Saber cómo leemos contribuye a que leamos mejor
La metacognición es la capacidad de desarrollar conciencia y control sobre los propios procesos y estrategias a nivel cognitivo. Este mecanismo implica comprender la manera en que pensamos y elaboramos métodos para mejorar nuestros pensamientos y poder adaptarlos a distintas tareas. Sin embargo, el desarrollo de habilidades metacognitivas no ocurre espontáneamente, sino que es potenciado con la práctica. Especialistas en educación señalan la importancia de enseñar estas destrezas intencionadamente en la escuela, dada su repercusión positiva sobre el rendimiento académico. “La metacognición genera que los jóvenes sean más autónomos al momento de analizar, decidir, cambiar, observar”, explica Delfina Martelletti, graduada de la Maestría en Educación de la Universidad de San Andrés. Entre otras capacidades, las estrategias metacognitivas fortalecen las habilidades de lectura inferencial, ya que permiten tomar consciencia sobre la capacidad de anticipar, completar o complementar la información implícita o ausente en un texto.
En un nuevo artículo publicado en la revista Trends in Neuroscience and Education, Martelletti, junto a Mariana Luzuriaga y Melina Furman, profesoras de la Escuela de Educación, analizan el efecto de la enseñanza de estrategias metacognitivas sobre el aprendizaje de habilidades metacognitivas y de lectura inferencial en inglés como segunda lengua. Las investigadoras diseñaron un cuasi experimento en el que participaron 117 alumnos, de entre nueve y diez años, de una escuela primaria privada de Buenos Aires. Durante tres semanas, los estudiantes trabajaron en sus clases de inglés con el libro de Roald Dahl, The Minpins, y resolvieron ejercicios de lectura inferencial a medida que avanzaban con la lectura. La mitad del grupo además realizó actividades metacognitivas destinadas a reflexionar sobre su proceso de aprendizaje y las estrategias que desplegaron para resolver los ejercicios propuestos. Todos los participantes fueron evaluados previa y posteriormente a la intervención en la misma actividad para medir la evolución en su desempeño. Luego de cuatro semanas fueron evaluados nuevamente con un texto diferente, para examinar los posibles efectos de la metacognición a largo plazo y la transferencia de sus habilidades inferenciales a nuevos contextos de lectura.
Tras conducir el estudio, las investigadoras de UdeSA encontraron que los alumnos que resolvieron actividades metacognitivas desarrollaron mayores habilidades metacognitivas que el resto de los participantes. Dicho hallazgo comprueba que se puede enseñar y fortalecer el aprendizaje de estas destrezas. En segundo lugar, demostraron que el desarrollo de habilidades metacognitivas mejora el aprendizaje de las habilidades de lectura inferencial en inglés como segunda lengua en el corto y largo plazo. El grupo que realizó actividades de metacognición superó al resto de los estudiantes en su competencia en habilidades de lectura inferencial en las dos instancias de evaluación posteriores a la intervención. A partir de estos resultados, Luzuriaga sostiene que “incorporar actividades de metacognición en la escuela parecería ser una inversión que vale la pena; son sencillas de incluir en una currícula y de concretar en el aula, y demostraron tener efectos significativos sobre el aprendizaje”.