre de 2020, por lo que no tenemos datos previos a eso. Y esta información tampoco es precisa porque una persona puede estar saliendo por turismo, estudios o trabajo y durante la experiencia decide no volver.   Mariana Busso, investigadora asistente en CONICET y docente en la Universidad Nacional de Rosario, trabaja fundamentalmente cuestiones relacionadas a la construcción de las identidades de los argentinos en el exterior, sobre todo en redes sociales, y en su tratamiento por parte de la prensa. Ella afirma que en lo que respecta a la emigración de argentinos es difícil calcular el volumen de la población que se desplaza por diversas razones.   “Los datos que se presentan en migraciones en Ezeiza no siempre son confiables porque muchos argentinos viajan con pasaportes europeos y es difícil cuantificar esas salidas. Por eso contamos con datos relativamente escasos como para hablar de un aumento desmedido o un pico”, explica Busso y agrega: “Hace falta un poco más de tiempo para analizarlo y procesarlo. Sí puedo contar que a través de lo que estuve viendo en los medios de prensa, hay una especie de tematización con el argumento de ‘los argentinos que dejan el país’, por diversas motivaciones vinculadas a cuestiones económicas, de inseguridad, incluso a la pandemia”.   Muchos argentinos que salen del país entran al lugar de destino con otro documento porque cuentan con una segunda nacionalidad, por ser descendientes de inmigrantes. Esto suma complejidad al desafío de contar con datos certeros.   Baja emigración pero un interés creciente en migrar  Hay un dato que puede estar hablando de un aumento, si no lo es en los niveles de emigración al menos lo es en el interés por emigrar: cuando alguien hace el trámite para sacar la ciudadanía española o italiana, por ejemplo, un paso del trámite es presentar el “certificado de no naturalización” también conocido como formulario 003 que emite la Cámara Nacional Electoral. Este dato, entre enero y septiembre del año pasado se situó en más de 55 mil solicitudes, lo que bate todos los récords. En 2002, se había dado el pico más alto con 39 mil.   Los principales destinos de nuestros emigrantes son en este momento España, Estados Unidos y Chile. La cantidad de argentinos que emigraron a España en 2020 fue de alrededor de 20 mil. Entre 2014 y 2020, un promedio de 3500 argentinos al año obtuvieron permiso de residencia legal en Estados Unidos. Y en 2017 el censo nacional chileno registró más de 66 mil argentinos viviendo allí.   Según las Naciones Unidas en 2019, más de un millón de argentinos y argentinas vivían en otros países. Lo que sería un dato un poco superior al 2% de la población. Esto es una proporción que ubica al país como uno que tiene un porcentaje medio-bajo de emigrantes sobre su población total.   Argentina tiene un promedio más bajo de emigración que el promedio mundial. Según la Según la Organización Internacional para las Migraciones, en 2020 había en el mundo aproximadamente 281 millones de migrantes internacionales, una cifra equivalente al 3,6% de la humanidad. Globalmente, el número de migrantes fue aumentando en las últimas cinco décadas y hoy las cifras triplican las de la década del 70.   ¿Y qué pasó históricamente siempre con la Argentina? Roy Hora, doctor en historia por la Universidad de Oxford, investigador principal del CONICET y profesor en la Universidad Nacional de Quilmes y la Universidad de San Andrés, señala que la Argentina es un país singular cuando nos referimos a la cuestión migratoria. “Es el país que en el s.XIX que más inmigrantes recibió en el mundo en relación a su población (no en términos totales) y esto fue consecuencia de un flujo migratorio de muy largo plazo que comenzó hacia 1840-50, se aceleró hacia 1880 y se extendió con fuerza hasta la Gran Depresión”, destaca Hora.     Argentina por aquel entonces era en gran medida un país de inmigrantes. Algo que según Hora, “es muy importante porque está metido en la genética cultural argentina, por el hecho de que es un país abierto a la inmigración europea”. Y explica que en las décadas posteriores, hasta los años 70, empezó un segundo flujo de inmigrantes, fundamentalmente de países limítrofes, que terminaron de completar la paleta inmigratoria argentina.   “Haber recibido tantos inmigrantes a lo largo de nuestra historia, de alguna manera, naturaliza el hecho de que la inmigración es algo normal en nuestro país y eso por supuesto, en el caso argentino, está muy vinculado a las oportunidades que esta sociedad ofrecía a quienes venían de otros países”, afirma el investigador y añade que esta es la razón por la que llama tanto la atención que en las últimas décadas ese flujo no se haya interrumpido, pero sí haya cambiado de signo en algunos aspectos.    Señala que este signo comenzó a cambiar sobre todo en los 60 y lo que en ese momento se llamó fuga de cerebros, continuó en la década del 80, y de ahí en adelante se mantuvo como una constante de la vida social. “El hecho de que un país como la Argentina, que crece poco, que ofrece pocas oportunidades de progreso, tiende a expulsar a una parte de su población joven, sobre todo la más calificada. Es un número pequeño, pero por su ubicación en el mundo social, por la relevancia que tiene, su capacidad de construir climas de opinión, tiene una visibilidad mucho más considerable de lo que su pequeño número haría suponer”, destaca Hora.   Por su parte, Busso explica que Argentina podría considerarse como un país de inmigración, aunque mantiene que desde los años 60 también tiene un flujo de emigración que acompaña su historia y se acentúa en determinados momentos de crisis política, persecuciones o grandes crisis económicas, como la de 2001, cuando se vivió la última gran oleada migratoria. Pero Busso destaca: “Hasta ahora en la Argentina el porcentaje de población extranjera en el país y de argentinos viviendo en el exterior se ha mantenido bastante estable a lo largo del tiempo: entre un 4% y un 5% de inmigrantes en nuestro país y alrededor de un 2% de argentinos viviendo en el exterior”.     Qué motivos impulsan a los y las argentinas a emigrar La noción extendida en torno a la decisión de emigrar de muchos argentinos es que se van hartos de la inflación, la inestabilidad económica y la inseguridad, por mencionar algunos males que se viven en el país. Pero ¿esto es verdaderamente así? ¿Qué sabemos de los motivos que impulsan a una persona a echar raíces en otro lugar?   Responder al por qué se quiere emigrar es un debate que Busso considera complejo y que desde la teoría se ha explicado de muchos modos. Por una parte, explica que tuvo un gran auge lo que se denomina la teoría neoclásica de las migraciones, el sistema push-pull por lo que habría ciertos atractores, rasgos de los países de destino que serían de interés para quienes buscan un futuro mejor. “Esta teoría neoclásica habla de una migración individual basada en el cálculo racional de los beneficios que se traería a través del desplazamiento, cuya evaluación lleva a que la persona tome la decisión de emigrar”, destaca.    Por otra parte, desde la economía también se ha explicado las migraciones a través de la teoría del mercado dual de trabajo, que habla de una necesidad de trabajo inmigrante por parte de naciones desarrolladas, a través de lo que se ‘‘importaría‘‘ inmigrantes para realizar trabajos mal pagos o poco deseados por la población local.   En la misma línea, Busso añade que la cuestión de estas teorías, sobre todo la teoría neoclásica, “tiene algunos problemas”, entre los que están la omisión de otros factores a la hora de tomar la decisión de emigrar, por fuera de esta valoración racional. Estos factor son, por ejemplo: “Que los sujetos no tengan toda la información necesaria para tomar esa decisión; o el peso de cierto pasado migratorio familiar o social que impulse también esa decisión, y que no tenga que ver con esa valoración racional; o incluso cuestiones relacionadas a la gobernanza de migraciones o regulación de fronteras, que pueden llevar a que los flujos se direccionen de una determinada forma y no de otra” destaca.    Mientras, otras teorías buscan explicar el por qué de emigrar y plantean que existe una conexión entre migrantes y familiares o vecinos que los han precedido y que comparten ciertos recursos cognitivos y normativos. Así, acaba formándose una cadena migratoria que puede resultar atractiva para iniciar el desplazamiento. También se ha pensado por qué existe una permanencia en un flujo migratorio entre dos lugares, como por ejemplo Argentina y España, y se ha hablado de la existencia de sistemas migratorios o de un sistema que pueda vincular a países centrales con otros países mediante redes históricas comerciales, coloniales, que en cierto modo incluirían o promoverían con más facilidad la posibilidad de estos flujos.   Influencia del tratamiento mediático ante las migraciones Volviendo a la cuestión de por qué emigran los argentinos, parte de las respuestas las podemos encontrar en algunas de las variables que plantean las teorías recién explicadas. Pero esto simplemente es una simplificación y requiere de un análisis que involucre al abordaje del fenómeno por parte de los actores involucrados.    Para ello, Busso hace un conexión con el tratamiento mediático de esta cuestión: “Yo seguí la cobertura de Clarín y La Nación durante la pandemia y podemos decir que se construye la imagen de un migrante joven, muchas veces que con su familia toma esta decisión de emigrar basado en una decisión individual a partir de la cual se evalúan los beneficios y riesgos de tal decisión y lo que impactaría a nivel desarrollo económico y social en el lugar de destino”.    De este modo, añade que los medios también plantean la idea de una migración calificada, es decir que quienes migran poseen recursos económicos y simbólicos para hacerlo. Estas personas, según la investigadora, muchas veces están dispuestas a sacrificar una posición profesional y económica en el país de origen por un período que consideran corto, pero donde pueden contemplar la posibilidad de hacer un trabajo que requiere una calificación menor, pero que redundará exitosamente en la integración económica y social de muy corto plazo en el país de destino.    “Esa es la forma en la que se suele retratar a los migrantes de este período, incluso con seguimiento a quienes se han ido y mostrando cómo eso ha sido posible. No se relata por el contrario casos de inserción dificultosa o de problemáticas vinculadas a la discriminación, o con dificultades económicas, sino que cuando se aborda el regreso al país en caso de que esto suceda tiene que ver con cuestiones relacionadas a la añoranza de la familia, del terruño, de las costumbres”, afirma Busso.   Prevenir la “fuga de cerebros” y su impacto en la Argentina Así, entre las preocupaciones detrás de la idea de un éxodo u ola emigratoria de argentinos y argentinas, está el temor a una ‘‘fuga de cerebros‘‘, a una emigración de jóvenes capacitados, personas que representan un alto capital y cuya emigración representa una pérdida de valor para el país. Y para evitar este éxodo, se presentan las cuestiones sobre qué políticas públicas podrían implementarse para alentar a que estas personas decidan quedarse, o qué puede hacerse para que el impacto de su salida no sea tan costosa para el país.    “Desde el punto de vista de cómo abordar la emigración de argentinos del país, más allá de su nivel de calificación, personalmente parto de la concepción de que migrar se trata de un derecho humano y que por lo tanto no es algo cercenable”, destaca Busso y añade: “Desde la óptica de que se trata de recursos calificados necesarios para el desarrollo por ejemplo científico de un país, sí considero que se trata de una problemática a abordar a la hora de plantear ciertas estrategias destinadas a no perderlos”.   Además, desde ese punto de vista, considera que es fundamental el hecho de contar con una inversión adecuada en lo que respecta a la educación o la tecnología. “No sólo desde la formación, sino también al nivel de las posibilidades concretas de inserción laboral e inserción en el ámbito público, y en la articulación entre lo público y lo privado, para generar espacios donde esos conocimientos se vuelquen en cuestiones que sean redituables al nivel de propuestas que mejoren la calidad de vida de la sociedad”, afirma.    Por otro lado, señala que también se puede pensar otro tipo de estrategias destinadas a aprovechar los recursos en el exterior. Con esto, Busso concluye: “Ya sea en lo que tiene que ver con la gestión de las remesas, una gestión que no pase meramente por lo individual o familiar, con las complejidades que esta cuestión acarrea, pero también de aprovechamiento de recursos en el sentido de crear redes científicas, profesionales, que permitan la vinculación con aquellos connacionales que están viviendo en otras partes del mundo y que adquieren saberes que quizás en su país de origen no lo podían adquirir o desarrollar y que estando en otros lugares si puedan redundar en un beneficio para la sociedad de origen”:   Argentina y el papel histórico de las remesas Las remesas son transferencias de dinero o en especie que los migrantes hacen directamente a sus familias o comunidades en los países de origen. Según datos del Banco Mundial, una de cada nueve personas en el mundo depende de esa asistencia para poder hacer frente a sus gastos. Los países que más reciben remesas son India, China, México, Filipinas y Egipto, mientras que los que mandan más remesas son Estados Unidos, Emiratos Árabes, Arabia Saudita, Suiza y Alemania.   Históricamente Argentina había sido considerada tradicionalmente una economía emisora de remesas. Aunque en 2001 esa situación se invirtió y durante los años siguientes recuperó su rol de economía "ayudadora". Hoy en día, según datos de empresas que giran remesas, como Western Union y publicados en diario Clarín, el 70% del volumen que manejan las remesadoras corresponde a aportes que llegan del exterior para respaldar los gastos de los residentes. Fruto de la crisis económica, hay una asimetría: hoy en promedio, los argentinos que viven afuera enviarían unos 300 dólares a sus familiares en concepto de ayuda, mientras que los residentes extranjeros enviarían unos 100 dólares a su país de origen.

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