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FuenteEl Cronista

¿Wall Street se acostumbró a la guerra? Las consecuencias de una locura en retroceso

A los mercados financieros nunca les importa la ética ni la dignidad, por lo que la guerra Rusia-Ucrania tendría un efecto significativo y cuasi permanente a nivel de precios de activos sólo si sus impactos económicos fuesen relativamente duraderos y dolorosos. 

La primera vía por la que esta guerra, con un Rusia que representa el 10% de la producción mundial de petróleo, impacta en lo económico es mediante incrementos significativos en el precio del petróleo. Si de alguna manera el petróleo ruso puede seguir llegando a Europa, parecería que Wall Street andaría con muchas ganas de comenzar a insular a la guerra, como tantas veces lo hizo en el pasado. 

Nos guste o no, ninguna de las últimas guerras que ha vivido la Humanidad ha generado pérdidas permanentes en los principales índices del mundo. Y en esta lamentable guerra que hoy nos toca presenciar parecería que Wall Street intenta impartirle al evento un tono relativamente similar. Lo ético se descarta y Wall Street se prepara para convivir con una guerra larga, pero con un petróleo potencialmente bajo control.

Por lo tanto, si el petróleo pudiese permanecer relativamente contenido, el principal temor de Wall Street quedaría encapsulado y además comenzaría a tener un efecto significativo en el segundo fantasma que preocupa al mercado financiero internacional: las decisiones de política monetaria que se adopten por lo que resta del 2022 desde Estados Unidos. 

Un salto en el precio del petróleo tendría dos impactos simultáneos y muy correlacionados a lo que la Fed pueda efectivamente decidir de cara a lo que resta del 2022 en materia de tasas de interés.

Primero, subas de petróleo generan presión inflacionaria, uno de los grandes desafíos con los que la economía estadounidense comenzó el año. Recordemos que el último CPI (inflación minorista de Estados Unidos) indica una inflación anualizada del 7,90%, la cual no es trágica pero claramente significa un problema muy serio con el que deberá convivir la Reserva Federal. 

Esta inflación creciente, la cual se viene haciendo sentir desde hace mas de un año en la economía de Estados Unidos, ha generado significativas subas de tasas a lo largo de toda la curva y estas subas generan, a su vez, costos en términos de actividad económica. Tanto la parte corta como larga ya han anticipado un 2022 que sin ser caótico implicaría una secuencia de decisiones de política monetaria que apuntan a la restricción.

Especialmente son dos las decisiones que el mercado ya anticipó para el 2022:

  • Varias subas en la tasa de referencia (parte corta de la curva)
  • Reducción de balance de la Fed. En criollo: la paulatina desactivación de QE (flexibilización cuantitativa) lo cual ha puesto presión en las tasas largas.

Como se observa, un contexto que en lo inflacionario ya venía complicado, se calmaría bastante si el mundo pudiese "dormir al petróleo".

Segundo, dado que el petróleo se utiliza para casi todo lo que se produce en el mundo, una suba en su cotización implicaría un impuesto indirecto virtualmente al mundo entero. De esta forma, las subas del petróleo disminuyen el ingreso disponible global y eso genera una tendencia hacia la desaceleración e incluso, recesión económica. 

Una desaceleración global de alguna manera enfriaría a la economía estadounidense y, por lo tanto, quizá la presión de la Fed para seguir subiendo tasas no sea tanta dado que el enfriamiento económico ocasionado por subas del petróleo hubiera ya hecho parte del trabajo. De alguna manera, entonces, el petróleo tiene dos impactos: uno inflacionario y otro recesivo, con el segundo neutralizando parcialmente al primero.

Claramente, entonces, los efectos primero y segundo tendrían el potencial de seguir enloqueciendo a un mercado que durante algunas semanas del 2022 vio al VIX (volatility índex) operar amenazantemente cerca de los 40 puntos, lo cual significa una sola cosa: peligrosa tendencia a la locura. 

De esta forma, se hace tan relevante que el petróleo quede bajo un rango de razonable variabilidad y si este evento se diese, la guerra como concepto económico comenzaría a tener poco impacto en el equilibrio general de precios de activos financieros a nivel global. 

Quizá el mercado vio a fines de febrero e inicios de marzo un salto muy grande en incertidumbre percibida de la mano de dos fuentes de altísima volatilidad potencial: 

  • Cambios drásticos en la política monetaria de la Fed
  • Una guerra con efectos nefastos en el precio del petróleo que no estaba en el radar de nadie. 

También es cierto que hacia mediados de marzo el mercado comenzó a tener algo más de certeza en ambos frentes. Una Fed que comienza a indicarle al mercado que lo descontado por Wall Street desde enero 2022 es relativamente similar a lo que ella piensa hacer y esto es formidablemente importante y una guerra que comenzaría a tener bajo control al petróleo.

¿Habremos visto a inicios de marzo los mínimos del S&P para el 2022?

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