El mayor problema que tiene la educación argentina hoy en día es el facilismo. Pero no se trata del facilismo entendido como “dejar pasar de grado y año a los alumnos sin que aprendan nada”. Me refiero al facilismo del debate político sobre cómo abordar los profundos problemas de nuestro sistema educativo.
El diagnóstico de la situación educativa argentina puede ser analizado desde distintas perspectivas, pero seguramente podemos acordar que tenemos grandes problemas y desigualdades. Se ha logrado avanzar en muchos aspectos, como el acceso a la educación inicial y secundaria o la disminución de la repetición en el nivel primario. Pero también es claro que el nivel de no finalización del secundario es muy alto y la calidad de los aprendizajes es baja , en comparación con otros países de la región, y ha dado señales preocupantes de caída en los años recientes en las evaluaciones Aprender, ERCE y PISA.
Estos problemas estructurales tienen, al menos, tres grandes trasfondos. El primero es político: las disputas constantes hacen muy difícil la gobernabilidad del sistema educativo nacional y la concertación con los sistemas provinciales. La discontinuidad, fragmentación y debilidad de las políticas padece el desgaste que produce la gestión del corto plazo.
El segundo es presupuestario: el incumplimiento casi constante de la ley de educación nacional, que establece un 6% del PBI destinado a educación, no ha generado suficiente atención en medio de la crisis económica que se expresa en la escasez de recursos públicos.
El tercero es intelectual: el campo académico de la educación tiene grandes falencias para establecer un claro rumbo, basado en la evidencia científica y en la racionalidad de las conversaciones entre marcos teóricos diferentes. Esto impide crear bases sólidas para alimentar la formación y las prácticas de los docentes.
La tentación de los atajos
El facilismo educativo intenta resolver estas tensiones mediante atajos o negaciones. Por un lado, los atajos son soluciones en modo “shock”: cambiar con fórmulas verticales de poder político algunas de las reglas de juego del sistema educativo. Por ejemplo, eliminar los institutos de formación docente y crear una única universidad pedagógica o crear un sistema de vouchers para que las escuelas compitan entre sí por los recursos generando la magia del mercado para elevar la calidad educativa. Estas soluciones mágicas solo traen montañas de resistencia que impiden entrar en las aulas cuando los alumnos más lo necesitan.
Por otra parte, las negaciones son intentos de aplacar las críticas situando los problemas educativos como algo “normalizado”, que no llama suficientemente la atención para generar un debate sobre los profundos cambios necesarios. Las negaciones muchas veces derivan en propuestas centradas únicamente en la expansión del presupuesto educativo, algo necesario pero insuficiente.
Escapar del facilismo educativo implica construir un gran acuerdo educativo que vaya más allá de los gobiernos de turno. Es necesario un gran acuerdo para establecer las metas y los caminos centrales de algunas de las grandes políticas necesarias para los próximos diez años, como en su momento planteó el maestro Juan Carlos Tedesco, aunque no encontró eco suficiente.
Escapar del facilismo implica en cada actor de gobierno -a nivel nacional y provincial- crear la institucionalidad para que las políticas avancen, se solidifiquen y sean sostenidas cuando cambien los gobiernos. Esto implica crear legitimidad y confianza en múltiples actores, comenzando por los y las docentes. Las políticas que realmente intentan mejorar los aprendizajes requieren pasar por la legitimación docente.
Son los docentes quienes las llevarán a la práctica: deben entenderlas, integrarlas en sus posibilidades reales de acción, identificarse con ellas y ser parte del proceso de consulta permanente de sus avances y dificultades reales en los territorios. Este proceso no es tan distinto al de la enseñanza: si les gritamos, los alumnos no aprenden; si les imponemos contenidos que no comprenden o no estén en su zona de aprendizaje próximo, tampoco.
Para que las políticas educativas lleguen a conversar seriamente con las prácticas docentes es necesario calidad técnica, sensatez y tiempo. Por eso es clave elegir las personas con mejor formación y experiencia en los ministerios de Educación para conducir procesos que no estén excesivamente marcados por un signo político.
Las políticas curriculares, de formación docente, de materiales educativos (plataformas, libros de texto) y las evaluaciones deberían formar parte de un conjunto integrado de acciones que esté garantizado por los mejores equipos de cada una de las disciplinas de enseñanza en el país.
Con mucho saber técnico y mucho intercambio con las escuelas es posible crear un círculo de confianza transformador. Solo dentro de ese círculo se puede llegar a todo el sistema, con datos concretos de los aprendizajes de cada alumno y alumna.
Las llaves de la educación
Estas ideas no sólo surgen de la teoría de incontables autores que han analizado las reformas educativas en el mundo. Es lo que encontramos luego de la mayor investigación sobre la mejora de los sistemas educativos en América Latina. El proyecto “Las llaves de la educación” estudió 486 sistemas educativos subnacionales en seis países. Encontramos 12 casos de mejora sistémica prolongada en el tiempo, entre ellos Ceará y Pernambuco, los más destacados de Brasil.
Los casos de mejora son muy distintos, pero comparten algunos elementos centrales . Son los que mencioné en las sugerencias de esta nota: prioridad política a la educación en el largo plazo, foco obsesivo en la mejora y en la medición concreta de los logros, cultura del diálogo con el sistema para construir confianza y legitimidad en las acciones, y capacidad de llegada con calidad técnica a cada escuela, a través de políticas pedagógicas y curriculares sostenidas en el tiempo.
Escapar al facilismo educativo implica discutir en una mesa muy amplia y seria las grandes cuestiones necesarias para mejorar la inclusión y la calidad educativa. Solo así puede diseñarse una nueva carrera docente para lograr hacer más atractiva y mejor paga la profesión, con escalones basados en la especialización profesional de los docentes (algo más parecido al Conicet, por citar un ejemplo concreto).
También implica lograr la concertación necesaria para que las transformaciones sean viables y sostenidas en el tiempo. No hay soluciones mágicas. Tenemos hoy en educación lo que Tedesco llamaba ya hace algunos años “la urgencia del largo plazo”.