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FuenteEl País - Uruguay

¿Qué hay que aprender hoy? Axel Rivas visitó Uruguay y dijo que escuelas deberían poner foco en IA y fake news

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El investigador, docente y escritor argentino Axel Rivas participó días atrás del primer Encuentro de Innovación Pedagógica, organizado por Ceibal, orientado para la comunidad educativa. En el encuentro de docentes y comunidades escolares, el también director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés (Argentina), brindó la conferencia "¿Qué hay que aprender hoy? La pregunta clásica renovada en la era de lo impredecible".

En entrevista con El País, Rivas fue consultado sobre la reforma educativa que impulsó el gobierno de Luis Lacalle Pou, así como sobre el rol que tiene la escuela en un escenario de constantes cambios, y su potencial para activar la "capacidad de desarrollar un pensamiento crítico de consumo digital" en los alumnos, para identificar las tan mencionadas noticias falsas o fake news.

—¿Cuál es su visión de la Transformación Educativa que se instrumentó en este periodo de gobierno?

—Me cuesta valorarla sin hacer más investigación, sin conocer en detalle lo que está pasando en Uruguay. Creo que claramente es una de las iniciativas de reforma curricular más importantes de la región de los últimos años y que enfrenta el gran desafío de construir legitimidad. O sea, cómo lograr acoplar una visión curricular transformadora con las expectativas, los conocimientos y las prácticas de los docentes en ejercicio. Me parece que ese es el gran desafío, cómo lograr esa integración. Y ahí me falta evidencia de cómo está ocurriendo eso en las aulas. Ese es el gran dilema que enfrenta cualquier cambio curricular.

—¿Para qué se va a la escuela hoy? Es una pregunta que suena elemental, pero...

—Sí, pero hay que hacérsela. Estamos viviendo es un tiempo de cambios cada vez más acelerados, lo que trae inevitablemente una pregunta sobre la función de la escuela, sobre qué priorizar, qué tipo de conocimientos, competencias y aquello de qué va a servir de lo que aprenden hoy los alumnos en el futuro, que parece cada vez más lejano, más desconocido e incierto. Todo esto produce una cierta crisis de identidad. Todos los cambios globales que estamos viviendo, como por ejemplo, el avance de la inteligencia artificial, la discusión sobre cómo puede hacer tareas propiamente humanas, nos lleva a cuestionar en qué vale la pena dedicar esfuerzo. Si un alumno no ve el para qué y solamente estudia por un examen, obviamente que esos conocimientos van a ser débiles.

—¿Qué hay que aprender hoy?

—Hay distintas escuelas curriculares. Está la escuela más clásica, que defiende las grandes disciplinas, los conocimientos, la cultura general, y que es muy memorística, muy basada en exámenes, que impone el rigor de la disciplina. Después hay otra escuela más de enseñar para la vida, con saberes localizados, prácticos, concretos, cotidianos, que generen interés en los alumnos. Estas dos escuelas me parece que generan problemas, limitaciones. Yo soy más defensor de una tercera escuela, que es una defensa renovada de las disciplinas, que son grandes filtros para entender y actuar en el mundo.

 

—¿Cómo sería ese último enfoque?

—Comprender una disciplina no es memorizar un libro de texto, es poder ir a lo fundamental y lograr enlazar esos contenidos con competencias. Hay que tratar de poner en juego la capacidad de aprender, comprender y aplicar qué tiene cada disciplina. Ese es el gran desafío hoy para que en el futuro nuestros alumnos tengan estas lentes: una mirada histórica, matemática, del lenguaje y la comunicación que les permita ser ciudadanos del mundo. Es un mundo que va a cambiar y estas lentes les van a permitir participar políticamente, tener capacidad de entender lo que pasa, de actuar en escenarios laborales que pueden modificarse. Hoy más que nunca necesitamos defender las disciplinas, pero no como listados de contenido, sino como esencias, con sus modos de razonar y de trabajar.

—¿Se avanza hacia una visión más "utilitaria" de la educación?

—El rol de la escuela es un dabate clásico, si es más reproducir el mundo o transformarlo. Estamos en un momento en el que muchas de las habilidades que se demandan en el mercado laboral no están tan lejanas de las que uno querría formar en una escuela transformadora y emancipadora. Esto tiene que ver con la capacidad de pensar críticamente, innovar, ser creativo, hablar distintos lenguajes, poder trabajar en equipo, tener una capacidad adaptativa y pensamiento crítico como una habilidad buscada en el mercado laboral. Eso es algo que hace 50 o 100 años era inimaginable. Entonces, me parece que hoy tenemos esa alianza entre lo que uno querría pensar como una escuela transformadora y buena parte de las habilidades que busca el mercado de trabajo. Eso nos habilita a pensar puentes curriculares, pero al mismo tiempo hay que tomar decisiones, no es que todo es un mundo de rosas y todos estamos de acuerdo con lo que hay que priorizar.

—¿Qué se debería priorizar?

—Uno de los temas más claros de ese debate tiene que ver con cómo nos adaptamos a los cambios en el mundo digital, y ahí hay una escuela que ha estado más cercana a impulsar habilidades bien cercanas al mundo del trabajo, como la capacidad de programar o de tener habilidades aplicadas al mundo digital; y otra escuela, que creo que hoy es más necesaria quizás que hace uno o dos años, y eso muestra un poco el ritmo de la innovación y el cambio, que active la capacidad de desarrollar un pensamiento crítico de consumo digital.

—¿Para qué?

—Para poder detectar noticias falsas, entender cómo funcionan los algoritmos, cómo la Inteligencia Artificial puede crear realidades que no existen para así tener una especie de capa de duda, de escepticismo ante el consumo digital, para no ser manipulado. Donde la lectura crítica de consumo digital es una competencia central de la ciudadanía. Y también las competencias digitales para el mercado de trabajo. Es posible enseñar ambas dimensiones. Pero siempre va a haber que elegir y priorizar, el tiempo escolar es limitado, no se puede enseñar todo, ni se puede hacerlo de la misma manera.

—¿Qué rol tiene en ese esquema la filosofía o las materias del área creativo-artística?

—Creo que el lenguaje artístico y la filosofía son centrales, así como la historia, la ciencia, la matemática y el lenguaje. Todos esos son lenguajes centrales, modos de razonamiento, de procesar y actuar en el mundo. Ojalá pudieran ser compatibles. Además de cierta debilidad que tienen las artes en el sistema educativo, vistas como algo secundario cuando deberían ser más centrales, lo tiene la filosofía como una disciplina mucho más alejada del núcleo curricular, aunque debería estar más en el centro.

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