Un TSLA espectacular motiva al Nasdaq
La no inminencia de una recesion cercana sumado a un schock de inteligencia artificial que se descuenta como muy relevante ha puesto una sorpresiva presión a las tasas reales cortas. Si la economía real de Estados Unidos sigue mostrando signos de resiliencia, las tasas reales cortas y medias encuentran un piso muy sólido. Esto a su vez ha puesto una fuerte presión en la parte corta de la curva nominal. Desde mayo el mercado viene operando en la parte corta con subas de tasas reales y bajas de breakevens (inflación esperada), lo cual es el mejor escenario para los bulls équity (optimistas). La “desinflación con recesión no inminente” implica tasas reales subiendo y breakevens bajando, tal como viene priceando el mercado de bonos. El escenario “desinflación con recesión no inminente” permite al mercado de acciones tecnológicas ralear (subir) al mismo tiempo que suben las tasas nominales a lo largo de toda la curva.
Por el momento, la dinámica de la 30yr (tasa de treinta años), sigue contenida en el rango 3.50%/4.00%. Cuando una suba de tasas a lo largo de la curva ocurre por incrementos en tasas reales, al evento se lo suele considerar como positivo debido a la relación existente entre tasas reales y crecimiento esperado. Esa es la gran diferencia con el año 2022. En 2022, las tasas nominales subían por incrementos de inflación esperada, aspecto lamentado por el mercado. Hoy en día, las tasas nominales suben por incrementos en tasas rales, aspecto celebrado por Wall Street y los bulls (optimistas) intentan seguir en control.
El mercado celebra una desinflación que luce como robusta en contraposición a una recesión que se presenta como lejana. Esta historia será revalorizada una y otra vez al ritmo de los datos de empleo e inflación que irán publicándose a lo largo de un segundo semestre de año que recién comienza. La verdadera incógnita proviene de reconocer que toda una economía reacciona con rezagos a las decisiones de política monetaria de la Fed y Wall Street celebra la primera víctima de tanta política monetaria restrictiva. De hecho, los movimientos verticales en la tasa de referencia impulsaron una fuerte presión en tasas cortas nominales hasta marzo de 2023, momento en donde la Fed debió abandonar su política de presión debido al inicio de una crisis bancaria. Pero todo lo hecho por la Fed desde enero 2022 hasta marzo 2023 nos comienza a mostrar que la inflación está cediendo de manera relevante siendo entonces la primera gran víctima en absorber los efectos de la política monetaria restrictiva. Hace un año atrás el CPI anualizado estaba cerca de 10% cuando hoy nos muestra un 4% anual y el PPI anualizado viene bajando de un 11% al 1.10% actual. Las expectativas de inflación de mediano y largo plazo se acercan al 2.20% anual en clara señal de anclaje nominal.
Es evidente que la Fed ha sido exitosa en conseguir su primer objetivo: estar relativamente cerca de poder controlar el embate inflacionario causado por dos impactos simultáneos. Primero, un efecto de oferta generado por los cuellos de botella ocasionados en la reapertura post COVID. Los mismos han desaparecido por completo, aspecto que se viene capturando en la consistente baja del “headline inflation” (inflación total). Segundo, queda todavía contener el efecto inflacionario por el lado de la demanda ocasionado por sobre-emitir en los tiempos del COVID (QE4). La resiliencia de la “inflación núcleo” sigue mostrando que la Fed todavía no culminó de frenar el proceso inflacionario aunque se acerca. El veredicto de Wall Street es razonablemente optimista.
Queda una gran duda vigente y la misma se refiere al rezago con el que el ritmo de la economía real reacciona. Por el momento, Wall Street celebra el hecho de que se observa una economía monetaria desinflacionando y a la vez una economía real sin signos evidentes de una clara desaceleración, lo cual permite concluir que a la “recesion se la percibe como concepto lejano e improbable”. En tanto y en cuanto esta historia se mantenga se seguirán observando las mismas tendencias generales con las que comenzó el 2023: fortaleza del dólar, sesgo bullish en équity norteamericano y debilidad crónica en commodities y monedas emergentes.