Walter Sosa Escudero: "En el uso de datos, el Estado tiene objetivos que se contradicen"
En economía, la mayor parte de las noticias tienen que ver con la estadística: qué pasará con la tasa de pobreza con la aceleración de la inflación, o cómo se moverá el mercado de trabajo si desacelera la actividad. Más aun, en año electoral, con las mediciones de las encuestas de los políticos. En una entrevista con Ámbito, el economista Walter Sosa Escudero, especializado en econometría y estadística aplicada a cuestiones sociales, analiza los dilemas detrás de los números y cómo podría impactar el uso del big data en el sistema de cuentas nacionales.
Además, Sosa Escudero, profesor de la Universidad de San Andrés e investigador del Conicet se mete en el debate sobre inteligencia artificial y el chat GPT y cuenta dónde se para entre las posturas que plantean que va a reemplazar trabajadores y las que establecen que va a acortar las jornadas laborales. Por último, anticipa que trabaja en un nuevo libro acerca de cómo funcionan las prodicciones, para explicar por qué es tan difícil saber cuánto va a estar el dólar o quién va a ganar las elecciones.
Periodista: Con el libro “Big Data, breve manual para conocer la ciencia de datos que invadió nuestras vidas” fue uno de los pioneros en escribir de este tema, que algunos calificaban como pasajeros. Hoy, 4 años más tarde, ¿cree que el Estado usa Big Data? En un Estado tan cuestionado por la sociedad, ¿podría usar esta herramienta para ser más eficiente?
Walter Sosa Escudero: Hay un problema que tiene el Estado, como cualquier organización compleja, es que tiene objetivos que se contradicen entre sí. Hay muchísimas cosas que podría hacer en pos de la eficiencia, como acceder a datos individuales de opinión, pero en pos de la transparencia eso puede ser un límite. Fue famoso el caso de un supermercado en Estados Unidos que empezó a diseñar un algoritmo para predecir si una chica estaba embarazada, y si lo detectaba, empezaba a mandarle cupones con artículos para bebés. Con el objetivo de vender más, a la empresa le preocupa poco los costos políticos de invadir la vida de la gente. Ahora, el Estado tiene que velar por ese derecho. Otro ejemplo: el gobierno de Noruega, un país aspiracional desde muchos puntos de vista, hizo público todos los ingresos de la población en pos de la transparencia. En un mes, todos hablaban de eso, hubo episodios de bullying, críticas a la falta de privacidad, y terminaron dando marcha atrás. Entonces, ese conflicto de intereses en las empresas en un orden menor que en el Estado.
P.: ¿Por eso el sector privado va más rápido que el Estado?
W.S.E.: Están los clásicos límites que tiene la burocracia, pero también el costo político de invadir la privacidad. Por eso veo natural que el Estado siempre vaya un poco más atrás, tiene objetivos mucho más complejos que el de una empresa, que muchas veces es generar un rédito económico. Hemos hecho de la palabra burocracia un sentido peyorativo, pero muchas veces detrás está la prudencia. Pero eso no es una excusa, obviamente, para ralentizar e incorporar Big Data. Hay un punto de prudencia, pero también mucho espacio para trabajar. Se necesitan planes e inversiones de largo plazo para incorporar tecnología y que aparezcan las ventajas y no la desventajas.
P.: Cada tanto vuelve a hablarse de modificar el Indec y hacerlo un organismo autárquico, pero no se discute la idea de incorporarle el uso de Big Data. ¿Qué piensa?
W.S.E.: El Indec históricamente ha protegido un conjunto de estadísticas muy básicas, como la medición del desempleo, de la pobreza, o en el producto interno, por decir algunas. Lo que ha pasado en los últimos 20 años es que han aparecido otras fuentes de información. Un ejemplo concreto es la inflación, que se mide con un sistema de encuestas. Pero ahora resulta que con dos clics podemos tenemos información de miles de sitios online. Creo que en algún momento deberían coexistir el sistema estadístico tradicional de cuentas, con este sistema alternativo que tiene que ver con datos masivos. Lamentablemente todavía es un poco prematuro, no sólo en la Argentina, sino en todo el mundo. Porque la estadística social tiene que venir acompañada de un servicio de credibilidad. Una cosa es dotar de credibilidad una encuesta científica diseñada con un marco muestral y otra cosa es confiar en información de una empresa que puedo tener intenciones de corto plazo para alterar la información, o por una campaña publicitaria. Hace falta mucha institucionalidad para dotar a los datos de Big Data de esa credibilidad que ya tiene las estadísticas oficiales. En todo el mundo tienen dudas acerca de cómo deberían coexistir estos dos sistemas.
P.: ¿Para qué podría servir usar Big data en el Indec?
W.S.E.: Por ejemplo, si querés saber cómo evolucionó la pobreza desde los noventa hasta ahora en los aglomerados urbanos, podrías hacer un modelo. Ahora, si querés saber cómo evolucionó la pobreza rural en la región pampeana, no hay datos, tenés ciertas informaciones en ciertos momentos, en un país con una fuerte estructura rural. O si quisieras saber cómo evoluciona la calidad del empleo en las familias que viven en barrios marginales, no se sabe. Mientras que mirando sistemáticamente cómo funcionan el uso de celulares o ciertas interacciones en las redes sociales vos podrías ver si esos grupos están integrados a la sociedad. La información es urbana, hace falta más sistematización, hay muchos lugares que son cruciales para las mediciones. La gente tiene comportamientos que antes eran una caja negra, ahora podés ver el mapa decisorio.
P: Dado que estamos en año electoral, ¿Vamos a volver a escuchar que “no sirve para nada”?
W.S.E.: Hay algo gracioso en la paradoja de las encuestas, que es que funcionan peor cuando uno más las necesita. De las elecciones más predecibles fue la primera de Barack Obama, porque iba va a ganar a lo bestia. Cuando uno va a ganar o perder las encuestas funcionan muy bien. Es un trabajo muy bueno, pero es cuando menos se necesita. Cuando más necesitas la estadística es cuando las cosas están bastante más peleadas. En definitiva, cuando enfrentamos una sociedad polarizada, muy dividida, es justamente cuando las encuestas funcionan peor. Deberíamos esperar en el año electoral, que haya una especie de inteligencia en donde los datos que aportan big data, las redes sociales, se utilicen para ver si uno puede mejorar la performance de las encuestas. no creo que las encuesta no sirva para nada, más que nada porque no creo que la gente sea tonta. Entonces, si la gente usa las encuestas es porque algo de información da.
P: Para ir cerrando, queda la consulta sobre el tema del momento: la inteligencia artificial y el Chat GPT. Así como cuando llegó la Big Data algunos le decían que era una moda, ¿cómo ve este fenómeno?
W.S.E.: Lo primero que llama la atención es que conviven aciertos increíbles con yerros calamitosos. Pero a mí lo que realmente me llama la atención es lo rápido que cualquier persona aprende a detectar dónde que funciona y donde no funciona. Mi predicción es que para tareas relativamente menores va a funcionar muy bien. El problema que tiene mucha gente con la tecnología, con chatgpt, con big data, con Internet en su momento, es quieren tener posturas binarias del tipo va a resolver todos los problemas o es una porquería. Si le pido que me escriba una carta lo va a hacer perfecto, pero que me diga diez medidas para bajar la inflación va a decir una sarta de disparetes. Entonces, en definitiva, yo tengo que aprender a mirar para qué funciona. El aprendizaje de la gente va a ser muy rápido y el aprendizaje del algoritmo también. Entonces yo soy optimista, siempre y cuando nos demos cuenta dónde están las ventajas, dónde está la desventaja. Con internet mucha gente se decía que era para buscar pornografía y de repente el comercio iba por ahí. Con la genética decían que iba a servir para construir monstruos y resulta que se usa para curar enfermedades. Lo que me sorprende. No es tanto lo rápido que aprende el algoritmo, sino lo rápido que aprende las personas a interactuar con el algoritmo.
P: Relacionado al empleo, se leen posturas muy distintas, desde que va a reemplazar trabajadores hasta que va a volver todo más simple y vamos a trabajar menos horas. ¿Dónde se para entre los pesimistas y los optimistas?
W.S.E.: Va a reemplazar las formas. Yo me dedico a la docencia e investigación. Tengo que reentrenarme para ver dónde que soy irreemplazable para complementar el algoritmo. El rol del docente pasando la información tiene los días contados. Voy a tener que focalizar mi rol docente en discutir, dar ejemplos, motivar, en evaluar o dar feedback. A mí lo que me preocupa no es tanto si va a ser reemplazado por robots, sino cómo nos vamos a adaptar a los cambios. Entonces, definitivamente nos interpela acerca de lo que estamos haciendo. El punto definitivo es pensar cuánto de lo que hacemos es automático y reemplazable y cuánto tiene que ver con la creatividad. El chat tiene una ventaja tremenda en generar contenidos y los humanos en evaluarlos. La interacción entre las dos cosas es lo que todavía necesitamos.
P: La última consulta, ¿Está trabajando en un nuevo libro?
W.S.E.: Si, acerca de cómo predecimos. Y me estoy metiendo con todos los pronósticos, económicos, meteorológicos, culturales y políticos. Me interesa contar el backstage de cómo se hacen los pronósticos, por qué algunos funcionan, por qué otro no. ¿Por qué ciertas elecciones son fáciles de predecir y otros no? ¿Por qué la meteorología de corto plazo mejoró una barbaridad?, por qué es muy difícil saber cuánto va a valer el dólar, o por qué en Argentina-Francia estábamos atornillados al sillón sin saber lo que iba a pasar. El libro va a focalizarse en Por qué algunos andan y otros no.