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FuenteHéctor Huergo

Trigo: enojarse, temer o apostar con el cucharón en la mano

Los ánimos quedaron arriba, tras haber vivido la enorme marcha del campo, el sábado pasado. Y se redoblaron este lunes viendo a Carlos Pagni, al afirmar la convicción de que el agro se ha ganado un lugar envidiable en el imaginario colectivo. El conductor de Odisea Argentina mostró una encuesta de la Universidad de San Andrés en la que el sector está en el podio de la consideración pública, con una elevada imagen positiva y muy baja negativa. Solo lo superan los científicos pero ya sabemos, campo y ciencia es un buen maridaje.

La cuestión es qué hacer con este romance renovado entre campo y sociedad. Es un enorme capital, construido trabajosamente, que es como un juego de porcelana japonesa: es lindísimo, pero muy frágil. Hay que cuidarlo. Aunque hubo inevitables intentos de capitalización política, el mayor valor de la movida fue la espontaneidad.   Lo importante es que emergió una clara percepción de que el campo no es un problema sino una solución. El propio Gobierno, en sus reacciones tras la manifestación, se puso a tono con esta visión (sin bajarse del caballo, por supuesto). La vocera presidencial dijo que los reclamos por el impuesto a las ganancias inesperadas, el engendro que enervó a todos y catalizó la marcha, eran injustificados porque no le tocaban al campo. Tarde, como el forense.   El ministro de Economía, Martín Guzmán, y el propio presidente, Alberto Fernández, habían mencionado explícitamente a los precios de los granos. Después se supo que Kristalina Georgieva, la titular del FMI, blandía la idea de “capturar” los ingresos presuntamente excepcionales derivados del aumento de precios tras la invasión de Ucrania por las tropas de Putín. Nada más parecido a las tristemente célebres retenciones móviles de la 125.   Ya hemos hablado mucho de la exacción, previa a este intento fallido de las “ganancias inesperadas”. Le agradezco mucho al querido colega Alfredo Leuco por sus cálidos conceptos, tras leer un párrafo de mi nota en Clarín del domingo pasado, donde remarqué la exacción de más de 100 mil millones de dólares solamente vía retenciones, desde que estas se impusieron en el 2002. A ello se suma el desdoblamiento cambiario, que es aún más obsceno aunque al menos no discriminatorio: a diferencia de las retenciones, corren para todas las exportaciones.   Por su parte, el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, expresó que los productores habían vendido la cosecha antes de las subas de los precios, despegándose de la intentona. Pero al mismo tiempo, se mostró muy dinámico en la búsqueda de soluciones concretas para encarar la campaña agrícola. Domínguez mantiene un diálogo fluido con la Mesa de Enlace, cuyos directivos no impulsaron la marcha, aunque se manifestaron a favor, precisamente para preservar ese espacio de negociación. Así, se logró que el Banco Central largara los dólares para la importación de insumos, un tema crítico.   En las tareas concretas está la necesidad de lograr una buena campaña agrícola, más allá del enojo del sector y la muletilla de “no financiar al que te pone la soga al cuello”. Pocos se suicidan para evitar ser ahorcados. La guerra en el Mar Negro es una amenaza para la seguridad alimentaria global, en particular para los países pobres del norte africano, muy dependientes del trigo de Rusia y Ucrania. Ya no es una cuestión de “aprovechar los precios” sino de cumplir el papel de abastecer al mundo.   Es cierto que a pesar de los buenos precios actuales, el margen bruto está fuertemente recortado por los aumentos de los costos. El de los fertilizantes en particular, donde el problema no es solo el costo (se duplicó su precio) sino el abastecimiento. Por ahora, están asegurados para una campaña como la del año pasado, y la intención es repetir. El trigo es altamente demandante de nitrógeno y se cuenta con una nueva genética que lo convierte muy bien en grano. Como siempre, sólo los grandes rindes hacen rentable a la agricultura.   El otro costo es el arrendamiento, que con estos precios la, experiencia de los altos rendimientos y la alta demanda, están en niveles históricamente elevados. Pero este es un tema intra sector, que se dirime en la negociación entre productores y dueños de campos.   Será una campaña turbulenta y de dientes apretados, sin duda. Por el lado de los precios, el panorama está bastante claro. Las cotizaciones del trigo prácticamente no varían de aquí al año que viene, con lo que se pueden tomar coberturas. Ningún analista se anima a emitir un pronóstico definitivo sobre los precios de “la gruesa”, maíz y soja en particular.   Lo que ahora manda es la siembra en EEUU, que viene atrasada pero ya sabemos, unos días buenos y se ponen al día. Ucrania es uno de los grandes jugadores en maíz. Y en la soja prevalecen factores complejísimos, como la suspensión de exportaciones de aceite de palma por parte de Indonesia, que hizo subir abruptamente el valor del aceite de soja el viernes pasado. Aunque luego se atenuó, el mercado está tenso.   Este es el panorama. Veremos si la propensión a jugarse una buena patriada prevalece frente al enojo y el temor. Por mi parte, siempre es bueno que cuando llueva te encuentre con el cucharón en la mano.

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