Una gestión emocional eficaz potencia el rendimiento académico
Aun con grandes capacidades intelectuales, muchos estudiantes obtienen un rendimiento académico por debajo de lo esperado. Las dificultades que surgen durante las evaluaciones provocadas por nerviosismo son ejemplo de ello. Estos casos demuestran que el componente emocional es determinante para el desempeño académico. En general, las personas con un mayor nivel de inteligencia emocional percibida —definida como la capacidad para prestar atención, reconocer y regular los estados emocionales— suelen disfrutar de un mayor bienestar y satisfacción con la vida. En el contexto universitario, la relación entre bienestar e inteligencia emocional se traduce en en un mayor rendimiento académico.
La inteligencia emocional no es una capacidad innata, de modo que puede ser desarrollada y potenciada a través de procesos educativos. En un capítulo del libro “La evaluación alternativa en los procesos educativos, un nuevo camino hacia la atención a la diversidad”, publicado en 2024 por la Editorial Dykinson, Cecilia Adrogué, investigadora del Centro de Estudios para el Desarrollo Humano de la Universidad de San Andrés, junto a Florencia Daura, Cecilia Barni y Marina Cuello, investigadoras de la Universidad Austral, analizan la conexión entre el bienestar, la inteligencia emocional percibida y el rendimiento académico en 76 estudiantes de las facultades de Ciencias Empresariales, Educación y Comunicación de una universidad privada de la provincia de Buenos Aires. Para explorar los niveles de bienestar y satisfacción de los estudiantes con la vida, las investigadoras utilizaron el Perfil PERMA, un cuestionario que evalúa el cumplimiento de cinco factores: emociones positivas, compromiso, relaciones personales positivas, significado, y logro o realización. Además, para medir la inteligencia emocional percibida, emplearon la escala Rasgo de Metaconocimientos sobre Estados Emocionales (TMMS, por sus siglas en inglés), que evalúa cómo los individuos perciben su propia capacidad para reconocer, entender, manejar y utilizar las emociones para facilitar el pensamiento. Por último, determinaron el desempeño académico de los estudiantes a partir del promedio de calificaciones obtenidas en la universidad.
Los resultados del estudio revelan que la atención a las emociones se relaciona positivamente con el rendimiento académico. Sin embargo, los niveles generales de inteligencia emocional percibida por los estudiantes se encuentran en el límite de los niveles recomendados, lo que evidencia la necesidad de ofrecer instancias formales que promuevan el desarrollo de fortalezas personales. A su vez, los estudiantes con un desempeño académico muy bueno en las facultades de Educación y Comunicación reportan mayor bienestar en comparación con sus pares de Ciencias Empresariales, quienes, a pesar de tener un nivel elevado de bienestar, no obtuvieron resultados académicos satisfactorios. “En Argentina, los niveles de aprendizaje son notoriamente bajos, y muchos estudiantes obtienen su título de secundaria incluso sin haber adquirido las competencias mínimas en Lengua y Matemática, lo cual provoca una falta de motivación. Resulta llamativo que, en algunos estudiantes, obtener resultados negativos en los aprendizajes parecería no influir en su nivel de bienestar”, señala Adrogué. Este estudio muestra que el bienestar de los estudiantes y sus herramientas para reconocer y gestionar sus emociones tienen un impacto significativo en el rendimiento académico.